La vida de los seres humanos, nuestra vida, no solo está hecha de preocupaciones y ocupaciones de carácter material. El trabajo, la salud, los desafíos de la sobrevivencia y de la convivencia y las miserias humanas en la calle, el barrio, en el trabajo o en nuestra sociedad demandan cotidianamente nuestra atención. El pan nuestro de cada día. Pero la vida es más que eso.
No solo de pan vive el hombre. Ni la mujer.
Somos seres humanos precisamente porque tenemos sentimientos y emociones. Sufrimos, gozamos, tenemos momentos de alegría y momentos de tristeza. El humor, el amor, las ilusiones, los desengaños, las pasiones forman parte inherente de nuestro diario vivir. Y no es este un asunto de edad. Las emociones se viven en la infancia, en la adolescencia, en la madurez y en la tercera edad.
Y hay personajes que nacen o desarrollan la habilidad para sintonizar con esas emociones, penetran en nuestros sentimientos y dedican su talento y su arte para hacerse parte también de nuestra vida.
Por esta razón personajes como el Chavo del ocho, don Ramón o el profesor jirafales están todos los días en nuestros hogares y se pasean, como un familiar más, compartiendo sus pequeños dramas con nuestros aconteceres de cada día. Es el caso también de nuestro Pancho Madrigal.
Y es el caso de Juan Gabriel. Hijo de campesinos pobres y el menor de diez hermanos. No es difícil imaginar las penurias que padeció en su infancia y adolescencia. Buena parte de sus años interno en un orfanatorio. Después de muchos esfuerzos y sacrificios llegó el éxito. Pero aún en la cumbre su receta fue trabajo, trabajo y trabajo.
De hecho la muerte le sorprendió cuando realizaba una gira de 22 conciertos. Solamente pudo completar el tercero de los 22 programados.
Miles, millones de latinoamericanos lamentan su partida. Porque siempre mexicano, también nuestra América lo sintió suyo. Porque tuvo la capacidad de sintonizar con nuestros sentimientos, despertar nuestras alegrías, acompañar nuestras ilusiones y pasiones. Y acompañarnos también como un amigo fiel en nuestros desengaños.
¿Quién de mi generación y aún de otras generaciones no recuerda… tú estás siempre en mi mente?
¿Quién no entonó… no tengo dinero ni nada que dar, lo único que tengo es amor para dar?
¿Quién no apuró un sorbo de amargura con canciones de cabanga “…qué daño puedo hacerte con quererte…?
¿Quién no cultivó algún romance con Hasta que te conocí o Querida?
¿Quién no sacudió el esqueleto al ritmo de su singular interpretación de Caballo Viejo o Debo Hacerlo?
No se cómo será en otros países, pero en Nicaragua Juan Gabriel lo acompaña a uno hasta la tumba. He presenciado sepelios donde el finado baja al polvo en que se convertirá con los acordes de mariachis o con el coro de sus familiares interpretando esa extraordinaria canción llamada Amor eterno…cómo quisiera que tu vivieras, que tus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca…
Tanto el impacto de su fallecimiento que hasta Barack Obama, el presidente de Estados Unidos emitió un comunicado expresando elogios por el talento de JuanGa y pesar por su fallecimiento. Porque su arte trascendió al mundo. Aún las sinfónicas más célebres interpretaron sus composiciones.
Además de su creatividad expresada en centenares de interpretaciones de todo tipo. Hay una faceta que siempre me cautivó de Juan Gabriel. Me refiero a su profesionalismo. Un profesional en todo el sentido de la palabra. Quienes le admirábamos pudimos comprobar siempre su capacidad de entrega a su público, en cada presentación. Todos podemos ver en los miles de videos que grabó cómo dejaba la voz en el escenario. Y repartir energía y talento en cada interpretación, aunque ya era un consagrado.
Queremos pues hoy acompañar a todos quienes sienten la partida de Juan Gabriel y compartir el sentimiento de pérdida por este intérprete y compositor que seguirá emocionándonos y que seguirá siendo parte de nuestras añoranzas. Que descanse en paz nuestro Juan Gabriel.
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