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Managua de Noche: La ¨ciudad plástica¨ y el Lobo Jack

Seguramente son muchos los que no conocieron y en consecuencia no recuerdan a Rubén Blades y los cambios revolucionarios que introdujo en la música salsa, en la década del setenta, junto con Willie Colón y otros intérpretes en lo que se conoció como “la generación Fania”.

Una de las canciones emblemáticas del cantautor panameño es ¨Plástico”, aunque era más conocida como Chica Plástica. Les recordaré algunas frases: ¨Era una ciudad de plástico, de esas que no quiero ver…de edificios cancerosos y un corazón de oropel…No te dejes confundir busca el fondo y su razón…recuerda: se ven las caras pero nunca el corazón…Pero señoras y señores, en medio del plástico también se ven las caras de esperanza, se ven las caras orgullosas de gente que trabaja por una Latinoamérica unida y por un mañana de esperanza y de libertad…Se ven las caras de trabajo y de sudor, de gente de carne y hueso que no se vendió, de gente trabajando, buscando el nuevo camino…se ven las caras…se ven las caras…¨

¡Qué vaina!… parece que se me quiere meter la política por la cocina…

¡Huyamos!

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Todo este preámbulo para introducirnos al tema de nuestra ¨ciudad plástica”, a como se llamó en otro tiempo a las instalaciones de Camino de Oriente, joya nostálgica de la Managua posterremoto. Parece que el sobre nombre provino de la canción de Rubén Blades.

Allí se concentraban los lugares para la gente ¨inn” del país: discotecas, sorbeterías, el bolerama, restaurantes. Nadie que visite hoy Camino de Oriente puede imaginar lo que fue. No es ni sombra remota. Los últimos sobrevivientes heroicos eran el Top Kapi y la Crema Batida. Recién llegado de Corinto recuerdo muy bien que la primera vez que probé el té helado fue en el Top Kapi. Sí. La primera vez en mi vida que probaba un té helado.

Entre los nombres de lugares que tengo en la memoria están la disco Las Rocas, cuyo diseño interior simulaba las piedras de una gruta. Un ambiente y una penumbra acogedores. El restaurante La Grotta, situado a la par, elegante y singular: era amenizado por una señora que tocaba el piano. El 22-24, era una pequeña disco, más íntima, más arrinconadita.

Pero el rey de reyes era la discoteque El Lobo Jack.

Luces, sonido, vibra…

Confieso que no conocí ¨la ciudad plástica” en sus tiempos dorados sino cuando ya estaba herida de muerte, a inicios de los ochenta. Aunque tuve oportunidad de agarrarle la colita ¨al Lobo¨. Recuerdo muy bien la primera vez que entré: Quedé deslumbrado por el brillo, el esplendor, el sonido, la vibra y los colores. Fue también la primera vez que escuché a Dimensión Costeña, que hacía sus primeras incursiones a Managua.

Imagínense: Dimensión Costeña en el Lobo Jack. Para los jóvenes de aquella época, sencillamente ¡Tremendo!

Extrañamente no recuerdo ningún palo de mayo ni a John Travolta entre las canciones de esa noche de mi debut, sino a los costeños interpretando de manera magistral una canción del grupo español Mocedades…¨Cuando te miro¨.

Ya ni siquiera recuerdo a quién recuerdo cuando recuerdo esa noche, en El Lobo Jack, pero se me eriza la piel cuando escucho: ¨Eres el aire fresco de la mañana…de la mañana, eres el sol caliente que a veces entra por la ventana; eres arena blanca cuando te beso, cuando te beso…eres sencillamente, lo que quiero¨.

Después estaba El Infinito. Más popular y tal vez más animado. O será que era uno de mis lugares favoritos. Viniendo de donde venía, me encantaba bailar en la pista con reflejos y luces multicolores en el piso. Siempre me quedaba la impresión de que había gente debajo de la pista. La música era espectacular. Y aunque no lo crean, todavía bailo esa música, cuando me lanzo mis canitas al aire…la preferida en mi nostalgia es: ¨Muñeca…por qué eres tan esquiva muñeca…ayer, me dijistes que mañana…mañana, que pasado, que pasado…y así se va toda la semana, y yo esperando, esperando…¨ 

Aquí se las dejo:

Camino de Oriente, en su imagen alegre, vibrante y festiva terminó muy degradado. Hasta que murió. Pero eso no borra de mi memoria sus tiempos de esplendor.

Tampoco borra las intensidades que alcancé a vivir y sentir.

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