Fabio Gadea es uno de los poquísimos nicaragüenses que desde ahora puede enorgullecerse de la herencia que deja a las nuevas generaciones
Fabio Gadea Mantilla es uno de los pocos, poquísimos nicaragüenses, de ahora y de antes, que puede enorgullecerse de la herencia que dejará a las generaciones venideras. Se trata de dos instituciones de huellas indelebles.
La primera herencia es, por supuesto, Pancho Madrigal. Un legado que se traslada de padres a hijos, de abuelos a nietos. Un retrato del nicaragüense arrancamonte (que es la mayoría), con su lenguaje, gracias y desgracias, sus ilusiones y desilusiones, sus amores y desamores, picardías e inocencias, venturas y desventuras. También sus leyendas, costumbres, creencias y tradiciones. En definitiva, un retrato del alma del pueblo.
Sociólogos, lingüistas e historiadores de la posteridad podrán extraer, allá en el futuro, en épocas de mayor sosiego y sabiduría, de los miles de cuentos de Pancho Madrigal, las señales de cultura popular, modos de ser y lo que se conoce como historias de la vida cotidiana. Los lingüistas incluso podrán estudiar cómo se crea y se recrea el lenguaje popular. Y otros estudiosos escudriñar cómo se alimentan las raíces de la nacionalidad.
El complemento natural de esta herencia de don Fabio es el fabuloso elenco que dio vida a sus personajes. No puedo citarlos a todos, lo cual es una injusticia, pero también sería una injusticia no citar a los más emblemáticos: Otto de la Rocha, Marlene Arévalo, José Castillo Osejo y Heriberto Gadea Mantilla. Todos fallecidos. Los inolvidables Aniceto Prieto, doña Tula, don Pancracio y Filiberto que viven y vivirán en el corazón de millones de nicaragüenses.
La segunda institución es Radio Corporación. La Corporación, como la llama la gente, celebró en estos días el 56 aniversario de su fundación. En un país donde menudea lo precario y lo efímero es un verdadero lujo contar con esta institución, que ha arribado a su plena madurez con vitalidad, éticamente vigorosa y leal a los principios con que se fundó. Sobre todo, cuando solo despojos quedan de la institucionalidad pública y las instituciones privadas apenas sobreviven ante las embestidas de la dictadura.
“La que habla el lenguaje de su pueblo” es el lema de Radio Corporación. Pocas veces un lema refleja tan fielmente a una institución. El lema es práctica, enseñanza y prédica. Es una práctica porque una de las características principales de la radio es dar, día a día, voz a los que no tienen voz. Es una enseñanza porque cotidianamente orienta rutas a seguir. Y una prédica, por los valores que esa práctica pregona.
Don Fabio tiene colgado en una de las paredes de su oficina un marco, más bien humilde, donde están escritos los valores con los que se fundó la radio. Increíblemente esos valores están invictos después de más de cincuenta años, a pesar de las censuras, destrucciones, acosos, sabotajes, amenazas e intimidaciones provenientes de dictaduras de distinto signo, en esta accidentada historia de nuestro país.
En el centro de esos valores están la lucha por la libertad, por la democracia y por la legítima aspiración que tenemos a vivir en un país en paz y con derechos plenamente ejercidos.
Es menester resaltar la función pedagógica que proyecta el diario quehacer de la emisora. Citemos algunos:
• El valor del compromiso con los derechos y aspiraciones de los nicaragüenses, en particular de la población más vulnerable.
• El valor de la coherencia entre lo que se predica y lo que se practica.
• El valor de la perseverancia y persistencia a pesar de las adversidades, de las hostilidades y de los obstáculos que se enfrentan y se han enfrentado a lo largo de esta dilatada trayectoria.
• El valor del trabajo cotidiano y del esfuerzo sin desmayo. Ninguna institución se construye en Nicaragua si prevalece la dejadez y la negligencia.
• El valor del pluralismo, porque la radio alberga prácticamente todas las corrientes de pensamiento de un país donde frecuentemente campea la intolerancia y la exclusión.
• El valor de la combatividad. Ante un régimen dictatorial la sobrevivencia exige vivir cada día como un combate. La piedra de toque de este recorrido ha sido la capacidad para oponer coraje a las amenazas y a la represión.
Junto al liderazgo de Fabio Gadea es preciso destacar la labor que cumple el gerente de la emisora y hermano de don Fabio, Carlos Gadea. Quienes conocemos la radio por dentro sabemos de su dedicación y disciplina, siempre alerta y pendiente cada hora, cada minuto, cada día. La radio respira y palpita por la devoción de estos dos hermanos.
El corazón ardiente y los afanes libertarios no son patrimonio de ninguna edad. La juventud anida en el espíritu. Los Gadea Mantilla, Fabio y Carlos, remontaron ya la cuesta de los 80 años. Y ahí están desafiándonos con su determinación, con su coraje y con sus puños crispados.
Naturalmente, la radio no cumpliría sin el formidable equipo de periodistas, locutores, controlistas, personal técnico y administrativo. Unos se oyen y se ven. Otros no se ven ni se oyen, pero siempre están ahí.
Finalmente, están las Cartas de Amor, testimonio vivo de la historia reciente de nuestro país. Publicar un texto consolidado es tarea pendiente y necesaria.
Es preciso subrayar que nada de esto podría explicarse sin una vida de integridad, al servicio de la nación. Particularmente en estos tiempos aciagos en los cuales la integridad es una piedra preciosa de escasa circulación.
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