Finalmente me decidí a leer con más calma el discurso de #DanielOrtega del pasado 15 de septiembre. Ese discurso es el remate de la reciente embestida represiva del régimen: capturas, embargos a medios de comunicación, asedios a hogares, amenazas, muertes misteriosas, acoso fiscal, que tiene la utilidad de exhibir un auto-retrato de los sentimientos, percepciones e intenciones del dictador.
De hecho, hay dos títulos posibles para ese discurso, uno es “Odio en estado puro”, porque esta vez el dictador apartó sus patrañas de paz, reconciliación, amor al prójimo y vomitó lo que sus entrañas anidan: odio. Otro título podría ser Auto-retrato, porque en sus insultos al pueblo #nicaragüense lo que hizo fue dibujar el retrato de su propia personalidad.
En efecto, en su perorata del 15 de septiembre, un día que debería ser de concordia nacional, confirmó que estaba en guerra, bramó como en “los tiempones” en contra del imperialismo, destiló odio en estado puro y realizó un dibujo pormenorizado de su perfil psicológico.
Arremetió en contra de la inmensa mayoría de los nicaragüenses que claman por libertad y justicia y les llamó vende patrias: el mismo personaje que mantiene hipotecada por 100 años la soberanía nacional, ante un oscuro especulador chino… el mayor vendepatria de la historia de nuestro país, llamó vende patrias a quienes precisamente lo que anhelan es la libertad de la patria.
También utilizó la palabra cobardes: el mismo personaje que cuando se atreve a salir de su guarida lo hace custodiado por un cerrado perímetro de varios círculos de policías y guardaespaldas, además de sembrar vigilantes, metro a metro, cada tramo de su recorrido, llamó cobardes a quienes salieron masivamente a las calles cubiertos nada más por la bandera azul y blanco. Hombres, mujeres, niños, niñas y adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos. Les llamó cobardes por colmar las calles con el grito ¡Que se vayan!.
Y no tuvo empacho en utilizar el calificativo de diabólicos. Imagínense ustedes qué descaro: el mismo personaje que manda a profanar templos católicos, a incendiar la catedral de Managua, incluyendo la incineración miserable de la venerada imagen de la Sangre de Cristo; el que sembró de maleficios el territorio nacional con sus árboles de la muerte; y que el 19 de julio realizó un acto público postrado ante un símbolo satánico, es el mismo que utiliza la palabra diabólicos.
En su diatriba también señaló a los nicaragüenses que se cobijan bajo la bandera de #Nicaragua como criminales. ¡Qué les parece!
El mismo personaje que está sindicado por las más relevantes organizaciones internacionales de derechos humanos del mundo, de encabezar violaciones masivas a los derechos humanos del pueblo nicaragüense, incluyendo delitos de lesa humanidad como violaciones sexuales en las cárceles, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, encarcelamientos ilegales; el mismo personaje señalado por la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Derechos Humanos, Amnistía Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, así como en los informes del MESENI y del GIEI, tiene la desfachatez de acusar a quienes sufrieron las embestidas criminales de las pandillas asesinas.
Y también utilizó la palabra terroristas. El mismo que fue encarcelado por asaltar bancos, tirotear agentes de Somoza e imponer un estado de terror en Nicaragua, tiene el descaro de hablar de terroristas.
El discurso bien podría titularse: Auto-retrato, si nos atenemos a sus expresiones: cobardes, vende patrias, asesinos, diabólicos, terroristas…
Con mucha claridad dejó aflorar lo que han sido, y son, sus verdaderas intenciones: Con el mayor desparpajo afirmó que convenios internacionales le impiden recetar la pena de muerte a sus opositores y que por esa razón tenía que optar por cadena perpetua. Es lo que clama la ponzoña y el odio que anidan en sus vísceras: Arrebatar la vida a sus semejantes que se le oponen.
En su discurso dijo más. Afirmó que enfrentó una guerra con las protestas de abril. Esto ya lo habíamos mencionado antes. Para Ortega la política es la continuación de la guerra por otros medios. Lo extraño es que esta vez lo dijera públicamente. Para Ortega la política es asunto de guerra, no es cuestión de derechos, leyes, libertades, instituciones democráticas o negociaciones, como algunos ingenuamente se empeñan en seguir creyendo.
Finalmente, a este discurso de Ortega le viene muy bien la frase del Evangelio:
¡Camada de víboras! ¿Cómo pueden hablar cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
En efecto, Ortega vociferó lo que sus entrañas gritan: Odio, guerra, muerte.
Es triste, pero los nicaragüenses solamente podremos ver la luz al final del túnel cuando salgamos de Ortega.
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