Este 21 de septiembre se cumplen 64 años del atentado que cobró la vida de Anastasio Somoza García, fundador de la dinastía somocista, perpetrado por Rigoberto López Pérez. El #somocismo cubrió 45 años de la historia de #Nicaragua, casi medio siglo, desde 1934 hasta 1979. Representó una etapa de transformaciones económicas y sociales en el país. Además, un régimen político que duró tanto tiempo, necesariamente dejó huellas en las mentes de los nicaragüenses; huellas que no se limitan solo a las generaciones de la época, sino que, como ocurre en todo proceso social, hay sedimentos que se van transmitiendo de generación en generación. Por supuesto, también dejó huellas en los modos de hacer política.
Durante mucho tiempo las posiciones frente al somocismo tuvieron una connotación maniquea. Los menos, lo glorificaban. Los más, o no lo mencionaban, o lo repudiaban. Ese maniqueísmo persiste pero, por lo que se ve y escucha, la balanza de opiniones está cambiando de sentido.
El entronizamiento de la dictadura encabezada por Daniel Ortega, con pretensiones de reproducir también una nueva dinastía en nuestro país, ha contribuido a que ahora el somocismo una parte de la población lo vea con otros ojos, lo que está cambiando los balances. Nosotros pensamos que es tiempo de una valoración más serena y reposada sobre este extenso, accidentado y también trágico período de nuestra historia. Se trata de una época que debemos conocer: Un conocimiento indispensable, si queremos cambiar el rumbo de nuestro país.
Todo presente hunde sus raíces en el pasado. Y en el presente se construyen las bases del porvenir. Solo se puede transformar la historia, conociéndola.
Vamos a valernos del libro que con el título ¨Tacho Somoza y su poder¨ publicó hace algunos años el historiador Jorge Eduardo Arellano. El académico nicaragüense Pablo Kraudy en la presentación del libro expuso los rasgos básicos del régimen somocista que se desprenden de la obra. Compartimos con ustedes los principales:
- La voluntad de acceder al poder, aún por la vía violenta o de las armas, según lo creyese necesario. En efecto, Somoza Orquestó dos golpes de Estado. Uno contra Juan Bautista Sacasa y otro contra Leonardo Arguello.
- Anulación de la independencia de los poderes del estado, tanto el legislativo como el judicial y electoral. Desde ese control impuso fraudes electorales, reformas constitucionales y leyes a su antojo, y disfrutó de impunidad.
- La tendencia a asegurar colaboradores cómplices entre las organizaciones políticas, antes que legítimos competidores. Es decir, los famosos zancudos. Famosos ayer. Famosos hoy.
- La aplicación de métodos represivos a los opositores reales. Es conocida su frase: Plata para los amigos, palo para los indiferentes, plomo para los enemigos. Vean que casualidad: el orteguismo resucitó la palabra plomo.
- La instrumentalización de los empleados públicos a favor del partido oficial.
- La guardia nacional como principal instrumento de poder. Ahora no se llama guardia nacional, aunque la población está también resucitando la palabra «guardias».
- El paternalismo, ejercido tanto en la esfera militar como civil, como forma de asegurarse una clientela política. Populismo y prebendas son las palabras de hoy.
- El carácter sultánico y patrimonialista. Una forma de denominar el estado botín y el aprovechamiento del poder político como mecanismo de acumulación de riquezas. Es decir, la corrupción generalizada y el saqueo de los fondos públicos.
- El nepotismo, la familia, como actora del poder.
- El control del partido y su utilización como brazo político del régimen.
- El pactismo bipartidista como forma política de colaboración y legitimación. Emiliano Chamorro fue el principal «partner» de Somoza. Con Ortega tiene otro nombre.
- La mediatización del movimiento obrero y sindical, combinando represión en unos casos y cooptación en otros.
Esta es la caracterización que se hace del somocismo, en la etapa de su fundador, Anastasio Somoza García.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, es una frase que utilizan en las películas que guardan semejanzas con la realidad, para evitarse complicaciones.
Aquí no estamos hablando de películas sino de crudas realidades. Una la padecieron nicaragüenses de otras generaciones. La otra la padecemos las generaciones del presente. De este relato podemos desprender las siguientes preguntas: ¿Estas semejanzas entre el régimen de Somoza y el régimen de Ortega son pura coincidencia? ¿Será que Ortega copió la receta de Somoza?
Pero la reflexión de fondo es ¿Será que en estos doscientos años de historia como país independiente hemos alimentado una matriz cultural, social y política que propicia este tipo de regímenes?
La respuesta a esta última pregunta no es asunto ocioso, todo lo contrario, se trata de un tema vital, en la acepción precisa de esta palabra. Vital. La respuesta nos conduciría a identificar la naturaleza y alcance de los cambios que debemos hacer, no solo para salir de Ortega y su régimen, sino los cambios que debemos realizar en nuestras pautas de conducta, esto es, en nuestras mentes y comportamientos individuales y colectivos, para asegurarnos que ni somocismo ni orteguismo vuelvan a encarnar en épocas venideras, con otros nombres y con otras generaciones pero con las mismas tragedias.
Henry Perez
Los regímenes totalitarios, sin duda, todos comparten un mismo diseño de
consolidación del Poder. El reto es innovar una forma distinta derrotarlos, todos los regímenes autoritarios se combatieron bajo el eslogan que frente a la Violencia reaccionaria la violencia Revolucionaria, ahora es frente a la Violencia reaccionaria, organización y solidaridad ciudadana.