Una de las claves de la victoria electoral de la Unión Nacional Opositora sobre el Frente Sandinista, en 1990, fue que pudo inscribirse y participar con un nombre y una “casilla electoral” que cobijaba por igual a los partidos que la integraban.
Recordemos que la UNO se formó con 14 grupos políticos, donde había conservadores, socialistas, socialcristianos, liberales, socialdemócratas. Hasta el partido comunista alcanzó en la lista.
Participar juntos, bajo una sombrilla que los cubría a todos, sin que perteneciera a ninguno, facilitó que pudieran elegir como candidata a doña Violeta Barrios de Chamorro, quien no formaba parte de ningún partido, y coexistir en la campaña electoral. Coexistir, pero no convivir pacíficamente, porque se daban “trompadas” hasta en las tarimas de campaña.
De esta manera, la ciudadanía opositora al FSLN pudo volcar su voto en un solo embudo. Facilitó las cosas que a nivel de símbolos se enfrentaron la bandera roja y negra, y la bandera azul y blanco.
La UNO se configuró como alianza electoral, y no como alianza política, a tal punto que triunfaron el 25 de febrero y, antes de tomar posesión, el 25 de abril, ya se estaban desguazando. Las pugnas enconadas sirvieron en bandeja las condiciones que posibilitaron la consigna sandinista: “A gobernar desde abajo”.
¿A qué viene esta remembranza? A que la historia enseña, al que quiere aprender.
Y Ortega fue el primero que aprendió la lección: en el pacto con Arnoldo Alemán uno de los acuerdos fue eliminar la posibilidad de que volvieran a inscribirse alianzas electorales con nombre propio. Los caudillos, empeñados en aquel momento en imponer el bipartidismo, establecieron que cualquier alianza electoral debía formarse alrededor de un partido político, llevar el nombre de dicho partido y sujetarse a sus normas.
Conocían muy bien la idiosincrasia de los politiqueros nicaragüenses: El que tiene más galillo siempre quiere tragar más pinol.
Esa disposición es uno de los cuchillos más filosos de la ley electoral. Muchas cabezas rodaron bajo su tajo. Hagamos un breve repaso:
Para las elecciones municipales del 2000, cuando ya estaba en vigencia la guillotina, ocho grupos políticos resolvieron constituir una coalición que denominaron “Tercera Vía”, como intento de romper el eje Alemán-Ortega. El primer dilema fue seleccionar la casilla que encabezaría la alianza. Se escogió la que despertaba menos desconfianza: El Movimiento Democrático Nicaragüense, MDN. La ley electoral exigía recoger y presentar firmas por el equivalente al 3% del padrón electoral. Los aliados recogieron 86 mil firmas, superando holgadamente el mínimo necesario. Pero, una vez presentadas al CSE, los dirigentes del MDN se hicieron los gatos bravos y se quedaron con el paquete. Hasta allí llegó el intento de alianza. Irónicamente, cuando los magistrados del pacto pasaron la guillotina, cortaron la cabeza de todos, incluido el MDN.
Para las elecciones presidenciales del 2001 solamente sobrevivían el Partido Conservador, Camino Cristiano y, por supuesto, los partidos pactistas. De nuevo, buena parte de los grupos políticos anti pacto intentaron formar alianza con el PC. La fórmula presidencial estaba integrada por Noel Vidaurre, como candidato a presidente, y como candidato a vicepresidente el doctor Carlos Tunnermann. Un buen día, Vidaurre, Tunnermann y José Antonio Alvarado, que también era dirigente de la alianza, anunciaron su renuncia con el argumento de que los dirigentes del PC se querían quedar con la porra, la chicha y el cucharón. Aunque se ha especulado sobre esa renuncia, el hecho es que Vidaurre declaró a los medios: «Tratamos con todas nuestras fuerzas hacer una alianza amplia que bajo la bandera verde pudiera triunfar. Hicimos todo lo que pudimos y estuvo a nuestro alcance para que fuese una casilla universal«. Hasta ahí llegó la alianza.
En el 2006, Eduardo Montealegre rompió con el PLC y Herty Lewites con el Frente Sandinista. Ambos anunciaron sus candidaturas presidenciales. Los pactistas respondieron al acoso con el intento de inhibirlos. Esta vez la respuesta del liberal y del sandinista fue sumar fuerzas, incluso organizando y participando, juntos, en movilizaciones de calle. Finalmente, lograron neutralizar el intento pactista. Entonces Ortega siguió una vía más artera. Herty quería una casilla electoral que no llevara el apellido sandinista y el Frente montó una emboscada con un viejo operador que había recibido como regalo un “partido” de inspiración evangélica. El agente encubierto ofreció el oro y el moro y Lewites mordió el anzuelo. De hecho, ya estaba convocada la conferencia de prensa para anunciar la decisión de participar con el partido evangélico, sin embargo, en el último momento los miembros del comité de campaña conocieron pruebas de la emboscada y abortaron la operación orteguista. Así fue como Herty apareció como candidato del MRS.
En las municipales del 2008 se formó otra alianza bajo la consigna “Todos contra Ortega”. Escogieron la casilla del PLC. Y allá fueron de nuevo, juntos, conservadores, resistencia, liberales. Hasta el MRS hizo campaña con esa alianza. Para que tengamos una idea, el candidato a vicealcalde de Managua era Enrique Quiñónez y el representante legal Wilfredo Navarro. No debe extrañarse entonces el desenlace: Alemán se repartió las alcaldías con Ortega, y dejó a Eduardo Montealegre colgado de la brocha sin la alcaldía de Managua.
En el 2011 se repitió el dilema de las casillas. Se formó una alianza amplia bajo la denominación Unidad Nicaragüense por la Esperanza, UNE, cuyo candidato presidencial era Fabio Gadea. Otra vez el dilema de las casillas. Una de las opciones en la chalupa era representada nada más y nada menos que por Enrique Quiñónez. La emboscada estaba otra vez montada. Providencialmente se escogió la casilla del Partido Liberal Independiente y la alianza pudo participar, pero Ortega para esas fechas ya controlaba el andamiaje electoral y se robó impunemente las elecciones. Pero no le bastó: en 2016 cortó la cabeza al PLI y le impidió participar en las elecciones de ese año.
En el presente, la realidad es que el fondo de las pugnas en la Coalición Nacional es el tema de la casilla, es decir, quién tendrá el sartén por el mango.
Para el que sabe leer, la lección que dejan los episodios relatados es que, en la Nicaragua de hoy, con las condiciones de hoy y con los actores políticos de hoy, mientras no se posibilite la participación de alianzas electorales, con nombre propio, cualquier alianza estará siempre en alas de cucaracha, bien porque el mango del sartén esté empuñado por el partido que la encabece, o bien porque lo empuñe Ortega por interpósita mano.
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