La policía cerró el telón de la bufonada que montó con la pretensión de encubrir el acto terrorista perpetrado en contra de la Catedral de Managua y del pueblo católico de #Nicaragua.
La culpa, según ellos, fue de un atomizador plástico que nadie sabe cómo apareció en el sitio del siniestro, menos aún, cómo pudo permanecer intacto a pesar de las llamas.
Es tan burdo el montaje que lo único que lograron fue confirmar el propósito de enterrar el acto terrorista y taparlo con una lápida de impunidad. El calor de #Managua también fue declarado culpable.
Tal vez los verdaderos autores materiales del hecho queden en las sombras. Pero los otros partícipes en el acto terrorista están debidamente señalados por el pueblo #nicaragüense, católicos y no católicos, porque el acto fue un ultraje a la conciencia de todos.
La respuesta de la iglesia al conclusivo policial no se hizo esperar. Citamos dos párrafos del comunicado de la Comisión de Justicia y Paz de la #ArquidiócesisDeManagua:
«Con tristeza constatamos nuevamente el reiterado irrespeto y profanación de la Santa Eucaristía, así como el terrorismo y el constante asedio a diversos templos católicos en fechas recientes…La razón y la conciencia se preguntan, cómo hemos llegado a este extremo de deshumanización que se hace patente en la negligencia de los servicios de salud, en el abuso de los presos políticos, en el hostigamiento a familias y medios de comunicación independientes, en la impunidad de crímenes…»
Deshumanización es la expresión que utiliza la iglesia.
Solo para fines anecdóticos citamos las siguientes normas del código penal vigente. Para fines anecdóticos, decimos, porque ya sabemos que, en nuestro por ahora desventurado país, la única ley que vale es la voluntad del dictador.
Según el artículo 42 del código son autores directos de un delito, quienes realizan el hecho por sí solos. Son autores intelectuales los que, sin intervenir directamente en la ejecución del hecho, planifican, organizan y dirigen la ejecución del mismo. Son autores mediatos, quienes realizan el delito por medio de otro que actúa como instrumento. Y son considerados inductores los que inducen directamente a otro u otras personas a ejecutar el delito. Todos son corresponsables.
Así que, usted, sin necesidad de ser abogado, podrá calificar quiénes son autores intelectuales, quienes los autores mediatos y quienes los inductores. Por ahora, para fines anecdóticos. Ya llegará el momento en que presenciaremos la aplicación de estas disposiciones legales a los responsables del acto terrorista.
De este acto y de otros. Porque desde el 19 de julio comenzaron a menudear las profanaciones, agresiones y robos en contra de templos católicos en distintos municipios del país. La policía no ha informado de ninguna investigación, mucho menos de algún detenido por los hechos. Dada la ferocidad con que el cuerpo represivo actúa, corresponde preguntarse si les importa, o no, esclarecer estos delitos. Por supuesto que lo más pertinente es presumir, mientras no demuestren lo contrario, que hay una decisión deliberada de encubrirlos.
Por cierto, comenzó a circular con profusión en las redes sociales un video con una escena inexplicable. Un reconocido comisionado de la policía aparece precisamente en la capilla de la Sangre de Cristo, no se sabe en qué fecha. El comisionado se autofilma, de espaldas a la imagen y circula el visor de su celular a lo largo y ancho de la capilla. No hay ningún gesto de devoción porque se encontraba a espaldas de la imagen. Su gesto es de concentración ante lo que está filmando. ¿Qué hacía este comisionado policial filmando con antelación el sitio del siniestro?
En cualquier país del mundo, medianamente democrático, medianamente civilizado, los mandos policiales estarían obligados a explicar ese video y realizar las investigaciones del caso. Naturalmente, con una dictadura satánica enquistada en el poder eso es una quimera.
Solo para que tengamos una idea, aquí nomás en Costa Rica. Un funcionario que ocupaba un cargo de mediano nivel en el ministerio de salud, en su fin de semana se fue de paseo al mar con su familia y lo fotografiaron sin mascarilla. La fotografía circuló en las redes, la recogieron los medios de comunicación y ese fue motivo suficiente para que el lunes el funcionario presentara su renuncia al cargo. Pensar en algo semejante en Nicaragua, por ahora es, como decíamos, una simple quimera. Pero el día llegará.
La policía cerró, pues, su expediente, pero los nicaragüenses no. El acto terrorista queda indeleblemente grabado en la memoria y en la conciencia popular, pero no como un registro pasivo. Vemos la devoción renovada del pueblo católico. Vemos el dolor y el escarnio convertidos en repudio popular al régimen. Vemos la misión profética de la iglesia fortalecida. Vemos la consternación convertida en indignación. Pronto veremos esa indignación expresada en resistencia activa. Es tiempo entonces de fortalecer el espíritu. Tiempo de renovar confianza, fe y esperanzas de que un mejor futuro está hoy mucho más cercano.
Dejar una respuesta