Empresario, demócrata, ciudadano, pensador, periodista, luchador por la libertad en todos los campos. Pero, sobre todo, un hombre que amó a su patria, su geografía y su gente. Un hombre que predicó con el ejemplo, sin claudicaciones. Hoy se cumple un año más del martirio de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
Como homenaje a su memoria vamos a compartir algunos fragmentos de su pensamiento visionario. Comenzamos con uno que él tituló “Persistencia del pasado”. Aquí va:
Pedro Joaquín se pregunta en este escrito sobre las causas del atraso de Nicaragua y él mismo se responde:
“Porque nuestros administradores, autócratas, fueron incapaces, por una parte, de romper con el pasado, y por otra de administrar bien el presente. Aquel es un pasado que nos sobrevive y nos hunde, un pasado que hace imposible el progreso, un pasado contra el cual debíamos unirnos todos los nicaragüenses, para no cosechar en nuestra propia esfera de acción, los mismos resultados que en la suya obtuvieron los regímenes dinásticos, para desgracia de Nicaragua.
Ellos, como nosotros, son hijos del pasado; pero ellos se han quedado mirando hacia la Sodoma que fue el pasado, y por eso abordan el presente sin moverse, sin progresar, convertidos en sal. Nosotros no debemos de mirar hacia atrás. Al contrario, debemos dejar nuestro pasado hundido en la oscuridad y comenzar a comprender también, por qué quienes no hacen eso pertenecen ya al pasado.”
Hasta aquí la cita:
Como podemos notar, ese párrafo pareciera escrito para el momento actual. Es el valor que tienen los planteamientos visionarios.
Es que Ortega colocó el tren de la historia rumbo al pasado y recogió, recoge, y resume las peores lacras de ese pasado. Despotismo. Corrupción. Violaciones a la Constitución y a las leyes. Nepotismo. Prisiones, torturas, crímenes, persecución política. Fraudes electorales. Demagogia. Manipulación personal de las fuerzas represivas. Envilecimiento de la administración de justicia. Aplastamiento de la libertad de prensa…para citar algunas de esas lacras.
Por esta razón Ortega y su camarilla representan el pasado.
Y como él bien dice Pedro Joaquín “Ellos, como nosotros, son hijos del pasado, pero ellos se han quedado mirando hacia la Sodoma que fue el pasado, y por eso abordan el presente sin moverse, sin progresar, convertidos en sal”.
La actual lucha del pueblo nicaragüense en contra de la tiranía de Ortega representa una oportunidad de saltar hacia el futuro. Es una oportunidad, no una garantía, pues llevamos dentro de nosotros el germen del pasado, con independencia de la edad, género o condición social. Un germen que debemos erradicar.
De ahí la validez de la frase de Pedro Joaquín:
“Nosotros no debemos de mirar hacia atrás. Al contrario, debemos dejar nuestro pasado hundido en la oscuridad y comenzar a comprender también, por qué quienes no hacen eso pertenecen ya al pasado.”
¿Y qué significa en el momento actual dejar nuestro pasado hundido en la oscuridad?
En primer lugar, no claudicar en nuestra lucha por recuperar la libertad. En el pasado, otros claudicaron y pactaron con el dictador de turno y quedaron enterrados en el pasado. También enterraron las esperanzas del pueblo. No podemos repetirlo.
Pero eso no es suficiente. Colocarnos de cara al futuro significa asumir nuestra cuota de responsabilidad ciudadana, individual. Fue un tremendo error, de muchos nicaragüenses, apropiarse de frases tales como “yo no me meto en política” o, “a mí la política no me da de comer”, que llevaron al conformismo y a un yo-que-pierdismo de consecuencias fatales. Pues resulta que la política importa. Y mucho. De la política dependen, a fin de cuentas, los trabajos, la tortilla, la salud, los frijoles, la educación, las oportunidades de progresar y un largo etcétera.
Naturalmente, no nos referimos a politiquería y politiqueros. Sino al significado genuino de la política, que es el compromiso con el bienestar general.
Asumir nuestras responsabilidades ciudadanas ejerciendo y defendiendo nuestros derechos, significa también erradicar de nuestra mente que aquí hay salvadores mágicos, seres iluminados que nos van a sacar del atolladero. No más mesías espurios ni caudillos de aquí en adelante. El caudillismo es una lacra del pasado que debemos enterrar de una vez y para siempre.
Pero además significa transformarnos, nosotros mismos, en ejemplos de comportamiento ciudadano en todas las facetas de nuestra vida. Esto supone luchar día a día con nosotros mismos para transformarnos en portadores de cambio. Desde cómo se conduce un vehículo o una motocicleta. Qué hacemos con la basura cuando vamos en un bus. O, si somos comerciantes, qué hacemos con las pesas y medidas. Si nos copiamos o somos honrados en los exámenes, en el caso de los estudiantes. Cómo afrontamos las responsabilidades en el hogar. Si jugamos limpio en los negocios, o respetamos las opiniones y creencias de los demás. En fin.
Una Nueva Nicaragua tiene como condición salir del régimen de Ortega. Es necesario pero no es suficiente. Una Nueva Nicaragua exige también nuevos comportamientos cívicos. En los liderazgos, de todo tipo; en las organizaciones, de todo tipo; y en cada uno de nosotros, como nicaragüenses responsables de nuestra propia historia.
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