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Las familias en Nicaragua: sociedad, valores y luchas

 

 

Hace algún tiempo, no mucho tiempo en realidad, formé parte de un grupo que desarrolló una investigación social sobre lo que en ciencias sociales se conoce como imaginario colectivo. El título del trabajo final es “Creencias, valores y actitudes políticas en Nicaragua”. Los resultados fueron sencillamente sorprendentes y con muy valiosas enseñanzas.

El objetivo que nos propusimos fue, por así decirlo, explorar la mente de los nicaragüenses para conocer cuál es su cosmovisión, su visión de la historia, de su presente y de su futuro, sus valores religiosos y morales, sus opiniones sobre política, economía y la sociedad en que vivimos, sus aspiraciones personales y familiares. En fin. Una amplia diversidad de temas. Para el diseño del trabajo estudiamos experiencias parecidas en otros países, realizamos una encuesta nacional, así como varios grupos focales y de discusión. Tenemos pendiente compartir los resultados. Por hoy, vamos a referirnos a uno de los hallazgos más sorprendentes. Hablaremos de la familia.

En la investigación nos propusimos indagar cuál era el criterio de éxito que prevalecía en nuestra sociedad. Es decir, cuándo se consideraba a una persona como exitosa en su vida. Pretendíamos saber hasta dónde había calado en la mente de los nicaragüenses el individualismo, la ambición de acumular riquezas, propiedades…etcétera.

Grande fue nuestra sorpresa al constatar que el mayor porcentaje de los consultados consideró que para ser una persona exitosa la condición era tener una familia unida. Por encima de riqueza, fama, propiedades y demás bienes materiales, la mayor proporción colocó tener una familia unida a la cabeza de sus preferencias.

Nos pusimos entonces a profundizar cuál podía ser la razón. Nos encontramos lo siguiente:

Ocho de cada diez nicaragüenses de la tercera edad no reciben ninguna pensión. Y sus posibilidades de obtener empleo e ingresos se reducen drásticamente con los años. Para estas personas, tener una familia unida se convierte en una cuestión de sobrevivencia. La cohesión familiar permite que abuelas y abuelos cumplan una función muy útil en la familia ampliada. Si las hijas o hijos trabajan, ellos se quedan al cuidado de los menores y de los quehaceres de la casa. Por supuesto, para esta parte de la población, la unidad familiar es vital.

Por otra parte, de acuerdo a trabajos realizados por FIDEG, un centro de investigación social reconocido por sus trabajos sobre la pobreza, más del 46% de los hogares urbanos en Nicaragua tienen a una mujer como cabeza de familia. En la gran mayoría de estos hogares se trata de mujeres solas. Es lógico concluir que los hijos de estas mujeres aspiran a vivir en una familia unida y, aunque hay una conocida expresión popular que dice vale más estar solo que mal acompañado, se puede conjeturar que la unidad familiar probablemente sea también una aspiración de estas mujeres.

Finalmente, las elevadas cifras de desempleo, subempleo y pobreza solamente pueden ser absorbidas por la solidaridad familiar, repartiéndose las cargas. Igual, con el caso de las migraciones, la madre, el padre, o ambos, se ven obligados a dejar a sus hijos en manos de hermanos mayores, abuelos, tíos o parientes. En este caso la unidad familiar es un asunto de sobrevivencia.

Más allá de estos aspectos de índole material están, por supuesto, los afectivos.

Sin embargo, a pesar de la trascendencia que tiene la familia en nuestra sociedad, para nuestro presente y para nuestro futuro, no es un tema que ocupe el lugar que le corresponde cuando opinamos o debatimos sobre las realidades de nuestro país.

Peor todavía, cuando se debate sobre la familia el tema frecuentemente se deforma al colocar en primer término ingredientes que provocan polémicas inagotables y conducen a callejones sin salida. Quedamos así atrapados frente a posiciones maniqueas, de un lado y otro, y quedan arrinconados los aspectos centrales. Además de la presencia manipuladora del régimen.

En definitiva, moros y cristianos reconocemos que es en la familia donde se siembran y cultivan pautas de comportamiento, valores y antivalores que después se reproducen a nivel individual y a nivel social.

Es muy difícil pensar, por ejemplo, que un padre autoritario en su casa, sea una persona demócrata en la calle. Es muy difícil que una persona violenta en su casa, sea abanderado de la paz en la calle. Es muy difícil que una persona mezquina y egoísta en su casa, sea una persona generosa y solidaria en la calle. Y así podríamos seguir. Es indudable que los comportamientos perniciosos de padres y madres son absorbidos día a día, desde la más tierna infancia. Lo mismo ocurre con las prácticas sanas. De este modo, la familia sirve como correa de transmisión, de generación a generación, de valores o de antivalores.

Y quedemos claros. La familia no es meramente un asunto religioso, o del Estado, o de organizaciones sociales, o de la exclusiva intimidad. Hay, ciertamente, aspectos religiosos, aspectos públicos, aspectos sociales y aspectos íntimos. Pero, en su conjunto, el bienestar y la función de las familias es un asunto de interés general. Sea que hablemos de economía, de educación, de salud, de violencia, de política, de convivencia democrática, de derechos humanos o de justicia.

Por cierto, un asunto que no ha sido suficientemente subrayado es el papel de las familias en la lucha en contra del régimen orteguista. Me atrevo a plantear la tesis de que fue el sentimiento familiar, el sentido de familia, la solidaridad familiar, lo que explotó en abril del 2018. Hijas, hijos, nietos, hermanos, padres, madres y abuelos. Los vimos en las calles enarbolando banderas de libertad y democracia. Vemos a las familias de las víctimas en demanda de justicia. Y son las familias las que soportan y absorben el impacto de las ausencias. Las familias nicaragüenses han sido y están profundamente lastimadas por la dictadura, de distintos modos y en distintas dimensiones: represión, persecución, fallecidos, desempleo, exilio, prisioneros. En las familias se asienta la clave de la lucha.

Si en verdad aspiramos a una sociedad democrática, inclusiva, pacífica, con libertad, derechos, valores, justicia, leyes, con ciudadanos responsables, debemos colocar a la familia como centro de nuestras preocupaciones y proyectos de cambio.

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