En las redes sociales, uno de los alegatos más repetidos por los seguidores del régimen es el tema de las carreteras. Una y otra vez machacan que las nuevas carreteras van, que las nuevas carreteras vienen, que el mantenimiento va, que el mantenimiento viene. Debo decir que también he escuchado comentarios semejantes de ciudadanos comunes y corrientes.
Para poner los «puntos sobre las íes» en este tema vamos a refrescarnos la memoria. Ciertamente, en los últimos años se han construido o reconstruido importantes vías terrestres.
La carretera Acoyapa-San Carlos, por ejemplo, es una excelente vía de comunicación que enlaza una zona de alto potencial productivo que permaneció por siglos aislada del resto del país. Ahora uno puede trasladarse en pocas horas desde Managua a San Carlos transitando por una excelente vía. Lo que no se dice es que esa carretera quedó diseñada por el gobierno de Enrique Bolaños: Hasta el financiamiento quedó asegurado. El régimen, en este caso, encontró la mesa servida.
Otra ruta muy importante es la vía alterna que enlaza el empalme conocido como Guayacán, con la ciudad de Jinotega. Es una ruta que agiliza la conexión de zonas cafetaleras con la capital. Pero esa carretera fue construida con una donación de la Unión Europea y su ejecución comenzó bastante antes de que Ortega asumiera el gobierno. Al régimen sólo le tocó, como se dice, irla a traer.
Una tercera vía es la carretera al Guasaule, fundamental para el transporte intracentroamericano. Esta vía fue completada con recursos del gobierno norteamericano, en el marco de la Cuenta del Milenio. No podemos olvidar que Ortega descalificó ese programa llamándolo “el cuento del milenio”. Después solo fue, como se dice, a pepenar los frutos.
La cuarta ruta es la carretera Nejapa-Izapa, cuya construcción estaba también en el programa de financiación de la Cuenta Reto del Milenio; pero, es bueno recordarlo, a causa del fraude en las elecciones municipales del 2008, Estados Unidos canceló la participación de Nicaragua en ese programa de ayuda. Cuando se produjo la cancelación, Ortega y Chávez anunciaron que Venezuela financiaría la obra con una donación de 50 millones de dólares contantes y sonantes. Al final no se supo si esos recursos llegaron, o no llegaron, el hecho es que la carretera se construyó con un crédito del Banco Centroamericano de Integración Económica. Un crédito que todos los contribuyentes pagaremos. Lo que era una donación, se convirtió en deuda.
Para que no se crea que somos mezquinos, hasta donde sabemos, la carretera a Bluefields es mérito del régimen.
Pasemos ahora al mantenimiento de carreteras. Repasemos los hechos. En agosto del 2000 se aprobó la Ley Creadora del Fondo de Mantenimiento Vial, el FOMAV. De acuerdo con esa ley, el propósito del FOMAV es “Asegurar la ejecución continua del servicio de mantenimiento de la red vial mantenible del país”.
En diciembre del 2005 se publicó la Ley de Creación del tributo especial para el financiamiento del FOMAV. Es un impuesto de 16 centavos de dólar por galón de combustible. 16 centavos por galón de combustible. Con eso se financia el mantenimiento de las carreteras. Al pagar cada galón en las gasolineras, cada consumidor saca de su bolsillo 16 centavos de dólar para aportar al mantenimiento de las carreteras pues el impuesto va incorporado en el precio. Así que si usted es dueño de una moto, de una caponera, de un camión, de un vehículo particular, de un taxi, sepa que cuando se bolsea para pagar el combustible, está contribuyendo también al mantenimiento de las carreteras.
El FOMAV no es pues creación del régimen. Lo encontró hecho y financiado.
Para que tengamos una idea de cuánto representa en plata, el presupuesto del FOMAV del 2019 es de 1.500 millones de córdobas, con todo y la reducción del consumo de combustible. Con semejante suma, en realidad lo que deberíamos preguntarnos es cómo están utilizando ese dinero, a quién y cómo están adjudicando las obras.
Por consiguiente, cuando usted circule por carreteras y caminos y los encuentre en buen estado, sepa que los fondos salieron de su bolsillo. Cuando vea a los trabajadores con uniforme anaranjado. Esos trabajadores los paga usted. Cuando oigan delirar a los comensales o paniaguados del régimen con el tema de las carreteras, díganles que dejen de fachentear con sombrero ajeno. Los fachentos debemos ser nosotros, y no ellos, porque a nosotros nos cuesta el mantenimiento de esas carreteras.
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