El año recién pasado se produjeron cambios de gobierno en México, Costa Rica, Colombia y Brasil. Más recientemente en El Salvador, la elección de Nayib Bukele representa un voto más en el Consejo Permanente de la OEA, en favor de nuestra lucha, pero también introduce un quiebre en la correlación que existía en Centroamérica, rompiendo el marco condescendiente que favorecía a Ortega. Las próximas elecciones serán en Guatemala y en Panamá.
En los procesos electorales reseñados, resultaron electos gobiernos de derecha, de centro y de izquierda. En ningún caso se habló de fraudes electorales. Es la democracia. Los votantes decidieron. Es a lo que aspiramos los nicaragüenses: queremos decidir nuestro destino en libertad y convivencia democrática.
Es evidente que debemos estar atento a la evolución política de los países vecinos dado el relevante papel que desempeña la comunidad internacional en realidades como la que vivimos en Nicaragua.
Distintos gobiernos, medios de comunicación y generadores de opinión parten de la definición política de que el gobierno de Ortega, junto con Venezuela y Cuba integran un triángulo odioso. Y los focos están concentrados en estos últimos remanentes dictatoriales en la región.
Sobre la situación de Venezuela, en primer lugar, debemos destacar, precisamente, el papel de la comunidad internacional. Maduro, igual que Ortega, ha logrado colocar prácticamente a la totalidad de la comunidad internacional en su contra. Los países latinoamericanos, la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos, no se han limitado a las declaraciones, sino que, cada gobierno, dentro de sus propias circunstancias, promueve o acompaña acciones conjuntas. Hasta Uruguay, que comenzó haciendo dupla con México, se desmarcó del gobierno de López Obrador y se asoció al grupo que integran la Unión Europea, países latinoamericanos y europeos. En esta vuelta el gobierno mexicano quedó nuevamente descolgado.
Pero estas realidades son cambiantes. Los mexicanos dieron dos tropiezos, uno con Nicaragua y otro con Venezuela, pero no por ello debemos considerar que es un gobierno enemigo. Como decimos, las realidades son cambiantes y de repente podemos encontramos con una sorpresa.
Vale recalcar que existe coincidencia plena en agotar las opciones pacíficas y negociadas para promover el cambio en Venezuela.
Junto al papel de la comunidad internacional, la otra consideración que corresponde hacer, es sobre el formidable despliegue del pueblo venezolano que, de nuevo, salió masivamente a las calles. De donde menos se espera salta la liebre y allí tienen a Juan Guaidó, que hasta hace unas semanas internacionalmente era un perfecto desconocido, se ha colocado a la altura de las circunstancias, le ha plantado cara a la situación y cara al régimen de Maduro. Lo hemos mencionado en otras ocasiones y lo repetimos ahora: no es lo mismo ser candidato en unas elecciones democráticas, que líder político frente a una dictadura.
La acción de la comunidad internacional, la posición de la Asamblea legislativa venezolana y el desafío de Guaidó, sirvieron de detonante para que el pueblo venezolano se volcara para enfrentar al régimen.
Y esta es otra consideración que debemos subrayar: El pueblo venezolano no es que estaba adormecido. Necesitaba una propuesta, una ruta de salida, un entorno internacional propicio y un liderazgo dispuesto. Y allí está también la oposición, juntando voces y esfuerzos, por encima de sus diferencias.
Hay quienes dicen que, cayendo Maduro, cae Ortega. Si bien existen lazos muy estrechos este ambos dictadores, y entre ambos países, estos procesos no son tan automáticos. No está claro cual será el desenlace en Venezuela, está claro que el régimen de Maduro no tiene futuro, pero los modos y los tiempos están por verse. Por supuesto que cualquier desenlace tendría repercusiones en Nicaragua, pero el llamado efecto dominó no es inexorable. Así que no se trata de dormirnos en nuestros laureles. Tenemos que seguir empujando la carreta. La salida de Ortega del poder está sellada pero faltan episodios de lucha.
Sobre este asunto, hay quienes me han preguntado si en Nicaragua ya se acabaron las protestas. Mi respuesta es, y creo que ustedes comparten la misma opinión, que el rechazo a Ortega en lugar de disminuir, más bien ha aumentado, y se incrementará todavía con el impacto de las brutales medidas económicas que está imponiendo, la reforma a la seguridad social y la reforma tributaria.
Cierto es que, hasta ahora, la represión mantiene sus cadenas, pero la disposición a la rebeldía allí está vivita y coleando, basta una chispa y un hoyito para que vuelva la gente a las calles. Pero se necesita una clara propuesta de cambio, una ruta de salida viable, liderazgos confiables y unidad en la acción de las distintas organizaciones. Es el desafío que tienen por delante las organizaciones opositoras. Todos debemos contribuir a la construcción de esas condiciones. Por encima de las diferencias que podamos tener.
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