En varias oportunidades nos hemos referido al papel que ha desempeñado la comunidad de nicaragüenses residentes en el exterior, en apoyo a la lucha por la libertad, la justicia y la democracia en nuestro país.
A decir verdad, la explosión social desencadenada en abril, también abarcó a los nicaragüenses en el exterior, quienes se han volcado con diversas acciones a nivel de los cinco continentes. El principal rasgo de esas acciones ha sido la solidaridad, más allá de las declaraciones. Superando obstáculos y dificultades, facilitan la acogida en sus países de residencia de quienes huyen del terror impuesto por el régimen. Asimismo, a nivel individual o de grupos, canalizan ayuda humanitaria para contribuir a que nuestros compatriotas mitiguen las penurias del exilio, pero también han desarrollado y desarrollan iniciativas políticas, de opinión pública, de denuncia y movilizaciones tanto frente a gobiernos como ante organizaciones internacionales.
En esta ocasión vamos a referirnos al encuentro que se realizó en Washington los días diez y once de noviembre. Confieso que no soy amigo de la palabra «diáspora». Me inclino más por la frase «nicaragüenses residentes en el exterior».
Lo primero a resaltar es la diversidad y pluralidad de las organizaciones y personas que participaron. Pluralidad en género, edad, etnia y filiación política. Lo resaltamos porque es una evidencia de que la bandera azul y blanco es lo suficientemente amplia como para cobijar, sin distinción, a quienes luchan por una nueva Nicaragua.
En segundo lugar, corresponde resaltar la declaración que fue emitida. Si bien algunos pueden pensar que un documento de once páginas es demasiado extenso para una declaración, ese texto constituye un notable esfuerzo por presentar una visión de conjunto sobre la problemática del país, con balance, y perspectivas de corto y de largo plazo. Es un documento, para los nicaragüenses del exterior, para la comunidad internacional, y para los nicaragüenses de aquí. Todos deberíamos leer ese documento.
Hay tres aspectos de la declaración que quisiera resaltar. Primero, el compromiso de contribuir, ahora, en la lucha en contra del régimen, y mañana, en la reconstrucción de nuestra economía. Citemos el párrafo pertinente:
“…Nos comprometemos a trabajar de manera coordinada, poniendo a un lado cualquier protagonismo, diferencias ideológicas, partidarias o personalistas para respaldar, dar aliento y canalizar nuestro apoyo a los grupos que actualmente están dando la lucha en Nicaragua; y movilizarnos para incidir con mayor fuerza sobre la comunidad internacional y facilitar una transición pacífica hacia una Nicaragua libre, justa y democrática, a cuya reconstrucción material y moral contribuiremos con nuestras remesas, experiencia, tecnología, redes internacionales e inversión.
Consideramos que una vez que salgamos de la dictadura y se sienten las bases de un verdadero Estado de Derecho que garantice que podemos vivir con seguridad, invertir con seguridad y jubilarnos con seguridad, nuestros recursos junto con nuestra experiencia y nuestra participación ciudadana por medio de la cedulación y del voto que no se nos puede seguir negando, darán un gigantesco impulso y sostenibilidad a la economía nacional.»
En nuestra opinión, no solamente se trata del derecho a la cedulación y el voto. Sino a mecanismos efectivos de participación en la construcción de la nueva Nicaragua. Por ejemplo, en otros países se eligen diputados, por la propia ciudadanía en el exterior, que representan su voz e intereses. Deberíamos proponernos ese objetivo.
Otro punto relevante que es oportuno subrayar, ante la miopía de los gobernantes de algunos países centroamericanos, es el mensaje siguiente:
“No puede haber una Centroamérica pacífica y próspera capaz de atraer inversión y turismo a la región, sin una Nicaragua pacífica y próspera, y no habrá una Nicaragua pacífica y próspera con un gobernante dictatorial, sin legitimidad, sostenido por las armas y que tiene las manos manchadas de sangre”.
La postura de varios gobernantes centroamericanos se ha transformado, de hecho, en un muro de contención a las iniciativas de otros gobiernos de la región en el seno de la Organización de Estados Americanos de aplicar a Ortega la Carta Democrática Interamericana.
Igualmente, la declaración aborda una herida lacerante para las familias nicaragüenses: loas prisioneras y prisioneros políticos. “No habrá impunidad y no podemos pensar en Navidades felices y tranquilas sin hacer algo por las necesidades de ellos y sus familiares, incluyendo una defensa adecuada nacional e internacional. Por tanto, hemos decidido iniciar y respaldar campañas dirigida a la denuncia internacional para lograr la liberación de todos nuestros
reos políticos.
Finalmente, subrayamos un potente mensaje que todos deberíamos hacer nuestro: «Nuestra motivación principal es y debe ser asegurar el bienestar de todos los nicaragüenses y las futuras generaciones. Dentro de este contexto también hacemos un llamado a aquellos que aun simpatizan con la dictadura a recapacitar, por su propio bienestar y el de sus familias, y ponerse del lado del pueblo de Nicaragua.»
Se trata de un llamado de mucha sensatez y profundidad.
Por supuesto, no se trató de un encuentro sin sombras. Quedaron varios aspectos por mejorar. No hubo suficiente tiempo para debatir. Fueron demasiados los temas que se quisieron abordar. Algunas decisiones se adoptaron de forma inconsulta y fueron manifiestos algunos estilos que a estas alturas del partido deberían ser parte del pasado. Faltó presencia de los nicaragüenses residentes en países centroamericanos, principalmente de Costa Rica, donde la situación de los refugiados nicaragüenses es angustiosa.
Pero es un primer paso en la dirección correcta. Y un esfuerzo que corresponde reconocer.
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