Una de las armas inesperadas en la lucha por la democracia en nuestro país, resultaron ser las redes sociales. Más de 8 millones de celulares se portan en Nicaragua, según informes recientes. Tenemos más celulares que habitantes.
Cada portador de un celular es un reportero en circulación y en acción. Ningún medio de comunicación tradicional en el mundo tiene a su disposición decenas de miles de reporteros trabajando día y noche. Donde no llegan los medios de comunicación nacionales, allí está un par de ojos alertas, detrás de un ojo digital, que también siempre está en guardia, listo para grabar y publicar.
El aparatito es, además, un reproductor inmediato de informaciones, en texto, en audio, en video, fotografías, dibujos, ilustraciones. Pero no se detiene allí la versatilidad de esta poderosa arma. Se utilizan además para convocatorias, debates, alertas, propuestas, opiniones, denuncias, canciones, expresiones de humor. Muchas de las informaciones llegan en vivo, y aún antes que las den a conocer los medios de comunicación tradicionales. Más bien, en muchos casos estos reporteros ambulantes son fuente de los medios de comunicación.
Y no es exageración aseverar que han salvado vidas. La divulgación de secuestros y capturas, ha impedido en algunos casos que después se les declare desaparecidos. En el peor de los casos al menos sirvieron para dejar señalados a los culpables.
El mismo Ortega, en una de sus intervenciones se refirió al poder de las redes sociales. En realidad, no esperaban que por ese flanco se desplomara toda la inversión que realizaron en sus medios de propaganda.
Llegó a afirmar que la faena cumplida las redes sociales era resultado de una conspiración. Ortega dijo un perfecto disparate porque cuando en una acción política participan millones, pues ya dejó de ser una conspiración. Evidentemente, las redes sociales serían inertes, anodinas o inútiles si no estuvieran miles y centenares de miles de manos, de ojos, de corazones y de mentes comprometidos en la lucha por la democracia.
Por esta vía se incorporó como protagonista en la lucha a la comunidad nicaragüense residente en el exterior. El celular les permite estar tan informados como si estuvieran en Nicaragua. Y les facilita su trabajo de denuncia y de coordinación.
Sobran los ejemplos del papel cumplido por la combinación celular + redes sociales.
Casos trágicos como la muerte del periodista Ángel Gaona o el “me duele respirar” del menor Alvarito Conrado. Centenares de denuncias y registros de los atropellos del régimen. Me viene a la memoria la agresión criminal a la iglesia Divina Misericordia.
La jornada que se organizó para protestar en la sede de Naciones Unidas finalmente desinfló la maniobra de Ortega, que terminó por cancelar su viaje.
El caso de las chimbombas azul y blanco, filmadas en celulares y potenciada por las redes, dejó en el ridículo a las fuerzas represivas del régimen, incluyendo la policía y las turbas diabólicas. Enloquecieron con las chimbombas. O la explosiva campaña del pico rojo.
La vigilia global que se realizó en ciudades de los cinco continentes fue un éxito de las redes.
Sin embargo, es preciso alertar sobre algunos peligros para que estemos en capacidad de neutralizarlos.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que el régimen también actúa en las redes sociales. Utiliza tecnologías, equipos de esbirros y equipos de propaganda para para desinformar, para denigrar o para tender trampas. Allí está el caso de la campaña en contra de Monseñor Báez. Si bien el tiro les salió por la culata, es evidencia que están organizados y activos.
En otros casos, encubiertos con perfiles falsos, o con perfiles verdaderos, se disfrazan de opositores para servir como quinta columna, generando divisiones, esparciendo rumores falsos, sosteniendo posiciones extremas para desmoralizar, promover pugnas o confundir.
Otras veces el mismo régimen hace circular versiones para provocar el descrédito de la información que circula en las redes o para que caigan incautos. Por ejemplo, las versiones de que tal persona fue torturada o está agonizando en el hospital, y después, aparece en un tribunal de justicia. ¿Cuál es propósito? Provocar desconfianza en las redes o que algún medio de comunicación, una organización no gubernamental, un dirigente o un defensor de derechos humanos caiga en la trampa y pierda credibilidad.
Muchas veces nosotros mismos somos reproductores de estas maniobras desinformadoras y colaboramos inconscientemente con el régimen. Se observa también que a veces la desesperación, el entusiasmo o las esperanzas, nos lleva a propalar informaciones que a todas luces carecen de fundamento. Cuando se comprueba que son falsas, la gente queda desconcertada o desanimada.
Que si se está descargando maquinaria bélica en países vecinos. Que si tal funcionario norteamericano declaró tal cosa. Que Naciones Unidas ahora sí va con los cascos azules. Que si Daniel Ortega está gravemente enfermo. Que si todas las redes están intervenidas. Que la policía prohibió el uso de las redes. En fin, son centenares los rumores infundados.
La receta es, en la medida en que sea posible, si tenemos duda sobre la veracidad de una información, mejor no la reproduzcamos y esperemos a confirmarla.
Finalmente está la participación de los fanáticos del régimen que se caracterizan por el lenguaje soez y ofensivo, provocando debates. Cuando caemos en esas provocaciones y les respondemos, no solo retroalimentamos su presencia en las redes, sino que nos amargamos y alejamos a quienes pueden estar interesados en un debate sano. Lo mejor es eliminar sus comentarios o bloquearlos y asunto terminado.
Con estas advertencias, adelante con las redes, a seguir disparando.
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