En estos días una misión del Fondo Monetario Internacional (FMI) está realizando su acostumbrada visita anual a Nicaragua. Es relevante esta misión porque es la primera que se efectúa en el marco de la crisis sociopolítica y por las consecuencias que pueden derivarse de sus conclusiones.
Recordemos que el FMI es un organismo internacional que incluye entre sus atribuciones colaborar en la solución de los desequilibrios económicos que se producen en sus países miembros. Para ello, otorga asistencia financiera que se condiciona a un conjunto de medidas económicas que el gobierno necesitado se compromete a cumplir.
En el caso de Nicaragua, la actuación del Fondo es controversial y las opiniones varían en función de la perspectiva ideológica y de los intereses de quienes las sustentan.
Y nosotros vamos a expresar nuestra opinión, sin cortapisas: En nuestra opinión el FMI ha desempeñado un rol condescendiente con el régimen de Ortega. Más bien, sus actuaciones bordean los límites de la complicidad.
Aquí están nuestras razones:
Cómplice en el despilfarro de oportunidades
Al observar las cifras económicas de Nicaragua, desde el inicio de la gestión de Ortega, cualquier economista medianamente equilibrado podía concluir que la economía nicaragüense era una burbuja subsidiada por la cooperación petrolera venezolana. Mientras duró la abundancia, la economía marchó. Cuando se desplomaron los flujos de cooperación, la economía comenzó a desinflarse y a mostrar sus fragilidades.
Sin embargo, el Fondo volvió a ver para otro lado con la fraudulenta canalización de la cooperación petrolera venezolana, y se unió al coro de alabanzas sobre el comportamiento de la economía nicaragüense.
El régimen despilfarró la oportunidad que representaba la abundancia de recursos y no adoptó una sola medida tendiente a modernizar la economía. Basta revisar los índices de productividad.
El FMI fue cómplice de este despilfarro de oportunidades.
Complaciente con el INSS, las exoneraciones y los subsidios
En sus últimos reportes, el Fondo Monetario ha enfatizado en los siguientes puntos: La crisis del INSS, las exoneraciones fiscales y la revisión de los subsidios.
Comencemos con el INSS. La francachela con los créditos, con los gastos y el turbio manejo de las inversiones, eran hechos públicos, cuya consecuencia obvia era socavar las finanzas de la institución. Y el FMI no dijo ni pan, ni vino, sobre estos temas.
Por otro lado, desde el punto de vista estructural, la raíz de la crisis del INSS ha sido la incapacidad de la presuntamente exitosa economía para generar empleos estables y formales, en cantidad y calidad suficiente. El empleo es uno de los indicadores más sólidos de una “economía robusta”. Los jerarcas del régimen y los burócratas del FMI se regodeaban con las cifras del crecimiento económico, pero volvían a ver para otro lado ante las cifras del subempleo, de la economía informal y la precariedad de las empresas pequeñas y medianas.
En cuanto a la revisión de las exoneraciones y exenciones, es una realidad que se imponía una revisión desde hace rato, ya que el Estado deja de percibir centenares de millones de dólares a causa de los privilegios que se otorgan a empresas en materia de impuestos.
Tanto así, que la reducción gradual de las exoneraciones de impuestos se incorporó en la ley de concertación tributaria, desde el año 2012, bajo un enfoque que ciertamente era razonable. Para conservar los privilegios fiscales las empresas debían obligarse con un programa de generación de empleo, aumento de inversiones y modernización tecnológica. Sin embargo, el régimen, en el marco de sus alianzas empresariales, de un plumazo mandó al basurero estas disposiciones y restableció las exoneraciones de manera indefinida.
Sobre los subsidios, el FMI celebró la aparente eliminación de los subsidios a las tarifas eléctricas. A decir verdad, los subsidios en el sector eléctrico no se eliminaron. Siguen plenamente vigentes, engordando los bolsillos de las empresas generadoras de energía, con ALBANISA a la cabeza, y la empresa distribuidora, la poco mencionada TSK. Los dueños de esas empresas fueron y son los verdaderos beneficiarios de los subsidios.
El cambio fue que, hasta antes de abril de este año, el dinero provenía del presupuesto y se canalizaba, digámoslo así, mediante un bypass, pues iba disfrazado en la tarifa de los consumidores. Ahora el peso sustancial del subsidio se descargó sobre las espaldas de los consumidores, incluyendo empresas.
¿Qué dirá ahora el FMI sobre el INSS, las exoneraciones y los subsidios?
Estaremos atentos.
En conclusión
Finalmente, agreguemos que diversos informes colocaron al régimen como el más corrupto de Centroamérica y el tercer lugar entre los más corruptos de América Latina, lo cual tiene indudables consecuencias económicas.
¿Cuándo el Fondo Monetario habló de corrupción?
Es notorio que operaba un intercambio de beneficios en doble vía: El régimen se presentaba como un alumno aplicado del Fondo, lo que servía para su propaganda. Y el Fondo, por su lado, exhibía al régimen como un ejemplo exitoso, resultado de la aplicación de sus recetas. Un expediente útil para sustentar carreras burocráticas.
En el presente, el régimen está urgido de recursos que le sirvan para enfrentar el descalabro económico en que ha metido al país y estará en disposición de entregar hasta los peroles, a cambio de un programa de asistencia del fondo. Sin embargo, el expediente Ortega ahora es tóxico y es previsible que la burocracia fondomonetarista responda a su fibra política y esté más atenta al curso del proyecto de ley Magnitsky Nica, en el congreso norteamericano, que a los cantos de sirena del régimen.
Estaremos pendientes de las conclusiones de esta misión del FMI.
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