Entre las secuestradas del domingo pasado estaba Marlen Chow. Militante sandinista de los tiempos duros. Al salir del Chipote declaró que estando en la cárcel se pintó los labios y cuando los interrogadores le preguntaron a qué organización pertenecía, Marlen, mujer curtida en estas lides, respondió: a la «asociación de mujeres nicaragüenses pico rojo«.
Y las redes sociales estallaron con esta expresión. Una verdadera explosión de humor y de resistencia. De conciencia y de lucha. Una campaña espontánea que incluso ha llamado la atención a nivel internacional.
Se trata de una manifestación simbólica que retrata una realidad que no ha sido suficientemente destacada, pero que es crucial. Estamos hablando del papel de las mujeres en esta lucha.
Cada vez que asisto a una movilización, siento una mezcla de emoción y de orgullo cuando veo a las mujeres, de todas las edades, con su bandera, con su energía, con sus sonrisas, con sus consignas, con sus cantos, con su determinación. Derrochan valentía y entusiasmo.
Todos las hemos visto, enfrentadas a los antimotines, encarando a las bandas asesinas. Adolescentes y adultas, jóvenes y ancianas, allí están. Allí van. También escuchamos las opiniones que expresan ante los medios: fuerza, lucidez y convicción. Y vemos emerger figuras emblemáticas como doña Coquito y doña Flor.
“Si me van a pasar la cuenta, que me la pasen en dólares” respondió doña Coquito a los esbirros que la amenazaban. Días después la metieron presa. Y en cuanto salió, fue para declarar: sigo en la lucha.
Lo mismo ocurre en el exterior, quienes organizan, encabezan y mueven en su mayoría son también mujeres nicaragüenses.
Ortega está condenado a la derrota porque está enfrentando a nuestra juventud, está enfrentando a la bandera azul y blanco, y todo lo que ella representa, pero, sobre todo, porque está enfrentando la determinación de las mujeres nicaragüenses.
Y nosotros los hombres ya sabemos que cuando una mujer se decide a defender sus derechos no hay manera de contenerla. Y si es a la calle, que sale a defenderlo, hasta el perrito de la casa va detrás.
Una mención especial merecen las madres nicaragüenses. Las madres son el corazón de nuestras familias, de nuestros hogares, de nuestra sociedad.
Madre es, lo sabemos todos, sinónimo de abnegación, de generosidad, de sacrificio, de trabajo, de desprendimiento. No importa la edad, la madre siempre tendrá la mano extendida, sus brazos abiertos y su regazo dispuesto para consolar o abrigar.
Como trabajadora de zona franca, profesional, vendedora ambulante, obrera industrial, comerciante, gerente, enfermera, empleada administrativa, vendedora, trabajadora doméstica, secretaria, empresaria, maestra, campesina o dedicada a los oficios del hogar, las madres cumplen como sostén de familia o ayudando a su sostenimiento, cumpliendo dos o tres jornadas, en la calle y en el hogar, como madre o abuela, día a día, de sol a sol.
Por eso conmueve tanto el sollozo de una madre. Por eso conmueve tanto la lágrima de una madre. Por eso conmueve tanto la angustia de una madre.
Generaciones enteras de madres nicaragüenses han padecido, junto a sus hijos, o detrás de sus hijos, las tribulaciones que acarrea la lucha por la libertad, frente a los tiranos que desgraciadamente han poblado nuestra historia, o las confrontaciones que han desgarrado nuestra sociedad.
Baste recordar el calvario que representó para miles de madres la lucha en contra de la dinastía somocista. El calvario de las madres de los muchachos del servicio militar, en la década de los ochenta, o las madres de los combatientes de la resistencia.
Nuestra historia está plagada de prisiones. Torturas. Muertes en combate. Exilios. Persecuciones. Desaparecidos. Asesinatos.
Y cuando pensábamos que nunca más alguien tendría que escribir un libro que llevara por título “Estirpe Sangrienta”, como el que escribió Pedro Joaquín Chamorro para relatar los sufrimientos de una generación de luchadores por la libertad, el diabólico fantasma encarnó de nuevo. Cuando pensábamos que este martirio no se repetiría nunca más, vemos a madres peregrinar, de cárcel en cárcel, de hospital en hospital, en busca del hijo desaparecido. Las hemos visto con el corazón destrozado ante los ataúdes de sus hijos. O con el cristo en los labios a la espera del hijo que salió a enfrentar a mano limpia y a pecho descubierto las bandas criminales. Y las vemos también, enjugando su dolor, denunciando en los medios de comunicación. Y marchando con valentía y dignidad, alzando las banderas que sus hijos enarbolaron y que sus verdugos pisotearon.
Estamos convencidos de que los dolores de hoy, son dolores de parto, dolores de alumbramiento de una Nicaragua distinta, una nueva Nicaragua en la que nunca más un caudillo la arrebate como su finca, y avasalle a sus habitantes como sus sirvientes. Y asesine. Una Nicaragua con paz, justicia, libertad, derechos y prosperidad compartida.
La libertad está cerca. Las pico rojo son la garantía del triunfo de la libertad.
¡Que viva la rebelión de las pico rojo!
jorgehjimenez
Un régimen como el que encabeza Ortega, aparte de significar un beneficio muy leve al pueblo trabajador de los nicaragüences, es generador de un rechazo muy generalizado del llamado Socialismo Siglo XXI, el cual en realidad tomó como ejemplo el sistema represivo dictatorial del Socialismo Soviético, con degeneraciones que le introdujo el fidelismo en la Cuba revolucionaria, como son los gobiernos vitalicios y con herencia familiar dinástica.