Historias de ayer y de hoy

El proyecto anti nacional de Ortega

Aprovechando que todavía estamos en los días patrios -de hecho, todo septiembre es el mes patrio- vamos a continuar compartiendo reflexiones que nos remiten no solamente a la historia, sino también al presente.

Como decíamos en uno de nuestros comentarios anteriores, en el año 2021 cumpliremos 200 años de vida independiente. A dos siglos de nuestra existencia como nación independiente es imperativo que reflexionemos sobre nuestra trayectoria histórica, nuestro presente y nuestro futuro. Esto es, de dónde venimos, dónde estamos y para dónde vamos.

Hoy vamos a referirnos a nuestra bandera nacional. Si bien se trata de un símbolo, es un símbolo lleno de contenido, de significación y de implicaciones.

Vamos a basarnos en un comentario que compartimos con ustedes, el año pasado, en estas mismas fechas, con ocasión de los días patrios. En esa oportunidad indicamos lo siguiente:

‘Hasta hace no muchos años, casi en cada casa, por muy humilde que fuera, se colocaba en estas fechas una bandera azul y blanco. Un sencillo homenaje a la patria y una renovación de respeto y orgullo. Igual que hice el año anterior, me tomé el trabajo de recorrer varios barrios de Managua y las banderas brillaban por su ausencia.

Más contemporáneamente, también en estas fechas patrias, podía observarse la profusión de vehículos que circulaban en las ciudades principales con sus banderas ondeando al viento.

Puedo hablar de Managua porque no salí a otro lugar. Los pobladores de la capital son testigos de que las banderas azul y blanco desaparecieron de los carros. Solo se ve en los semáforos la evidencia de las ventas fracasadas.

Tenemos que buscar las respuestas ante este hecho, que aun cuando pueda parecer un hecho menor, en verdad tiene mucho fondo y encierra mucha significación.

Alguien podría objetar y decir “pero eso es solamente un símbolo”. Exacto. Ese es el punto. La patria no es algo que se pueda palpar. Es una noción preñada de sentimientos, emociones, realidades y símbolos.

Corresponde en consecuencia plantearnos algunas preguntas sobre las razones de este comportamiento.

¿Estamos perdiendo el orgullo de ser nicaragüenses?

¿Nuestros agobios cotidianos y un modelo político y económico que impone como pautas de conducta el “sálvese quien pueda” y el “todo vale” nos está haciendo perder el sentido de pertenencia?

¿La polarización política y social que sigue profundizando es de tal dimensión que está fracturando ya los fundamentos de la nacionalidad?

Ojalá y que no. Ojalá y que los hechos relatados no tengan esos alcances.»

Esas eran reflexiones de hace un año. Por fortuna, a un año de distancia, la Nicaragua de entonces, no es la Nicaragua de hoy.

Todos somos testigos de cuanto hemos cambiado.

A partir de abril se ha producido una explosión azul y blanco. Una verdadera revolución azul y blanco. Los nicaragüenses, a lo interno y a lo externo del país, enarbolamos, orgullosos, como símbolo de identidad, nuestra bandera nacional. A diferencia de un año atrás.

Y ese símbolo, asumido como estandarte de lucha, marca también la naturaleza esencial de nuestra lucha por la libertad. En definitiva, marca lo que está en juego. La naturaleza de las posiciones que nos enfrentamos en el conflicto actual.

Como hemos visto, el régimen ha reaccionado con furia frente a la bandera azul y blanco hasta convertirla en un símbolo subversivo. Portar la bandera encierra el riesgo de que agresiones verbales, agresiones físicas y aun la represión brutal por parte de las fuerzas policiales y paramilitares.

Pero también tiene una faceta divertida pues hemos visto hacer el ridículo a policías, esbirros y fanáticos persiguiendo y reventando con rabia las chimbombas azul y blanco.

Así, mientras el regimen y quienes le respaldan representan al pasado, defienden a un caudillo, a un partido pol’itico y a una bandera sectaria, la corrupción, el crimen, la impunidad, el engaño. En definitiva, un proyecto antinacional y antipueblo. En contraste, el pueblo nicaragüense mira hacia el futuro, se arropa en la bandera nacional como expresión de una propuesta incluyente, sin caudillos, por encima de sectarismos y banderas partidarias.

A propósito de los días patrios y de nuestra independencia nacional, hoy, a doscientos años, lo que está en juego es acabar con el pasado y encarar el futuro, libres de las cadenas que hemos venido arrastrando a lo largo de estos doscientos años.

De este conflicto vamos a salir, por primera vez en nuestra historia, con un sentido de nación fortalecido, dignos, libres, participativos, soberanos e independientes. Construir ese país será el desafío fundamental una vez que salgamos del régimen genocida.

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