El régimen genocida de Ortega, en la voz temblorosa y entrecortada del canciller Moncada, dio a conocer un comunicado oficial mediante el cual, con una perorata anti intervencionista, rechaza la presencia en Nicaragua del grupo de trabajo conformado por el Consejo Permanente de la OEA. Ese grupo de trabajo, según la resolución que le sirve de base, se constituyó para “contribuir a la búsqueda de soluciones pacíficas y sostenibles a la situación que se registra en Nicaragua, incluso por medio de consultas con el Gobierno de Nicaragua”.
Extraña la reiteración de esa posición por cuanto Moncada ya se había expresado en similares términos el día que se adoptó la resolución y posteriormente Ortega repitió lo mismo.
Por supuesto, carecen de todo fundamento jurídico, político, histórico y moral esos alegatos. Lisa y llanamente se trata de patrañas. Con la hipocresía que les caracteriza, rechazan el injerencismo únicamente cuando les conviene.
Para comenzar, el régimen copatrocinó, a principios de junio, nada más y nada menos que con el gobierno de Estados Unidos, la resolución que formalmente abrió la puerta al Consejo Permanente de la OEA.
Pero también podemos hacer un poquito de memoria y recordar qué hizo el Frente Sandinista en la lucha en contra del somocismo:
Un primer hecho es que el padre Fernando Cardenal, que en paz descanse, compareció ante el Congreso estadounidense -al mismo que acusan ahora de injerencista- para denunciar los atropellos a los derechos humanos cometidos por el régimen de Somoza. El padre Cardenal cumplió está misión por encomienda del Frente Sandinista.
Por otra parte, en el marco de la OEA, en noviembre de 1978, se formó una comisión de mediación integrada por República Dominicana, Guatemala y Estados Unidos, para intentar encontrar una salida negociada a la crisis del régimen somocista. El tema central fue la propuesta de un plebiscito para que el pueblo nicaragüense decidiera democráticamente si Somoza debía irse, o completar su período presidencial. Y vean qué cosas, Somoza estiró y encogió con ese diálogo, para ganar tiempo. Al final el diálogo naufragó cuando Somoza terminó por rechazar el plebiscito. El tirano pensó que había triunfado. Pero ese supuesto triunfo no le duró mucho tiempo porque siete meses después estaba huyendo del país. Lo único que consiguió fue alargar su agonía y con ello la cuota de sangre y sacrificio del pueblo nicaragüense.
El Frente Sandinista estuvo representando en ese diálogo, en una primera etapa, por el Grupo de los Doce.
La Organización de Estados Americanos comenzó a considerar la situación interna de Nicaragua desde septiembre de 1978. Este proceso tuvo su punto culminante en junio de 1979, cuando la reunión de ministros de relaciones exteriores de esa entidad interamericana adoptó una resolución que en su parte medular establece que la solución a la crisis de Nicaragua debía en las siguientes bases:
- “Reemplazo inmediato y definitivo del régimen somocista.
- Instalación en el territorio de Nicaragua de un gobierno democrático cuya composición incluya los principales grupos representativos opositores al régimen de Somoza y que refleje la libre voluntad del pueblo de Nicaragua.
- Garantía de respeto de los derechos humanos de todos los nicaragüenses sin excepción
- Realización de elecciones libres a la brevedad posible que conduzcan al establecimiento de un gobierno auténticamente democrático que garantice la paz, la libertad y la justicia”.
Esta resolución, aprobada seis meses después del fracaso del diálogo, selló el aislamiento total del gobierno de Anastasio Somoza y contribuyó decisivamente a configurar el escenario internacional que otorgó legitimidad a la Junta de Gobierno, instalada en Costa Rica. La Junta asumió el poder al triunfar la insurrección armada. Daniel Ortega, como sabemos, formaba parte de la Junta de Gobierno. Para Ortega no hubo injerencismo.
Pero podemos agregar más. Un representante del Frente Sandinista participó en los debates de la OEA, el padre Miguel Descoto, quien desde el escaño que le cedió el gobierno de Panamá, apoyó las acciones de la OEA en contra del régimen de Somoza .
Podemos seguir citando hechos. Un episodio que pocos recuerdan es que el Frente Sandinista negoció la salida de Somoza con el representante de Estados Unidos, William Bowlder, en el llamado acuerdo de Puntarenas. Entonces no se consideró injerencismo.
¿Y saben qué? El Frente aceptó la permanencia de la guardia nacional y del partido liberal nacionalista. Los acuerdos se desplomaron pero no por voluntad del Frente sino por la decisión de Francisco Urcuyo Maliaños de desconocer los acuerdos y su fallido intento de permanecer en el poder.
Ya en la década de los ochenta, en el marco de los acuerdos de paz, el mismo Daniel Ortega suscribió un convenio con la OEA mediante el cual se encomendó a esa organización la misión de verificar el cumplimiento de los acuerdos de paz. Fue así que se conformó y se instaló la Comisión Internacional de Apoyo y Verificación, mejor conocida como CIAV OEA.
Finalmente, y este es un hecho reciente, el 19 de julio, el canciller venezolano amenazó públicamente con derramar sangre de nicaragüenses, en nuestra propia tierra. Ortega más bien se puso de pie y aplaudió eufórico la intervención del canciller madurista. Para el régimen genocida eso no es injerencismo.
Son hechos registrados en la historia, que conviene recordarlos para desnudar las hipócritas peroratas de los representantes del régimen.
La injerencia de actores extranjeros es buena cuando le conviene, y mala cuando no le conviene. Intervencionismo bueno e intervencionismo malo, a conveniencia del cliente.
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