Si Ortega no tiene escrúpulos para matar, menos todavía que tenga reparos para mentir.
Pero con esa entrevista que brindó a la cadena de televisión norteamericana, Fox News, llegó al colmo de los colmos. Se dice que ese es el canal preferido del presidente Trump y de los sectores más conservadores de Estados Unidos. Y Ortega quería enviarles su mensaje de cordero. Hasta eliminó las banderas rojinegras de su entorno.
En sus cuentas, Ortega iba a dar atol con el dedo al público norteamericano y a sectores influyentes del congreso y de lo que se conoce como el establisment de Washington. Por esa razón se presentó como quien no quiebra un plato. Pero sus mentiras fueron tan groseras que el tiro le salió por la culata.
Afirmó muy campante que no tenía ningún problema con la iglesia, cuando solo unos días atrás, en su discurso del 19 de julio, los acusó de golpistas y de que encubrían grupos armados.
Afirmó que los paramilitares eran promovidos por partidos políticos opositores y financiados por el narcotráfico, mientras el 19 de julio les llamó fuerzas de autodefensa.
Afirmó que jamás se había negado atención hospitalaria a ningún herido, cuando fue documentado por la Comisión interamericana de derechos humanos que fue política oficial negar atención a los heridos y, para no ir muy largo, cuando se atacó a la iglesia la divina misericordia, se hicieron intensas gestiones, incluso de carácter internacional, para que los criminales comandados por Ortega interrumpieran el bloqueo impuesto a las ambulancias y poder así trasladar a los heridos.
Afirmó que nadie había fallecido en ninguna iglesia, cuando múltiples declaraciones, videos y reportajes dieron cuenta del fallecimiento dentro de esta misma iglesia, del joven Gerald Vásquez.
Afirmó que ninguna manifestación había sido atacada, cuando fue un escándalo internacional la masacre del día de las madres.
Y cerró con broche de oro afirmando que jamás se le había pasado por la mente establecer una dinastía.
Solo la desesperación o la arrogancia puede explicar que cometiera semejante disparate, por cuanto es obvio que la opinión pública internacional está debidamente informada por reportajes, videos, testimonios, declaraciones y artículos de opinión, de los medios de comunicación más prominentes a nivel mundial.
Casi de inmediato que terminó la entrevista televisiva se produjo la primera reacción, nada menos que por vía del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, quien escribió en su cuenta de tuiter “La violencia patrocinada por el estado en Nicaragua es innegable. La propaganda de Ortega no engaña a nadie y no cambia nada. Más de 350 muertos a manos del régimen. Estados Unidos pide al gobierno de Ortega que ponga fin a la violencia AHORA y celebre elecciones anticipadas: ¡el mundo está mirando!«.
Más tarde, la vocera del departamento de estado fijó la siguiente posición: «El gobierno de los Estados Unidos condena la violencia y la intimidación constantes por parte de los grupos armados controlados por Ortega en Nicaragua. Esto incluye el arresto arbitrario de 700 nicaraguenses opositores al gobierno de Ortega. Nosotros también condenamos los ataques a la iglesia y sus lideres. Los ataques a protestantes están ampliamente documentados por organismos internacionales y son completamente inaceptables. El gobierno de Nicaragua no puede continuar justificando estos comportamientos y culpando a otros grupos por estas acciones. Nos unimos a la comunidad internacional para pedir elecciones anticipadas, libres, justas y transparentes y la protección de los derechos humanos«.
Aprovecho para aclarar que en Estados Unidos se le llama departamento de estado a lo que en todos los demás países del mundo, se le llama ministerio de relaciones exteriores. Así, el secretario de estado, es el ministro de relaciones exteriores de estados unidos.
Por si faltara algo, el miércoles la Cámara de Representantes del congreso norteamericano aprobó una resolución de condena al régimen de Ortega, con el añadido de que la resolución se adoptó de forma unánime por la totalidad de los congresistas, republicanos y demócratas, algo absolutamente inusual.
En este contexto, es notoria la atención que dedican a Nicaragua dos de los políticos más destacados de Estados Unidos: el vicepresidente Pence y el senador Marco Rubio. Difícilmente dos personajes de ese relieve están aplicando tanta inversión política en Nicaragua si no están determinados a concretar una solución.
En resumen, a las mentiras de Ortega reaccionaron de manera inmediata y coincidente el Vicepresidente, el Departamento de Estado y el Congreso norteamericano. Todo parece indicar que existe ya una política definida hacia Nicaragua y asumida por las estructuras de poder en Estados Unidos, basada en tres puntos: condena al gobierno de Ortega por las violaciones a los derechos humanos; demanda al cese de la represión y elecciones anticipadas. Además, la disposición a profundizar las sanciones.
Ahora tenemos a Ortega enfrentado a la iglesia católica, a sus obispos, sacerdotes y feligresía; enfrentado a la empresa privada, enfrentado a los estudiantes, a los campesinos, a la juventud, a las mujeres, es decir, al pueblo nicaragüense; enfrentado a la comunidad de organizaciones internacionales de derechos humanos; enfrentado a la OEA, cuestionado por la Unión Europea y por el Secretario General de Naciones Unidas, y deslizándose por la pendiente del enfrentamiento con Estados Unidos.
Obviamente, Ortega no va a salir de este atolladero.
El problema es que Ortega marca el calendario de su salida en vidas humanas y no en días. El precio de su salida, Ortega lo cobra en sangre.
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