La lucha que libra el pueblo nicaragüense por su libertad recibió ayer un formidable empujón por parte de los países miembros de la Organización de Estados Americanos. Un apoyo que representa, a la vez, el más fuerte golpe que en el campo internacional ha recibido el régimen genocida de Ortega, en el marco de la crisis actual.
En concreto ¿cuál es la significación de lo que aconteció ayer en la sesión del Consejo Permanente de la OEA?
Comencemos por los contenidos de la resolución.
En primer lugar, se reconoció legitimidad a la insurrección cívica que con tanto sacrificio lleva adelante nuestro pueblo. Todas las patrañas del régimen y sus alegatos de golpismo, conspiración extranjera, terrorismo y demás embustes, rodaron por los suelos. Ya no engañan a nadie y más bien hicieron el ridículo.
En segundo lugar, se condenó la represión desatada por el gobierno y se exigió el desmantelamiento de los grupos parapoliciales. En este caso, se desnudaron las falsedades que llegaron a exhibir en anteriores sesiones, negando cínicamente que en Nicaragua existieran fuerzas parapoliciales.
En tercer lugar, se confirmó el reconocimiento oficial al informe presentado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Este reconocimiento tiene una especial relevancia por cuanto el informe de la CIDH describe los distintos atropellos cometidos por las bandas criminales del régimen, incluyendo torturas, desapariciones, detenciones ilegales, ejecuciones extrajudiciales, entre otros crímenes, todos ellos constitutivos de delitos de lesa humanidad. Si queremos leerlo bien, esto significa que el régimen de Ortega fue señalado, por un órgano de la trascendencia del Consejo Permanente, como delincuente internacional.
En cuarto lugar, se expresa un firme respaldo al Diálogo Nacional y se hace un llamado a que el gobierno participe activamente y de buena fe en dicho diálogo. Un diálogo que ya Ortega no quiere. De hecho, ya había comenzado a mover a sus secuaces, incluyendo a sus partidos mercenarios, para instalar su propio diálogo. Esa estratagema, también rodó por la borda. La expresión “de buena fe” es un indicador de que los gobiernos del continente estaban persuadidos de que Ortega ha estado actuando de mala fe todo este tiempo.
En quinto lugar, se reitera el respaldo al trabajo de la CIDH y de las otras instancias que están presentes en el país. Si bien estas entidades no han tenido capacidad para detener la matanza, sí desempeñan un importante papel en el frente internacional.
Finalmente, el propio Consejo Permanente declara su voluntad de considerar otras medidas y mecanismos que estime apropiados para una solución pacífica a la situación que enfrenta Nicaragua. Es decir, el proceso sigue abierto.
¿Qué valor podemos atribuirle a esta resolución?
Probablemente una persona muy impaciente, o muy exigente, o muy desconocedora de los procedimientos y prácticas político-diplomáticas, podría opinar que se trata de una resolución que Ortega no está obligado a cumplir y, como no contiene sanciones, tiene poca relevancia.
Una opinión semejante carecería de fundamento. Como afirmamos al inicio, se trata del golpe político más fuerte que ha recibido Ortega en el campo internacional. Y aun cuando la resolución no contiene sanciones, debemos considerar que en estos ambientes se camina paso a paso. Si vemos hacia atrás, observaremos que la resolución es resultado de un proceso que comenzó con la invitación a la CIDH, a partir de uno de los primeros acuerdos del Diálogo Nacional. Continuó con el informe preliminar de esa organización. Siguió con la presentación del informe oficial a la Asamblea General de la OEA, a mediados de junio, y cierra un primer capítulo con esta resolución de condena. Como decíamos, es parte de un proceso gradual.
La firme y amplia voluntad política que se expresó en las distintas intervenciones de la gran mayoría de los representantes, el conocimiento a fondo de la situación y los posicionamientos también de fondo que mostraron, son claras evidencias de que la OEA seguirá marcando el paso y acompañando la lucha de los nicaragüenses por su libertad.
No es menos importante el hecho de que la resolución establece una plataforma política para que determinados gobiernos puedan adoptar sus propias decisiones. En este sentido, el anuncio de la presentación en el congreso norteamericano de la iniciativa denominada “Ley para los Derechos Humanos y lucha contra la corrupción en Nicaragua”, que sí contiene sanciones difícilmente podrá señalarse como una medida unilateral pues dispone ahora de una base multilateral.
Por otra parte, hay que destacar lo oportuno en el tiempo de esta resolución. La embestida criminal de los últimos días tenía, entre otros propósitos, alimentar la moral de la minoría que todavía respalda al régimen y posibilitar que Ortega apareciera hoy, 19 de julio, con un discurso de victoria, proclamando que no había tranques en el país, que estaba triunfando el amor, que la conspiración terrorista estaba siendo derrotada, y otras patrañas del mismo tenor. Ese plan también se vino al suelo. Después de la estrepitosa derrota en la OEA, podrá decir lo que se le antoje y proclamar las victorias que quiera, pero cualquier cosa que diga, lo hará con una espina en la garganta..
Por lo que a nosotros corresponde, debemos estar claros que, sin el sacrificio del pueblo nicaragüense, jamás la comunidad internacional habría dado los pasos que ha dado en apoyo a la lucha por la libertad. Corresponde sentirnos alentados y reconfortados con esta victoria, pero todavía queda caña que moler, deberemos continuar por el mismo camino de lucha, con más ánimo y determinación porque las condiciones han cambiado: Ortega está completamente aislado y desacreditado internacionalmente, y nosotros contamos con el abierto respaldo de la comunidad internacional.
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