Ayer se anunció la reanudación del diálogo nacional. Un diálogo cada vez más complejo, porque de un lado están los representantes de criminales confesos, de delitos de lesa humanidad, los cuales, además, reinciden en sus crímenes. Y por otro, representantes de las víctimas.
De un lado, los representantes de una mafia aferrada al poder, como medio para seguir amasando fortunas; y de otro, un pueblo que aspira a la libertad, la paz, la justicia.
La reanudación se anuncia en un contexto de recrudecimiento de la violencia de las fuerzas represivas del régimen, con el agravante de que comienzan a multiplicarse los secuestros de jóvenes y a menudear los desaparecidos. Nadie duda de que este tipo de operativos únicamente se encuentran al alcance de la policía, o de los grupos paramilitares que, todos lo sabemos, actúan bajo la protección de la policía.
Ayer mismo, los nicaragüenses pudimos observar cómo las fuerzas antimotines, en una embestida brutal, disparaban a diestra y siniestra contra la población, sin objetivo definido. Tan ciega fue la embestida que, Incluso, víctimas podrían haber sido las propias madres o padres, o hermanos de los agresores y ni siquiera se habrían percatado. Los antimotines aparecieron montados en camionetas doble cabina, blancas y grises. Curiosamente es la misma descripción de las camionetas que se han visto en los operativos homicidas realizados por enmascarados, las últimas noches y días.
También pudimos ver en los canales de televisión a una camioneta doble cabina que atacó a los estudiantes de la UNI, al ser perseguida por motorizados pasó rauda por las vallas protegidas de policías y se refugió en las instalaciones de El Carmen. Los nicaragüenses ya lo sabíamos, ahora ya tenemos confirmado dónde está el cuartel general de las turbas diabólicas de Ortega.
En estas condiciones, son cada vez más los nicaragüenses convencidos de las malas intenciones de Ortega con el diálogo. Y la verdad es que monarca no se ha cuidado de guardar la más mínima apariencia en cuanto a sus intenciones. Las maniobras dilatorias han sido públicas. Las agresiones criminales también públicas. Y flagrante es el incumplimiento de lo acordado.
En nuestro artículo de ayer («El único lenguaje que Ortega entiende») nos referimos al compromiso adoptado por los representantes del régimen de asumir las recomendaciones de la misión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Al reanudarse el diálogo la primera exigencia debería ser que cumpla con esos compromisos, en particular el cese de la represión, el desmantelamiento de los grupos paramilitares y el procesamiento a los culpables de los crímenes. Y como ya sabemos que aquí no hay justicia imparcial, se debe exigir que cuanto antes se proceda a conformar una comisión de la verdad, que sea de verdad.
Si no cumple los compromisos ya asumidos ¿por qué vamos a creer que cumplirá los compromisos que adopte más adelante?
Todos debemos exigir que Ortega comience a cumplir, desde ahora, los compromisos adoptados en el diálogo.
De igual manera que un diálogo sin acuerdos carece de sentido, un diálogo con acuerdos que no se cumplen, también carece de sentido.
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