Política y Realidades nacionales

Que se vayan…que se vayan!

El día de ayer todos los nicaragüenses fuimos protagonistas, o testigos, de una de las demostraciones cívicas más monumentales de la historia de nuestro país. Tal vez solamente sea superada por la formidable jornada electoral del 25 de febrero de 1990.

Para quienes no asistieron y conocen Managua tengan una idea: La cabeza de la marcha ya había llegado al UPOLI y todavía no terminaba de salir la gente de la rotonda de Metrocentro. Si consideramos que también en otras ciudades del país se realizaron movilizaciones, estamos hablando de centenares de miles de nicaragüenses.

Pero además de expresar nuestro regocijo, corresponde extraer enseñanzas que nos ayuden a alumbrar la ruta de la recuperación de nuestros derechos ciudadanos y, en especial, de nuestro derecho a construir un país con democracia y con un porvenir decoroso para las familias nicaragüenses.

A nuestro entender la primera enseñanza es precisamente la del civismo. Miles y miles y miles marchamos ayer tarde. Allí no hubo pedradas. Allí no hubo ningún atropello a la propiedad privada. Allí no hubo ninguna agresión. Ningún acto de violencia. Todo se realizó en orden. Aunque ya lo sabemos, quedó demostrado sin jerónimo de duda, dónde se origina la violencia y quién controla la violencia. No aparecieron por ningún lado los motorizados ¿quién les dio la orden de contenerse? Tampoco aparecieron las hordas paramilitares ¿quién los escondió?. Tampoco apareció la policía. Ni motorizados, ni hordas criminales ni policía. Y hubo paz y civismo.

Ortega en su última intervención calificó de irracional lo que estaba ocurriendo en Nicaragua. Estamos de acuerdo en la calificación de irracional. Pero estamos claros también en qué mentes y en qué corazones anida esa irracionalidad.

El segundo aspecto a destacar fueron los mensajes del pueblo. Una y otra vez se escuchaba a lo largo de la marcha “No eran delincuentes, eran estudiantes”, marcando así el colosal disparate que cometió Ortega al pretender minimizar, con el escarnio, las muertes provocadas por las fuerzas represivas del régimen.

Ortega, que fue un rebelde en su tiempo y hasta guardó prisión acusado de delincuente ¿cómo es posible que se le haya ocurrido denigrar como delincuentes a los estudiantes abatidos por balas asesinas de las fuerzas represivas?

Como señalamos ayer, el agravio de Ortega quedó clavado en el corazón de los nicaragüenses y ya no podrá borrarse de la memoria de la juventud, ni del pueblo.

El siguiente mensaje es que la crisis del INSS pasó a un segundo plano. De hecho, no escuché una sola expresión sobre el INSS. Se reclamaba justicia. Se reclamaba libertad de expresión. Se reclamaba libertad para los presos políticos. Pero la expresión que más se repetía es “que se vayan, que se vayan”.

La crisis, señoras y señores, es del régimen dictatorial.

La tercera enseñanza que puede extraerse es que ha nacido una nueva fuerza social. Sin caudillos. Sin partidos. Sin banderas sectarias. Ciudadanos y ciudadanas. Los fundamentos de la paz y de la patria quedaron allí expuestos, cobijados en la bandera azul y blanco.

Más allá de si Ortega utiliza o no el mecanismo del diálogo como estratagema,   estamos ante un hecho inédito en la historia del país. La gente dijo basta. Y Ortega tendrá que medir, de aquí en adelante, cada uno de sus pasos. Y hasta sus palabras. El pueblo dijo ¡BASTA!

Y a propósito de diálogo. Para que Ortega libere a los presos políticos, no se necesita diálogo.

Para que Ortega dé cuenta de las decenas de ciudadanos nicaragüenses que no aparecen, no se necesita diálogo.

Para que se cancele el bloqueo al canal cien por cien noticias no se necesita diálogo.

Para que se respeten los derechos humanos, no se necesita diálogo.

Si Ortega efectivamente quiere diálogo y paz, tiene la oportunidad de demostrarlo adoptando esas medidas.

A decir verdad, el asunto central es que Ortega está en franca minoría y tiene muy poco que ofrecer al país. Lo único que puede hacer, es contribuir a establecer condiciones para que los nicaragüenses podamos enrumbar la patria por una ruta de paz, libertad, justicia y prosperidad.

Y debe hacerlo pronto.

El mensaje de fondo  que dejaron esos centenares de miles que se movilizaron ayer es que exigen un cambio. Ortega puede hacer el camino más racional o más irracional. Más doloroso o menos doloroso. Puede imponer, igual que Somoza, un nuevo calvario al pueblo nicaragüenses, o ponerse a la altura de la historia y allanar el camino.

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