Hoy es 18 de diciembre. Por declaración de Naciones Unidas, este día ha sido designado como el “Día Internacional de los migrantes”. Se estima que más de un millón de nicaragüenses residen en el exterior. Y por allí debemos empezar, por dejar de utilizar la palabra migrantes nicaragüenses y referirnos a los “nicaragüenses residentes en el exterior”. Son tan ciudadanos nicaragüenses como los que estamos aquí.
Hasta esa deuda tenemos con nuestros compatriotas. Celebrar su día. No hablemos del gobierno. Porque han demostrado que no les importan como seres humanos, sino solo los dólares. Pero hay organizaciones sociales que deberían aprovechar este día para reconocer y poner de relieve la contribución de estos nicaragüenses a la paz social, al alivio de la pobreza y a la estabilidad y al crecimiento económico del país. A un elevado costo para quienes están por allá y para sus familias.
Es elemental que expresemos nuestro reconocimiento a estos compatriotas que han buscado en otras tierras las oportunidades que nuestro país no les ofrece. Ellos y ellas, desde donde están, cumplen un papel decisivo aunque no siempre es justamente valorado.
Con los niveles de desempleo y subempleo que abaten a la mayoría de los nicaragüenses y con los bajos salarios, muchas familias no podrían enviar a los muchachos a las escuelas, ni tener una vivienda o atender sus problemas de salud, o satisfacer sus necesidades elementales, comenzando por la comida, sin la contribución del trabajo de sus parientes en el exterior. Pero no solo las familias se benefician de ese sudor y de ese sacrificio. El país entero es el que se sostiene con su contribución.
Anotemos solamente algunos datos:
Tal como van los registros, al concluir el 2017 el monto de las remesas enviadas al país por canales formales se acercará a los 1400 millones de dólares. Ese ingreso de divisas es decisivo para mantener la estabilidad macroeconómica que tanto pregonan los voceros gubernamentales: la estabilidad de la tasa de cambio, el control de la inflación y del déficit fiscal no podrían sostenerse sin los flujos de remesas. Es decir, sin el trabajo de los nicaragüenses en el exterior.
Para que tengan una idea más aproximada veamos algunas simples comparaciones: las remesas representan la mitad de la totalidad de las exportaciones de productos al exterior. También equivalen a más del 60% del total de impuestos que se pagan en el país. Además supera holgadamente el total de las inversiones extranjeras que ingresan a Nicaragua. Y aquí los jerarcas y los paniaguados del régimen se llenan la boca hablando de las inversiones extranjeras. Y están bien esas inversiones, lo que está mal es que nunca se destaque el papel de las remesas que son una forma de inversión económica y social.
Haremos otra comparación. El total de la cooperación internacional que recibió el sector público en el 2016 fue 570 millones, incluyendo los flujos provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, del Banco Mundial, del BCIE y de cooperantes bilaterales.
En resumen: las remesas familiares superan las inversiones externas, la cooperación internacional y representan la mitad de las exportaciones totales del país y más del 60% de los ingresos en concepto de impuestos.
Pero hay algo que jamás mencionan los voceros gubernamentales ni sus comensales: la contribución de las remesas en el alivio de la pobreza. Según el Banco Mundial, la reducción de la pobreza se debe principalmente al impacto de las remesas familiares y no a los programas gubernamentales. Son los pobres, con su trabajo en el exterior, los que evitan que los niveles de pobreza se eleven. No son ni los programas ni las políticas gubernamentales. Lo confirman también los estudios de FIDEG, un centro de investigación dirigido por personas afines al gobierno. Según FIDEG, sin remesas la pobreza en Nicaragua sería seis puntos porcentuales mayor de lo que actualmente es.
Pero más allá de los números, hay una dimensión humana que debemos colocar por encima de todo. Es la otra cara de la moneda: ¿Cuántas familias desintegradas? ¿Cuántas humillaciones y sufrimientos en el exterior?
Y como ciudadanos ni siquiera tienen derecho al voto.
Un último pero no menos importante aspecto a destacar sobre los nicaragüenses residentes en el exterior es la dimensión cultural, que no siempre es visible. Basta recordar que Rubén Darío y Salomón de la Selva fueron migrantes. Tampoco podemos olvidar la dimensión política, porque Augusto Sandino también fue un trabajador migrante. Los tres, desde sus propios planos, hicieron contribuciones decisivas al afianzamiento de la nacionalidad nicaragüense.
Reconozcamos pues y valoremos el papel que cumplen en beneficio del país los nicaragüenses residentes en el exterior, varones y mujeres. Les enviamos también nuestro saludo afectuoso hoy Día Internacional del Migrante.
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