El Banco Mundial publicó recientemente un extraordinario estudio denominado “Aprender”. Se trata de un documento que contiene tal cantidad de enseñanzas, experiencias y recomendaciones que debería servir de materia de estudio en nuestras universidades; debía ser tema de debate público pues concierne a todos; y también debería servir como referencia obligada para educadores, pedagogos, maestros, expertos y para organizaciones sociales y centros de investigación.
Con base en una cantidad impresionante de datos y de análisis, el documento presenta un estado de situación sobre la educación a nivel mundial. Establece comparaciones entre países que, en primer lugar, evidencian la distancia que separa a los países desarrollados de los países rezagados. Igualmente ofrece información sobre la desigualdad existente al interior de los países, entre la niñez y juventud de mayor ingreso y la niñez y juventud de menores ingresos.
Para que nos demos una idea. Brasil es la mayor economía de América Latina y el estudio destaca las mejoras alcanzadas por ese país sudamericano; sin embargo, al momento de analizar el ritmo al que marchan tales mejoras los autores del informe descargan una afirmación brutal: Los jóvenes brasileños necesitarán 75 años para equiparar el puntaje promedio en matemáticas de los jóvenes de los países desarrollados, y necesitarán 260 años para alcanzarlos en lectura. ¡Qué les parece! Y esto que estamos hablando de Brasil.
No obstante, hay casos ejemplares como Vietnam y Corea. Citemos el caso de Vietnam, un país que vivió décadas de guerras destructivas. Pues bien, Vietnam dio la sorpresa en las últimas pruebas internacionales al mostrar que los estudiantes de quince años tenían un nivel de rendimiento equivalente a los jóvenes de Alemania, a pesar de la enorme disparidad de ingresos existente entre los dos países.
El estudio parte de la base de que una cosa es la escolaridad, esto es, estar matriculado y asistir a la escuela, y otra cosa muy distinta es el aprendizaje, esto es, los conocimientos y destrezas que se adquieren. Los niños y jóvenes pueden asistir a la escuela pero no aprender ni a leer ni a escribir correctamente.
Seguramente algunos de ustedes se estarán preguntando qué dice el estudio sobre Nicaragua. Bueno, el estudio dice que en pruebas realizadas en nuestro país casi el 70% de los niños de segundo grado no sabían hacer una resta de dos dígitos. Y de los alumnos de tercer grado, solo la mitad pudo sumar cinco más seis…Según el Banco Mundial la mitad de los niños de tercer grado no pudieron sumar un cinco más un seis.
Una verdadera desgracia que se ensaña en nuestra niñez imponiendo una condena de por vida: analfabetismo funcional, si solamente cursan los seis años de escolaridad; sin oportunidades de calificación técnica, si solamente cursan el bachillerato; incompetencia profesional, si tienen la suerte de cursar una carrera universitaria. En conclusión: tenemos aquí uno de los motores que alimentan el ciclo de reproducción de la pobreza. Y de frustraciones vitalicias. De personas, familias y del país en su conjunto.
¿Quiénes son los responsables? ¿Cuáles son las soluciones? ¿En manos de quiénes están esas soluciones? Por supuesto, hay responsables y hay soluciones.
La publicación de la organización financiera internacional coincidió en el tiempo con el anuncio de la UNAN Managua de que había ampliado el número de carreras en las cuales se eliminaban los exámenes de admisión. Y todavía más, uno de los vicerrectores declaró que entre el 30% y el 50% de los estudiantes desertaba en la mayoría de las carreras universitarias. ¿Cómo explicar semejante despilfarro?
…Y esto que no estamos hablando de calidad de la educación superior.
El estudio plantea una cantidad de recomendaciones de carácter general y otras de carácter específico. La primera recomendación es que para establecer un sistema educativo sólido se requiere realizar un diagnóstico a fondo sobre el estado del sistema educativo. Y, sobre bases objetivas, definir las políticas apropiadas, teniendo en cuenta que por más innovaciones que se incorporen en las aulas no se alcanzarán mejoras significativas si el sistema no favorece el aprendizaje debido a la presencia de obstáculos técnicos o políticos.
En Nicaragua, por hoy, ni siquiera es posible elaborar un diagnóstico serio: las estadísticas se esconden, o se distorsionan con fines de propaganda. A la par, se atribuye mayor valor a las actividades partidarias que se imponen a docentes y estudiantes, por encima de las actividades de enseñanza y aprendizaje.
Resulta revelador un video publicado por el diario La Prensa donde se observa la reacción de personeros del régimen ligados al sector educativo ante las preguntas periodísticas: uno, altaneramente, dio la espalda y no abrió la boca; otro, cínicamente, se declaró ofendido por los datos; y una tercera no supo qué responder.
El informe plantea que un buen sistema educativo se traduce en libertad individual y bienestar social. En el caso de las personas, fomenta el empleo, incrementa el ingreso, mejora la salud y reduce la pobreza. A nivel social, impulsa el crecimiento económico de largo plazo, estimula la innovación, fortalece las instituciones y promueve la cohesión social. Afirmaciones que están abundantemente demostradas.
La realidad es que si queremos salir del atolladero en que estamos, cualquier propuesta de cambio debe colocar por encima de todo, mejorar la calidad de la educación, en todos sus niveles. Se trata de un compromiso moral. Una prioridad política. Una necesidad social. Y una inversión estratégica. La buena noticia es que se puede.
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