Hoy compartiremos dos noticias sobre dos importantes aspectos de la evolución económica del país. La primera es sobre la deuda externa y la segunda sobre las remesas familiares. Ambas representan ingreso de dólares a la economía nacional, solo que la deuda hay que pagarla y las remesas se originan en el sudor y sacrificio de nuestros compatriotas en el exterior.
La primera –la deuda- es resultado de créditos que se supone deberían traducirse en inversión en infraestructura, producción o programas sociales. La segunda –las remesas- primordialmente se dirige a aliviar las necesidades básicas de hogares pobres, pues los emisores de remesas son pobres, en su gran mayoría.
Comencemos con la deuda externa. La mala noticia es que según el Banco Central, al cerrar el primer semestre del año en curso, la deuda externa total sobrepasó los once mil millones de dólares. Vamos pues, rumbo a los doce mil millones. La composición de esta deuda es la siguiente: Más de la mitad, esto es, el 53% corresponde a deuda privada. El otro 47% es deuda del Estado, esto es, deuda pública.
Para medir la gravedad de la deuda se utilizan los denominados indicadores de solvencia. El primero es proporción con respecto al Producto Interno Bruto: en el 2011, el total de la deuda externa representaba el 79% del PIB. Al cerrar el año 2016, ese porcentaje había crecido al 83%. En cristiano ¿Qué significa esto? Que en estos cinco años la deuda ha crecido a un ritmo mayor al que ha crecido la economía. Otra forma de decirlo es que una parte de la deuda, en lugar de dedicarla a la inversión se ha dedicado al consumo. O sea que nos hemos comido una parte de los créditos.
Otro dato a tener en cuenta es que, según el Banco Central, casi la mitad de los desembolsos de la deuda del estado se dirigieron a la administración pública, esto es, al mismo gobierno. Únicamente el 15% se orientó a salud, educación y otros servicios sociales. A la producción prácticamente cero. En estas condiciones corresponde preguntarnos qué utilidad tiene seguir endeudándonos de esta manera.
La buena noticia es que el ritmo creciente del endeudamiento privado se pasmó. Para que tengamos una idea: al finalizar el 2011 la deuda privada ascendía a US$ 2676 millones de dólares. Para el 2016 llegó a 5921. Es decir, que en siete años, la deuda privada se elevó en más de 3 mil millones de dólares. Sin embargo, para el primer semestre de este año ese dinamismo se pasmó.
Es doblemente buena esta noticia. Primero, porque se contuvo el crecimiento de la deuda. Segundo, porque la principal causa de esta disminución es el desplome de la cooperación petrolera venezolana. Como sabemos, al desplomarse los precios del petróleo, también se desplomó el monto de los créditos petroleros. Menos mal, porque esos flujos únicamente servían para enriquecer a la camarilla gobernante.
Persiste, sin embargo, la gran duda, sobre las espaldas en quiénes recaerá el pago de la deuda con Venezuela, que se acerca a los 4 mil millones de dólares. En otras ocasiones hemos tocado este punto. Los créditos otorgados por Venezuela fueron apropiados fraudulentamente por la camarilla gobernante. Sin embargo, como parte del contubernio con el gobierno venezolano, esta deuda fue transferida a ALBANISA. La cada vez más famosa ALBANISA. Si bien, hasta ahora los voceros del régimen siguen sosteniendo que la deuda con Venezuela es de carácter privado, no podemos descuidarnos porque esta gente es muy capaz de cometer el acto criminal de transformar esa deuda privada en deuda pública.
La otra noticia concierne a las remesas familiares. Según el Banco Central, en el primer semestre de este año los ingresos por este concepto ascendieron a 664 millones de dólares. Un crecimiento superior al 9% en comparación al primer semestre del año anterior. Si esta tendencia persiste, al finalizar el año las remesas rondarán los 1400 millones de dólares. 1400 millones de dólares es una inyección formidable a la economía. Si no es valorada por el régimen, debería ser valorada por los distintos sectores de nuestro país.
Redondeando los números, 6 de cada diez dólares que ingresan al país en concepto de remesas provienen de Estados Unidos. Dos dólares de cada diez, provienen de Costa Rica. Y un dólar de cada diez, provienen de España. Las remesas que vienen de Estados Unidos y de España se elevaron casi en un 20% en este período. En cambio, disminuyeron los flujos provenientes de Costa Rica y de otros países. Managua, Chinandega, Estelí, León y Matagalpa, en ese orden, son los principales departamentos receptores de remesas.
En resumen, más deuda, deuda estéril que ni eleva producción ni reduce pobreza. Y más remesas que, a fin de cuentas, son la principal causa de reducción de la pobreza.
Hoy compartiremos dos noticias sobre dos importantes aspectos de la evolución económica del país. La primera es sobre la deuda externa y la segunda sobre las remesas familiares. Ambas representan ingreso de dólares a la economía nacional, solo que la deuda hay que pagarla y las remesas se originan en el sudor y sacrificio de nuestros compatriotas en el exterior.
La primera –la deuda- es resultado de créditos que se supone deberían traducirse en inversión en infraestructura, producción o programas sociales. La segunda –las remesas- primordialmente se dirige a aliviar las necesidades básicas de hogares pobres, pues los emisores de remesas son pobres, en su gran mayoría.
Comencemos con la deuda externa. La mala noticia es que según el Banco Central, al cerrar el primer semestre del año en curso, la deuda externa total sobrepasó los once mil millones de dólares. Vamos pues, rumbo a los doce mil millones. La composición de esta deuda es la siguiente: Más de la mitad, esto es, el 53% corresponde a deuda privada. El otro 47% es deuda del Estado, esto es, deuda pública.
Para medir la gravedad de la deuda se utilizan los denominados indicadores de solvencia. El primero es proporción con respecto al Producto Interno Bruto: en el 2011, el total de la deuda externa representaba el 79% del PIB. Al cerrar el año 2016, ese porcentaje había crecido al 83%. En cristiano ¿Qué significa esto? Que en estos cinco años la deuda ha crecido a un ritmo mayor al que ha crecido la economía. Otra forma de decirlo es que una parte de la deuda, en lugar de dedicarla a la inversión se ha dedicado al consumo. O sea que nos hemos comido una parte de los créditos.
Otro dato a tener en cuenta es que, según el Banco Central, casi la mitad de los desembolsos de la deuda del estado se dirigieron a la administración pública, esto es, al mismo gobierno. Únicamente el 15% se orientó a salud, educación y otros servicios sociales. A la producción prácticamente cero. En estas condiciones corresponde preguntarnos qué utilidad tiene seguir endeudándonos de esta manera.
La buena noticia es que el ritmo creciente del endeudamiento privado se pasmó. Para que tengamos una idea: al finalizar el 2011 la deuda privada ascendía a US$ 2676 millones de dólares. Para el 2016 llegó a 5921. Es decir, que en siete años, la deuda privada se elevó en más de 3 mil millones de dólares. Sin embargo, para el primer semestre de este año ese dinamismo se pasmó.
Es doblemente buena esta noticia. Primero, porque se contuvo el crecimiento de la deuda. Segundo, porque la principal causa de esta disminución es el desplome de la cooperación petrolera venezolana. Como sabemos, al desplomarse los precios del petróleo, también se desplomó el monto de los créditos petroleros. Menos mal, porque esos flujos únicamente servían para enriquecer a la camarilla gobernante.
Persiste, sin embargo, la gran duda, sobre las espaldas en quiénes recaerá el pago de la deuda con Venezuela, que se acerca a los 4 mil millones de dólares. En otras ocasiones hemos tocado este punto. Los créditos otorgados por Venezuela fueron apropiados fraudulentamente por la camarilla gobernante. Sin embargo, como parte del contubernio con el gobierno venezolano, esta deuda fue transferida a ALBANISA. La cada vez más famosa ALBANISA. Si bien, hasta ahora los voceros del régimen siguen sosteniendo que la deuda con Venezuela es de carácter privado, no podemos descuidarnos porque esta gente es muy capaz de cometer el acto criminal de transformar esa deuda privada en deuda pública.
La otra noticia concierne a las remesas familiares. Según el Banco Central, en el primer semestre de este año los ingresos por este concepto ascendieron a 664 millones de dólares. Un crecimiento superior al 9% en comparación al primer semestre del año anterior. Si esta tendencia persiste, al finalizar el año las remesas rondarán los 1400 millones de dólares. 1400 millones de dólares es una inyección formidable a la economía. Si no es valorada por el régimen, debería ser valorada por los distintos sectores de nuestro país.
Redondeando los números, 6 de cada diez dólares que ingresan al país en concepto de remesas provienen de Estados Unidos. Dos dólares de cada diez, provienen de Costa Rica. Y un dólar de cada diez, provienen de España. Las remesas que vienen de Estados Unidos y de España se elevaron casi en un 20% en este período. En cambio, disminuyeron los flujos provenientes de Costa Rica y de otros países. Managua, Chinandega, Estelí, León y Matagalpa, en ese orden, son los principales departamentos receptores de remesas.
En resumen, más deuda, deuda estéril que ni eleva producción ni reduce pobreza. Y más remesas que, a fin de cuentas, son la principal causa de reducción de la pobreza.
Hoy compartiremos dos noticias sobre dos importantes aspectos de la evolución económica del país. La primera es sobre la deuda externa y la segunda sobre las remesas familiares. Ambas representan ingreso de dólares a la economía nacional, solo que la deuda hay que pagarla y las remesas se originan en el sudor y sacrificio de nuestros compatriotas en el exterior.
La primera –la deuda- es resultado de créditos que se supone deberían traducirse en inversión en infraestructura, producción o programas sociales. La segunda –las remesas- primordialmente se dirige a aliviar las necesidades básicas de hogares pobres, pues los emisores de remesas son pobres, en su gran mayoría.
Comencemos con la deuda externa. La mala noticia es que según el Banco Central, al cerrar el primer semestre del año en curso, la deuda externa total sobrepasó los once mil millones de dólares. Vamos pues, rumbo a los doce mil millones. La composición de esta deuda es la siguiente: Más de la mitad, esto es, el 53% corresponde a deuda privada. El otro 47% es deuda del Estado, esto es, deuda pública.
Para medir la gravedad de la deuda se utilizan los denominados indicadores de solvencia. El primero es proporción con respecto al Producto Interno Bruto: en el 2011, el total de la deuda externa representaba el 79% del PIB. Al cerrar el año 2016, ese porcentaje había crecido al 83%. En cristiano ¿Qué significa esto? Que en estos cinco años la deuda ha crecido a un ritmo mayor al que ha crecido la economía. Otra forma de decirlo es que una parte de la deuda, en lugar de dedicarla a la inversión se ha dedicado al consumo. O sea que nos hemos comido una parte de los créditos.
Otro dato a tener en cuenta es que, según el Banco Central, casi la mitad de los desembolsos de la deuda del estado se dirigieron a la administración pública, esto es, al mismo gobierno. Únicamente el 15% se orientó a salud, educación y otros servicios sociales. A la producción prácticamente cero. En estas condiciones corresponde preguntarnos qué utilidad tiene seguir endeudándonos de esta manera.
La buena noticia es que el ritmo creciente del endeudamiento privado se pasmó. Para que tengamos una idea: al finalizar el 2011 la deuda privada ascendía a US$ 2676 millones de dólares. Para el 2016 llegó a 5921. Es decir, que en siete años, la deuda privada se elevó en más de 3 mil millones de dólares. Sin embargo, para el primer semestre de este año ese dinamismo se pasmó.
Es doblemente buena esta noticia. Primero, porque se contuvo el crecimiento de la deuda. Segundo, porque la principal causa de esta disminución es el desplome de la cooperación petrolera venezolana. Como sabemos, al desplomarse los precios del petróleo, también se desplomó el monto de los créditos petroleros. Menos mal, porque esos flujos únicamente servían para enriquecer a la camarilla gobernante.
Persiste, sin embargo, la gran duda, sobre las espaldas en quiénes recaerá el pago de la deuda con Venezuela, que se acerca a los 4 mil millones de dólares. En otras ocasiones hemos tocado este punto. Los créditos otorgados por Venezuela fueron apropiados fraudulentamente por la camarilla gobernante. Sin embargo, como parte del contubernio con el gobierno venezolano, esta deuda fue transferida a ALBANISA. La cada vez más famosa ALBANISA. Si bien, hasta ahora los voceros del régimen siguen sosteniendo que la deuda con Venezuela es de carácter privado, no podemos descuidarnos porque esta gente es muy capaz de cometer el acto criminal de transformar esa deuda privada en deuda pública.
La otra noticia concierne a las remesas familiares. Según el Banco Central, en el primer semestre de este año los ingresos por este concepto ascendieron a 664 millones de dólares. Un crecimiento superior al 9% en comparación al primer semestre del año anterior. Si esta tendencia persiste, al finalizar el año las remesas rondarán los 1400 millones de dólares. 1400 millones de dólares es una inyección formidable a la economía. Si no es valorada por el régimen, debería ser valorada por los distintos sectores de nuestro país.
Redondeando los números, 6 de cada diez dólares que ingresan al país en concepto de remesas provienen de Estados Unidos. Dos dólares de cada diez, provienen de Costa Rica. Y un dólar de cada diez, provienen de España. Las remesas que vienen de Estados Unidos y de España se elevaron casi en un 20% en este período. En cambio, disminuyeron los flujos provenientes de Costa Rica y de otros países. Managua, Chinandega, Estelí, León y Matagalpa, en ese orden, son los principales departamentos receptores de remesas.
En resumen, más deuda, deuda estéril que ni eleva producción ni reduce pobreza. Y más remesas que, a fin de cuentas, son la principal causa de reducción de la pobreza.
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