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Los camaradas de Ortega

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La semana anterior se produjeron algunos acontecimientos en el ámbito internacional que es preciso reseñar pues forman parte de nuestro entorno inmediato, unos con mayor repercusión que otros, pero todos con algún grado de incidencia en nuestro país.

Comencemos con el cambio climático. En esta materia podríamos decir que el futuro ya llegó. Según distintos estudios, los tres últimos años han sido los años más calurosos desde que se tiene registro. Y el año 2016 el más caluroso de todos.

Si solo fuera calor, las consecuencias del cambio climático no serían tan graves. El problema es que las consecuencias amenazan con acabar con países enteros, arruinar cosechas y economías, desencadenar nuevas y viejas enfermedades, desplazar poblaciones como resultado del aumento en el nivel de los mares, provocar sequías, inundaciones y huracanes, con su secuela de destrucción, hambrunas y tragedias.

¿Cuáles son las causas del cambio climático? La mayoría de los científicos considera que la causa principal es la emisión de determinado tipo de gases, los cuales provocan el calentamiento global.

Evitar que sigan aumentando las temperaturas del planeta ha sido objeto de investigaciones, debates, negociaciones y acuerdos a nivel internacional. El más reciente de esos acuerdos es el denominado Acuerdo de París sobre cambio climático, aprobado a fines del año 2015 por 195 países. En esencia, el principal compromiso de los países suscriptores es implantar políticas y medidas que disminuyan la emisión de gases nocivos, por ejemplo, reduciendo la utilización del carbón y derivados del petróleo como fuente de energía.

China, Estados Unidos, India y Europa son los principales emisores de gases en la actualidad, y en consecuencia los principales responsables del calentamiento global. Aunque en realidad, hoy se sufren las consecuencias de años de abuso en el pasado.

La gravedad del problema, las dificultades que se superaron para alcanzar el Acuerdo y el compromiso que contrajeron la casi totalidad de gobiernos del mundo se encuentran en la base del rechazo generalizado que está provocando el anuncio que hizo a finales de la semana anterior el presidente de Estados Unidos, de desconocer los compromisos del Acuerdo de París.

Son las ironías de la vida. Cuando se suscribió el acuerdo en diciembre del 2015, solamente dos gobiernos no firmaron. Siria fue uno de ellos. ¿A que no adivinan cuál fue el otro gobierno? El gobierno de Ortega.

Ahora estos tres gobiernos están juntos en su rechazo al Acuerdo de París: Trump, Assad y Ortega. Aunque con Trump también le une la política anti inmigrantes. Ni Trump quiere migrantes, ni Ortega tolera el paso de haitianos, africanos, cubanos y de otras nacionalidades que son perseguidos con saña por el régimen.

Y es que no solo en el ámbito interno son llamativas las mancuernas de Ortega. También lo son en el ámbito internacional. Recordemos otras. Junto con Corea del Norte es el único gobierno que rompió con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el PNUD. Además, acompaña a tres países en el mundo que reconocieron las provincias separatistas de Abjassia y Osetia, en Europa Oriental, lo que nos acarrea la amenaza inminente de sanciones por parte del gobierno de Estados Unidos.

Además de Rusia y Venezuela ¿Saben cuál fue el otro “país” que reconoció a las provincias separatistas Abjassia y Osetia? Esto si es divertido. Se llama Nauru. Es un islote con una extensión que es la quinta parte del municipio de Ciudad Sandino…¡con once mil habitantes!

El otro acontecimiento internacional relevante es la reunión de cancilleres de la Organización de Estados Americanos, OEA, convocada para abordar la crisis de Venezuela. Los cancilleres no lograron ponerse de acuerdo en una resolución, aparentemente por divergencias con algunos gobiernos de las islas del Caribe. No hay vueltas que darle. Esta falta de acuerdo concedió un respiro político al régimen de Maduro, al menos en el campo internacional. Los cancilleres volverán a reunirse en el transcurso de este mes de junio. Esperemos que tengan la suficiente energía y lucidez para corresponder al doloroso sacrificio que realiza el pueblo venezolano por recuperar la democracia. En este foro la mancuerna de Ortega con su patrocinador Nicolás Maduro no ha sufrido fisuras. Maduro no se puede quedar de la obsecuencia de Ortega.

Finalmente, un hecho para tomar nota y que bien podría denominarse: el capital no tiene ideología.

Se dio a conocer la información de que la institución financiera Goldman Sach, que tiene entre sus principios no realizar transacciones con gobiernos dictatoriales, concretó una operación de compra de bonos de Venezuela que permitirán ingresos oxigenar la desfalleciente economía venezolana. Son los llamados bonos del hambre. No importó a la entidad global que sus fondos alimenten a un régimen que diariamente atropella los derechos humanos, comenzando por el derecho a la vida. Maduro, por su parte, que se desgañita con sus desaforados discursos en contra del imperialismo, no tuvo reparos en realizar una negociación financiera con una de las expresiones más conspicuas del capitalismo financiero mundial. En la operación Goldman Sachs compró bonos venezolanos por menos del 40% de su valor, asegurándose una sustanciosa ganancia. Y los dólares refrescarán un poco la precaria economía venezolana, con una deuda que cargarán los gobiernos venideros.

Otro tanto hizo Ortega al contratar a una de estas empresas calificadoras con el propósito de que reporten la “prosperidad” de la economía nicaragüense con la esperanza de que puedan captar créditos privados en los mercados internacionales y seguir endeudando al país.

Las finanzas no tienen ideología, ni moral.

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