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Cuando la tiranía se hace ley LA REBELIÓN ES UN DERECHO

Como se ha informado, Nicolás Maduro consumó un golpe de estado al anular las facultades de la Asamblea Nacional y concentrar, en los hechos, la totalidad de los poderes públicos. La marrullería es de la misma especie que aplica Ortega: utilizó el control del poder judicial para dar desde allí el garrotazo con un fallo tan bestia que pareciera escrito por Chicón Rosales.

Evidentemente ese zarpazo dictatorial del mandamás venezolano no es una expresión de poder, sino más bien, una expresión de la crisis terminal en que se encuentra el régimen que heredó de Chávez.

Es una barbaridad lo que han hecho con ese país. Internacionalmente a Venezuela se le conoce como un país exclusivamente petrolero, pero tiene tantos recursos que sería un país rico, aún sin explotar una gota de petróleo.

Poco se conoce en el exterior que, además de ser uno de los países con mayores reservas de petróleo del mundo, también posee gigantescas potencialidades hidroeléctricas. Y formidables reservas de minerales, incluyendo hierro, bauxita y oro. Notables capacidades para la industria siderúrgica. En su territorio hay desiertos, hay nieve en los andes, unos llanos donde ser pierde la vista en un horizonte interminable, donde se podrían alimentar millones de cabezas de ganado, una selva amazónica con amplios espacios vírgenes, un rico literal oceánico que incluye ricas especies marinas, y bellas playas e islas. En fin. Todavía más, en los gobiernos anteriores a Chávez, mediante un conjunto de programas de formación de recursos humanos lograron enviar al exterior a cantidad de jóvenes a especializarse en universidades europeas y norteamericanas.

Pero no pudieron administrar semejante potencial. Los gobiernos democráticos fueron abatidos por la corrupción. El capítulo más trágico lo escribió el chavismo que despilfarró miles de miles de millones de dólares, pues le tocó gobernar durante un prolongado período en el que los precios del petróleo superaron los cien dólares el barril. Corrupción. Incompetencia. Y la imposición de un modelo económico trasnochado.

Es verdaderamente un crimen que a pesar de tanta riqueza, el pueblo venezolano se debate en la escasez de bienes esenciales, padezca una de las inflaciones más elevadas del mundo, y se sumerja en la desnutrición y la miseria.

Por si fuera poco, un país que salió airoso en la época en que América Latina se encontraba erizada de dictaduras militares, ha sido llevado al borde del abismo, al borde de un estallido de violencia, al imponerse un régimen dominado por una mafia corrupta.

El pueblo venezolano, a pesar del rígido control ejercido por el régimen y las diversas formas de intimidación y chantaje, se expresó de manera rotunda en las elecciones legislativas otorgando una mayoría absoluta a las organizaciones políticas opositoras. Pero la voluntad popular es lo que menos importa a las camarillas corruptas. Lo que les importa es mantenerse en el poder, si es necesario a sangre y fuego.

Y esa es la ruta que están imponiendo. Es importante que los cómplices, los comensales, las comparsas y los paniaguados del régimen de Ortega tomen nota y se vean en ese espejo. Porque esa es la ruta hacia la que Ortega lleva a nuestro país. Es la ruta que debemos evitar.

Expresamos nuestra solidaridad con el pueblo venezolano, con las organizaciones políticas democráticas, con los prisioneros políticos y con los dirigentes democráticos.

Expresamos también nuestro repudio al zarpazo dictatorial.

Expresamos nuestro ferviente deseo de que con el apoyo de la comunidad internacional el pueblo venezolano tenga oportunidad de decidir soberanamente su presente y su futuro. Una solución que debe encontrarse prontamente para ahorrar dolor y sufrimiento al pueblo venezolano.

Estemos claros. Una solución democrática en Venezuela nos acerca a los nicaragüenses a sacudirnos nuestra propia rémora.

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