Oswaldo Payá era un opositor cubano que falleció hace pocos años en un sospechoso accidente automovilístico. Sus familiares jamás se dieron por satisfechos con la forma en que se llevaron a cabo las investigaciones sobre las verdaderas causas de la muerte, ni con las diligencias judiciales que el régimen cubano practicó.
Su hija, Rosa María Payá, se ha convertido en una activa dirigente juvenil que se opone al régimen cubano. Rosa María preside la organización CUBADecide y también la Red Latinoamericana de jóvenes por la democracia. Hace unos meses visitó Nicaragua y compareció en varios medios de comunicación mostrando notable madurez, moderación y lucidez.
Ambas organizaciones y la Fundación para la Democracia Panamericana convocaron al premio Oswaldo Payá, Vida y Libertad. Varios luchadores por la democracia de distintos continentes fueron postulados. El capítulo de Nicaragua de la Red de Jóvenes por la Democracia postuló a Fabio Gadea Mantilla.
El comité seleccionador finalmente resolvió adjudicar el premio a Luis Almagro, Secretario General de la OEA y se organizó el acto de premiación para realizarse en La Habana, el 22 de febrero. Al acto estaban invitados personalidades latinoamericanas. La ceremonia de premiación se transformó en todo un episodio político diplomático pues el gobierno de Cuba negó el ingreso a los invitados, entre los cuales estaban Mariana Aylwin, hija del primer presidente chileno electo democráticamente después de la dictadura de Augusto Pinochet. También se negó el ingreso a un expresidente mexicano. Tanto la cancillería de México como la de Chile expresaron su censura. El caso más resaltante, sin embargo, fue la negativa de visa al Secretario General de la OEA, Luis Almagro. Los argumentos utilizados son los mismos de siempre: prestarse a actividades provocadoras anticubanas.
El mismo Almagro, que proviene de una organización y de un gobierno de izquierda en Uruguay, frente a las acusaciones del gobierno cubano afirma en una carta pública “sería bastante ridículo que luego de 58 años de revolución, tanto el bienestar del pueblo cubano, como las relaciones bilaterales con Estados Unidos dependieran de esta ceremonia”.
Y en efecto, se trata de una exageración. Y una ridiculez. Lo que pasa es que para un régimen dictatorial toda expresión de oposición se considera una amenaza intolerable. Estas actitudes, más que resultado de la fortaleza, son resultado del miedo.
Declaramos nuestra solidaridad con Rosa María Payá, con su familia, y con aquellos que como Rosa María luchan, dando la cara y asumiendo riesgos, por los derechos humanos y por la libertad del pueblo cubano. En mi opinión, el régimen cubano hace rato dejó de ser un referente para la izquierda decente.
En Nicaragua conocemos muy bien esas actitudes. La más reciente ocurrió precisamente el 21 de febrero. Ortega, después de diez años de ejercer el poder, finalmente compareció supuestamente a presentar su informe anual.
A pesar de la obligación constitucional, nunca lo hizo en los nueve años anteriores. ¿Por qué no lo hizo? Obviamente porque en la Asamblea Nacional habían diputados opositores y tenía miedo a escuchar cualquier crítica a su gestión.
Ahora sí compareció aunque no para rendir ningún informe sino para lanzarse uno de sus acostumbrados discursos cada vez más disparatados, cada vez más esotéricos, cada vez más alejados de la realidad.
Ortega quería una Asamblea integrada por súbditos, por cómplices y por gánsteres. Ahora la tiene. Quería aplausos, sonrisitas y ojitos, y ahora los tiene. Es el monarca.
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