Una noche como la de anoche, hace un año, se produjo la masacre de las Jagüitas.
Como resultado de un operativo policial, que nunca terminó de aclararse, se provocó la muerte de 2 menores, graves lesiones en otros dos y el fallecimiento de una joven madre. El hecho conmocionó la conciencia nacional y ocasionó indignación en amplios sectores de la población. El régimen respondió con el grosero intento de manipular el dolor de la familia de las víctimas, mostrando que el cinismo se ha vuelto política de estado, pues, cada vez con mayor frecuencia los principales personeros del régimen hacen gala de un descaro sin límites.
En contraste, la familia doliente ofreció a la sociedad una lección de dignidad, en particular la madre de dos de las víctimas, Yelka Ramírez.
Seis meses después de la masacre la policía ni siquiera había devuelto el vehículo siniestrado y tampoco había indemnizado los daños a la familia, tal como lo establece la ley. Y Yelka, salió a la calle, frente al propio recinto policial, a reclamar sus derechos. Al final, nunca se supo si esta indemnización se produjo o no.
En su comunicado oficial, la policía declaró que estaban implicados 14 de sus miembros, sin embargo, solamente fueron acusados y condenados 9 agentes, por dos delitos menores: homicidio imprudente y exposición de personas al peligro. Todos autores materiales del hecho. Los responsables superiores del operativo jamás fueron mencionados.
Corresponde recordar que el vehículo quedó con 48 impactos de bala. Esto significa que los disparos se realizaron deliberadamente. No por imprudencia, negligencia o descuido. Además, los disparos no fueron al aire, ni a las llantas. Fueron disparos a matar.
El comportamiento de la policía, en este hecho y en otros, conduce a la conclusión de que toda la ciudadanía está expuesta a tragedias semejantes independientemente de si circula de día o de noche; en campo o ciudad; a pie o en vehículo; en zonas aparentemente seguras o zonas expuestas; si está en su casa, en la cárcel o en la calle; si es hombre o mujer; si es adolescente, niña o niño.
Por tal razón, es importante traer a la memoria la tragedia para remarcar algunas disposiciones legales que regulan la actuación de la policía.
Empecemos por repasar qué funciones asigna la ley a la policía nacional. El artículo 2 de la ley creadora de ese cuerpo armado establece:
¨La Policía Nacional tiene por misión en todo el territorio nacional proteger la vida, la integridad y la seguridad de las personas y sus bienes; el libre ejercicio de los derechos y libertades de las personas, garantizar el orden público, la convivencia social, la prevención, la persecución del delito en general…¨
Esa es la función que le asigna la ley.
Es exactamente el cumplimiento de esa misión lo que debemos exigir a la policía, en todos sus niveles y en todo el territorio nacional.
¿Qué no los cumple?
¿Y por eso vamos a bajar los brazos y dejar de exigirlo?
Ahora repasemos qué establece la ley sobre el uso de armas de fuego por la policía.
El artículo 6 de la misma Ley policial consigna:
¨Las armas de fuego solamente se utilizarán cuando exista el riesgo racionalmente grave para su vida, su integridad física o la de terceras personas, O con el propósito de evitar la comisión de un delito particularmente grave que entrañe una seria amenaza para la vida, o con el objeto de detener a una persona que represente ese peligro, que oponga resistencia a la autoridad, y solo en caso que resulten insuficientes las medidas menos extremas para lograr dichos objetivos…¨
Eso dice la ley. Y corresponde resaltar la última frase: «…solo en caso que resulten insuficientes las medidas menos extremas para lograr dichos objetivos…». Es decir, solamente cuando se hayan agotado otros recursos y resulte inevitable la utilización de armas de fuego.
¿Que esa ley no se cumple y que hay muchos policías que son gatillo alegre?
Esa no es razón suficiente para cansarnos de exigir su cumplimiento.
Una y otra vez debemos recordarlo. Y una y otra vez debemos exigirlo.
Finalmente, aunque en las presentes circunstancias parezca una burla sangrienta, leeré el artículo 5 de la ley de la policía que consigna como principio fundamental de la función policial lo siguiente:
¨El Ser humano es el centro y la razón de ser de la actividad policial, por tanto constituye un elemento transversal en nuestro modelo policial, el respeto profundo al ser humano y a su dignidad; la protección y defensa de sus derechos inalienables, su vida, seguridad, libertad y demás garantías consagradas en la Constitución Política y en especial la defensa y protección a los derechos de la mujer, niñez y adolescencia…¨
¿Porque la policía se aleja cada vez más de esa disposición vamos a renunciar a exigirlas?
No señores. Todo lo contrario.
Debemos recordar estas disposiciones y jamás resignarnos. Jamás renunciar a exigir su cumplimiento. Mientras más nos compenetremos de que es justa y legítima la aspiración a tener una policía que cumpla con su propia ley, más dispuestos estaremos a comprometernos con la defensa de nuestros derechos.
No es tiempo de bajar los brazos.
No es tiempo de resignarnos al ejercicio arbitrario del poder.
Mientras más nos sumemos a la lucha por exigir que las autoridades cumplan con las leyes, más posibilidades tendremos de lograrlo. Más posibilidades tendremos de acelerar el tiempo y acercarnos a un cuerpo policía que, como dice la ley, tenga un respeto profundo por el ser humano y su dignidad. Esos seres humanos somos nosotros.
Todos nosotros.
Brenda Gómez
Reblogueó esto en EXPRESO.
jesaenz
Muchas gracias por reproducir el artículo, Brenda. Saludos,
Luis
Que barbaro, tu sabiduria, sentido y claridad de palabra son a la par de Carlos Fernando Chamorro los dos faros que iluminan la situacion de nuestra querida patria. Como quisiera que personas como vos tuvieran una mayor influencia en nuestro acontecer politico. Son peronas como ustedes las que necesitamos dirigiendo el barco para el bien de todos. Gracias.
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jesaenz
Muchas gracias por tu amable comentario, Luis. Espero que estés bien. Saludos,