Distintas personas y en distintos ambientes se expresa la opinión de que una de las dificultades de la oposición política al régimen de Ortega es que no hay UN líder.
Otros, más abiertamente, afirman que se necesita un caudillo para derrotar a Ortega.
Sin embargo, cuando uno revisa la historia se encuentra que el caudillismo ha sido uno de los grandes males que ha padecido nuestro país. Y no ha resuelto nada.
La independencia de España se logró sin un disparo. Y sin caudillos. Los caudillos vinieron después y comenzaron las interminables guerras, con caudillos a la cabeza y pueblo como carne de cañón.
Apartando el período de los llamados 30 años conservadores, que terminaron precisamente por el afán continuista de Roberto Sacasa, llegamos a Zelaya, después a Emiliano Chamorro, para caer en Somoza García y más tarde en Somoza Debayle. Fernando Agüero también lo fue y ya ven en lo que quedó. Desgraciadamente, cuando los caudillos parecían desterrados, emergieron Alemán y Ortega.
No hay caudillismo “bueno”.
Sólo tragedias para el pueblo. De las dictaduras caudillistas a la guerra civil, de la guerra civil a la intervención extranjera, de la intervención extranjera a las componendas de cúpulas, de ahí nuevamente a las dictaduras y de las dictaduras a la guerra. Y así nos hemos pasado la historia, reemprendiendo una y otra vez el mismo ciclo fatal.
Precisamente, la historia reciente nos enseña que los episodios más cruciales se han desarrollado sin caudillos.
Comencemos por la lucha en contra de la dinastía somocista.
¿Tuvimos un caudillo a la cabeza? ¿Verdad que no?
Al contrario, los principales dirigentes de la lucha en contra del somocismo ni siquiera tenían rostro. La mayoría no eran conocidos por la población. Y sin embargo la gente fue a luchar, y triunfó, sin caudillo. El régimen somocista se desplomó, cuando su caudillo se marchó.
Más tarde, en la década de los ochenta, la Resistencia Nicaragüense tampoco tuvo caudillo. Y sin embargo la Resistencia mantuvo su lucha y fue un factor decisivo en el proceso que desembocó en las elecciones de 1990, que trajeron la paz y abrieron puertas a la democracia en el país.
En la contienda electoral de 1990, cuando el triunfo del Frente Sandinista se consideraba ya escrito, para sorpresa mundial la mayoría de los nicaragüenses, en medio de grandes dificultades, fueron a votar por doña Violeta Barrios de Chamorro, que era exactamente la antítesis de lo que representa un caudillo. Una mujer derrotó a un caudillo.
A Somoza no lo derrotó un caudillo. A la resistencia la movilizó una causa, no un caudillo. Y al gobierno sandinista, en 1990, lo derrotó una mujer, que no era caudillo. No fueron necesarios caudillos en esos episodios tan dramáticos de la historia reciente de nuestra Nicaragua.
Todo lo contrario, ha sido precisamente la reencarnación del viejo fantasma del caudillismo, lo que nos ha conducido nuevamente a la misma cuesta, empinada, espinosa y flanqueada de abismos. El caudillismo, reencarnado en Alemán y Ortega, sembró la vieja semilla, que ahora germinó, una vez más, en dictadura, reabriendo nuevamente el ciclo fatal.
Pero bien, si los caudillos estuvieron ausentes en estos episodios históricos ¿Cuáles fueron los factores decisivos?
En primer lugar una propuesta de cambio creíble. En segundo lugar, unos liderazgos comprometidos con esa propuesta de cambio. En tercer lugar, la participación de la gente. Es lo que necesitamos. Una propuesta de cambio, liderazgos creíbles y la participación de la gente. Sin la participación de la gente no hay forma de derrotar a Ortega.
No necesitamos nuevos caudillos para luchar por la democracia. No hay caudillos ¨democráticos¨. Lo que sí necesitamos una nueva generación de líderes que tengan fuerza moral, valentía, honradez, voluntad de concertación y capacidad para recuperar la confianza de la gente. Y esto no es una cuestión de edad, porque tenemos gente de edad, como Fabio Gadea, que expresan una propuesta de renovación. Y tenemos jóvenes que reproducen las viejas taras de la politiquería tradicional.
Necesitamos líderes con la capacidad de construir y promover una propuesta cobijada en banderas de libertad, trabajo digno, salarios decorosos, oportunidades de educación y salud, modernización empresarial, honradez y compromiso de patria.
Caudillos, no. Líderes, sí. Y no uno.
Y estemos claros. Los liderazgos no surgen por arte de magia, o como resultado de una autoproclamación, o por ocupar una silla en una mesa de ¨líderes. Los liderazgos frente a un régimen dictatorial se forjan en la lucha. Y es de esa lucha frente al régimen que emergerán los nuevos liderazgos.
Y necesitamos que sean varios. Porque mientras más sean los liderazgos que empujen la carreta en la misma dirección, más temprano saldremos de este atolladero en que nos metieron el orteguismo y sus secuaces. Se trata en sumar confianza y multiplicar esperanzas.
Esperanzas. Sobre todo esperanzas de que podemos cambiar este país y construir un futuro mejor.
Jesus Castillo
Recibido Enrique.Desgraciadamente eso ha sido la Historia de éste «desventurado País»…….como decía Don Adolfo Calero Orozco; no obstante «Todo llega a su fin» y nosotros mi querido Enrique, seremos testigos…….Don Roberto Sacasa……termino, El General Zelaya ……Temino,……Los Somoza tambien, Todo termina, tarde o temprano la Historia da Fe de eso.Saludos Cordiales,Jesús Castillo.Date: Thu, 11 Feb 2016 15:16:53 +0000 To: chucastillo1946@hotmail.com