Memorias de un soldado cubano es el título del libro cuya autoría se atribuye a Dariel Alarcón Ramírez, veterano combatiente cubano que se inició, siendo casi un adolescente, en Sierra Maestra; continuó después en El Congo y más tarde formó parte de la guerrilla encabezada por Ernesto ¨Che¨ Guevara, en Bolivia. Al retornar a la Habana se desempeñó como oficial del Ministerio del Interior, participando en el aparato de inteligencia de su país.
Con el seudónimo de Benigno, Alarcón acompañó al Ché de principio a fin y fue uno de los milagrosos sobrevivientes del movimiento guerrillero aniquilado en Quebrada de Yuro.
Siempre tuve la curiosidad por saber cómo habían logrado sobrevivir Pombo, Darío, Benigno y Urbano (seudónimos de los guerrilleros sobrevivientes), además de Inti Peredo, al cerco mortal montado por miles de soldados del ejército boliviano, con la asistencia de asesores militares norteamericanos y de agentes de la CIA. La respuesta nos la ofrece Benigno en su relato: en lugar de intentar romper el cerco, se quedaron escondidos, más por cansancio que por estrategia, en unos matorrales a unos pocos centenares de metros de la fatídica escuela, en el poblado Higueras, donde fue asesinado Guevara junto al Chino y a Willy, capturados también en el último combate. Desde su precario refugio podían observar a los soldados, riendo o descansando de la fatiga, después de aniquilar al grupo guerrillero.
En su escape posterior, los sobrevivientes debieron transitar en un trayecto erizado de soldados hasta llegar a Cochabamba, donde lograron eludir el peinado que casi casa por casa realizó el ejército en esa ciudad. Se refugiaron finalmente en La Paz, unos en la residencia de un parlamentario boliviano y otros en una casa vecina a un cuartel de policía. Lugares insospechados. Finalmente pisaron territorio chileno, pero antes estuvieron a punto de caer, por casualidad, cuando estaban a pocos kilómetros de la frontera. Toda una odisea.
La lectura del libro me llevó a repasar el diario del Che en Bolivia, para permitirme contrastar datos, al igual que releer el testimonio de Gary Prado, el capitán boliviano que comandó el combate final, quien elabora una documentada narración en su libro “Cómo capturé al Che”. Definitivamente, al igual que la famosa sentencia de Heráclito “nadie se baña dos veces en las aguas de un mismo río”, nadie lee dos veces el mismo libro. La segunda vez, ni el libro, ni nosotros, somos los mismos. Cuántos detalles olvidados, tantos matices obviados, emociones dormidas o perspectivas renovadas.
Si a estas alturas todavía están leyendo este escrito, voy a compartir algunas de mis anotaciones:
La soledad y el aislamiento de la guerrilla. Algunos aspectos dignos de mencionar son: las divergencias políticas con el liderazgo del partido comunista boliviano sobre la conducción del movimiento guerrillero; deserciones y aparentes errores tácticos que llevaron a la intervención del ejército antes de que el contingente guerrilla estuviera preparado; la increíble falta de conocimiento del terreno y la incomprensible ignorancia de las condiciones socioculturales de la población; la precariedad material de la guerrilla que de entrada se quedó sin equipo de comunicación. Benigno deja caer otra duda: la voluntad de “Manila” (nombre críptico de La Habana) de abandonar al Che a su suerte.
La tenacidad y voluntad de acero de Guevara, a pesar de las adversidades. No destila amarguras su diario. Al borde de la muerte y ante el manifiesto fracaso, no parece pensar sobre la muerte ni en sobre el derrumbe. O si lo piensa, no lo escribe. Más bien el 7 de octubre, mientras miles de soldados le rodean, apenas unas horas antes de su caída anota: “Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración sin complicaciones, bucólicamente…”.
Solamente una frase emocionada registré en el Diario, cuando cayó Rolando, a quien él consideraba el mejor hombre de la guerrilla “tu cadáver pequeño de capitán valiente ha extendido en lo inmenso su metálica forma”. No más frases románticas o sentimentales. A pesar de algunas exasperaciones como cuando le descargó un cuchillazo a la mula que montaba a causa de su lentitud.
Las “botas” del guerrillero, cuya fotografía acompaña esta crónica, son el mejor testimonio de las penurias que se juntaron al acoso del asma.
La descomposición y desmoralización del movimiento guerrillero, minado por el aislamiento, la falta de colaboración de la población y las fragilidades humanas: mezquindades, indisciplina… ”, escribe al percatarse que alguien ha estado robando las latas de leche. Asombra constatar cómo hombres capaces de ofrecer su vida por un ideal, no eran capaces de superar las pequeñeces humanas.
Otra épica, otra época y otra ética. Solamente escribo la frase porque desarrollar la idea sería demasiado extenso.
Pero volvamos al libro de Benigno. Una narración, episodio por episodio, de su desencanto con la revolución cubana, hasta su decisión de abandonar la isla, exiliándose en París en 1994. Es curiosa la referencia al tratamiento que la dirigencia cubana concedía a los grupos de jóvenes latinoamericanos que llegaban a la isla a recibir entrenamiento y refugio. Sin embargo, quien aspire encontrar información pura y dura, o revelaciones sensacionales, no las hallará. El relato está lleno de lugares comunes, informaciones periodísticas ya conocidas, especulaciones, pero sí un grueso anecdotario sobre algunas formas de operar, y operaciones, de la inteligencia cubana. No enseña, pero distrae.
Por último, dos detalles de interés para los nicaragüenses:
• En el libro se confirma la extensa e intensa experiencia conspirativa de Renán Montero, oficial de la seguridad del estado nicaragüense en la década de los ochenta, cumplió funciones de enlace, en La Paz, desde la época del Che. Un anuncio discreto informó su fallecimiento, en Managua, en retiro anónimo, hace poco tiempo.
• Félix Ismael Rodríguez es el agente de la CIA (Central de Inteligencia Americana) que interrogó al Che poco antes de ser ejecutado. Es el personaje que aparece a la par del guerrillero, en la última fotografía en que Guevara aparece con vida. El mismo Rodríguez fue acusado a finales del año 2013 como responsable de la muerte de Kiki Camarena, el célebre agente de la DEA asesinado en México, en 1985, que hasta una película inspiró. El crimen se atribuyó durante mucho tiempo a Caro Quintero. La agencia Fox News y la revista Proceso informan que Camarena descubrió el nexo entre la CIA y narcotraficantes colombianos y mexicanos para financiar las operaciones de la contra nicaragüense. Fue su sentencia de muerte. A pesar del tiempo transcurrido, es un escándalo en que el tiempo fue enterrando. Un periodista norteamericano que también pretendió escarbar la historia murió misteriosamente en un episodio calificado de suicidio.
Parece novela, ¿no? ¿Y quien le ha dicho a usted que la vida no es una novela?.
Jesus Castillo
Recibido. Saludos Cordiales E Enrique. Jesus Castillo
Enviado desde mi Windows Phone ________________________________
Edward Salazar Cruz
La inteligencia localizo al che gracias a la inteligencia. Lo demas es romanticismo.
Manuel
La vida del Che (la real, no la publicada) sigue siendo un enigma. Se ha idealizado el mito, dejando atrás todo lo demás, incluyendo lo que –tal vez muy prudentemente– dejaste como un título: «Otra épica, otra época y otra ética». Al parecer, el Che tenía otra ética poco conocida.
Enrique Lara
No me cabe pensar que cuando matan a un guerrillero comunista, lo llaman asesinato. Aca en
Nicaragua, la guardia sandinista, matan impunemente a gente apolitica, los hechores, ni son enjuiciados, y si los apresan, a los dias, andan libres, que significa entonces, la palabra asesinato?
jesaenz
Al menos en mi opinión, asesinato es asesinato, ocurra donde ocurra. Muerte en combate, es muerte en combate, ocurra donde ocurra. Así de simple. Así de áspero. Así de brutal.