En estos días los medios de comunicación informaron sobre la decisión de las autoridades de la UNAN-León de despojar de su cátedra en la Facultad de Derecho al doctor Gabriel Álvarez, donde impartió clases por casi 30 años, en un acto más de intolerancia. Los medios también reportaron conflictos estudiantiles en algunas universidades del país con ocasión de procesos electorales internos. Los conflictos se proyectaron fuera de los muros universitarios dado que se produjeron tranques, morterazos y hasta la quema de un vehículo propiedad de una de las universidades.
Es oportuno recordar que las universidades públicas se financian con presupuesto del estado, es decir, con los impuestos que salen de los bolsillos de los nicaragüenses. Por disposición constitucional a las universidades se les asigna el 6% de los ingresos del estado. Ese porcentaje se traduce en el presupuesto del 2015 en 3.362 millones de córdobas, esto es, un poco más de 125 millones de dólares. Adicionalmente el estado cubre otros gastos como agua y electricidad.
Es bastante dinero y son muchas las responsabilidades que tienen las universidades, autoridades, profesores y estudiantes, frente al presente y el futuro del país. Es una realidad archisabida que en el mundo de hoy es el conocimiento la única ruta hacia el desarrollo.
Importa a todos entonces saber cómo se están utilizando esos recursos, porque en un país con tantas limitaciones es imperativo preguntarse dónde es más útil asignar los fondos, si para educación básica, seguridad social o créditos productivos, por ejemplo. Veamos pues cuál es el rendimiento de los recursos que se asignan a las universidades.
En el año 2011, el presidente del Consejo Nacional de Universidades presentó un documento denominado ¨Informe Rendición Social de Cuentas”, bastante voluminoso y con información interesante. Examinemos en ese informe algunos indicadores relevantes:
El índice de eficiencia académica, es un indicador que mide la relación entre el número de alumnos que ingresan y el número de estudiantes que se gradúan. El informe muestra que en el 2007 el porcentaje de graduados fue del 57%. En el 2008 bajó al 54%. Igual tendencia siguió en 2009 pues la proporción de graduados se redujo al 46%. En 2010 disminuyó al 45%. En el 2011 la tasa fue del 42.6%. El último reporte del CNU indicaba que en el 2012 el porcentaje llegó al 41%. Es decir, una reducción sostenida en el período indicado de ¡16% de deterioro!
En otras palabras, el rendimiento de la inversión en las universidades públicas según este indicador está empeorando de manera progresiva.
El Índice de Rendimiento académico, en palabras del CNU, ¨es un indicador relevante de la calidad del trabajo institucional¨. Mide la proporción de estudiantes que aprueba el año académico ¨sin dejar¨ ninguna clase. Pues bien, en el 2011 solamente seis de cada diez estudiantes aprobaron ¨limpios¨. El informe de ese año desagrega los rendimientos por cada uno de los centros financiados con el presupuesto nacional. Uno de los datos llamativos es que la universidad peor situada es la Universidad Nacional Agraria, la UNA. En esa universidad aprobaron ¨limpios¨ en el año indicado únicamente el 45% de los estudiantes. Menos de la mitad.
Preocupante es ese dato por dos razones: el sector agropecuario es estratégico para el desarrollo del país y en la UNA se supone que se forman los especialistas que van a contribuir a la modernización tecnológica del sector. La segunda razón es que el rector de esa universidad es presidente del CNU. Los contribuyentes, en consecuencia, deberíamos esperar un mejor desempeño en sus funciones de este funcionario público, quien además es vocero del proyecto del canal, multi-asesor presidencial y seguramente se prepara ya para su acostumbrado rol de ¨observador¨ electoral.
Recursos asignados. Podría pensarse que este deterioro obedece a que al CNU se le asignan menos recursos. Veamos: en el 2006 el presupuesto asignado a las universidades fue de 70 millones de dólares. Para el 2011 el presupuesto se elevó a 98 millones de dólares. En el 2015 el presupuesto es de 125 millones de dólares. Un crecimiento del 80% en ese período. En paralelo, el número de estudiantes creció, pero en una proporción inferior. Significa que el deterioro no es atribuible a una menor disponibilidad de recursos. Más bien sucede lo contrario: el presupuesto se ha elevado no solo en términos absolutos sino también en términos proporcionales.
Evidentemente, los datos anteriores dejan muy mal parada la gestión universitaria. Pero las autoridades del CNU adoptaron una decisión sorprendente para enfrentar estos problemas. Para comenzar, en el informe correspondiente al 2012 eliminaron toda referencia al indicador de rendimiento académico. Así de sencillo: borraron el problema.
Y en el informe del 2013 acabaron con el otro problema En el informe de ese año esfumaron los datos sobre el índice de eficiencia académica. Así, en dos plumazos hicieron desaparecer, al menos de la vista de la ciudadanía, dos graves problemas de nuestra educación superior.
Uno tendría que pedir, o más bien demandar, a las autoridades de la UCA y del UPOLI, que si el CNU no rinde cuentas de su desempeño, estas instituciones sí deberían hacerlo, en correspondencia a la seriedad que se les reconoce.
Ya para el 2014 el CNU redujo su informe a una presentación de su flamante presidente. Más que un informe, un discurso. O más bien, un cuento. Un cuento chino, como los cuentos del canal.
Alguien, de mejor humor, podría atribuir a las autoridades del CNU el padecimiento conocido como ¨síndrome del gato¨…echarle tierrita.
silvio pilarte centeno
Muchas gracias por los editoriales, muy acertados y necesarios para nuestra sufrida Nicaragua
*Lic. Silvio Javier Pilarte Centeno*
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jesaenz
Muchas gracias por tu comentario, Silvio. Saludos,