El aprendizaje de la economía política deja una predisposición a buscar por detrás de los datos y las apariencias, las relaciones sociales que se esconden y los mecanismos de producción y reproducción de esas relaciones. A veces los datos más obvios conducen a conclusiones menos obvias. Dejemos el enredo academicista y vamos al punto. Veamos un ejemplo.
Estaba leyendo un día de estos uno de esos reportes mensuales que los bancos publican en los periódicos sobre las tasas de interés de las tarjetas de crédito. En la tabla que leí se reflejaba que en el mes de enero la tasa de interés de la tarjeta que llaman “clásica local” es del 50% anual. Una tasa de interés que es una barbaridad desde el punto de vista social y una irracionalidad desde el punto de vista económico, si tenemos en cuenta que las cuentas de ahorro, tanto en dólares como en córdobas, reciben un interés del 1% anual.
Examinemos algunas implicaciones de esa tasa de interés de las tarjetas “clásicas”. Si usted tiene una de estas tarjetas y tiene la suerte de no caer en mora, la deuda que contrajo aumentará en la mitad, en el plazo de un año. Pongamos un ejemplo: Si usted se endeudó en diciembre, digamos, en 10 mil córdobas y tuvo ingresos que le permitieron abonar la cuota mensual, pero no tuvo para amortizar al principal, al finalizar el año deberá 15 mil córdobas, más el cinco por ciento del deslizamiento. Si por desgracia pierde el empleo o sufre un quebranto de salud o un gasto inesperado, o el alza de precios lo ahoga y cae en mora, la deuda de diez mil se le convertirá en 17.500, porque los intereses moratorios son de 25% y con los recargos que imponen se le subirá al doble, en el plazo de un año. En esas condiciones, si usted tiene su casita o su terrenito, comience a rezar para que no se la quiten. Y si le embargaron el sueldo, también rece porque quedará encadenado a esa deuda eternamente.
En la misma tabla se refleja que la tarjeta “platinum internacional” paga una tasa de interés, en dólares, del 27% anual, y la tasa de intereses moratorios es 13.5%. También es una tasa alta, pero es casi la mitad de los intereses que pagan quienes tienen una tarjeta clásica.
¿Cuál es la diferencia? ¿Unos son marcianos y los otros terrícolas? No. Quienes tienen acceso a la tarjeta clásica local son las personas con limitada capacidad de endeudamiento –como se dice en el lenguaje económico-, ya sea porque su patrimonio es poco o sus ingresos son menores. Este tipo de tarjeta está destinada para “la población de menores ingresos”, los maestros, los dependientes de las tiendas, las enfermeras y buena cantidad de profesionales, microempresarios y trabajadores por cuenta propia. Son pobres aunque las encuestas oficiales los definan como “no pobres”. Bueno, pobres pero que tienen la dicha de disponer de un ingreso más o menos estable. En cambio, la tarjeta platinum sólo se otorga a quienes tienen mayor capacidad de endeudamiento, porque su patrimonio y sus ingresos son mayores. Es decir, se otorga a otra categoría de personas.
¿Qué significa, en cristiano, ese palabrerío económico? Voy a utilizar la palabra economía para que nadie se sienta lastimado. Significa que nuestra economía castiga a quienes tienen menos ingresos. Los pobres no solamente tienen que cargar con su pobreza, sino que se les castiga económicamente por el hecho de ser pobres.
No estamos hablando en sentido figurado: los pobres pagan más, en concepto de intereses, a pesar de tener menos; mientras los que tienen más, pagan menos. Los pobres pagan por sus créditos el doble, para ser exactos. Desde el punto de vista económico uno podría entender la racionalidad de que el monto del crédito se ajuste al patrimonio e ingresos del tarjeta-habiente, pero ¿cuál es la justificación de que se le discrimine imponiéndole el doble de la carga?
No importa que usted sea buen pagador y honre puntualmente sus deudas. Si es pobre, está condenado a pagar el doble por su crédito.
Tenemos pues al menos tres clases de ciudadanos: los que no tienen tarjeta de crédito, los que tienen tarjeta de crédito “clásica local” y los que tienen tarjeta “platinum internacional”. No incluyo a los que portan tarjeta “infinite” u otras del mismos género porque esos francamente viven en otro planeta. Desde otro punto de vista la famosa cédula de identidad es un engaño porque nos dice que todos somos iguales. La verdadera cédula de identidad es la tarjeta de crédito, y si usted carga una “clásica local” ya tiene su credencial como ciudadano de segunda clase.
Seamos claros: la pobreza no cae del cielo. Hay mecanismos muy terrenales de producción y reproducción de la pobreza, de la desigualdad y de la falta de oportunidades. Y aquí les he mostrado uno de ellos.
Al continuar examinando la tabla me encontré con otro dato: si usted dispone de una tarjeta platinum y se endeuda en córdobas, paga una tasa de interés del 45%, mientras que si se endeuda en dólares, como ya dijimos, su tasa de interés es 27%. En otras palabras, si usted gana en córdobas y paga en córdobas, aunque tenga altos ingresos, la economía lo castiga por utilizar la moneda nacional. Si usted gana en dólares y su mayor proporción de créditos es en dólares, la economía lo premia. Hay dos clases de ciudadanos: los que transan en dólares y los que transan en córdobas.
Este es uno de los mecanismos que alimentan la llamada “dolarización de la economía”, que es otro de los mecanismos económicos de producción y reproducción de la pobreza, de la desigualdad y de la falta de oportunidades. Hablaremos de él en otra oportunidad.
Así, lo que pareciera un funcionamiento normal, casi natural, aceptado y aceptable, en realidad es una aberración. Un mecanismo de expoliación de los pobres y un mecanismo de acumulación de riquezas por los más poderosos, enmascarado en una falsificación de lo que llaman “leyes del mercado”. Desde la doctrina económica y la ideología neoliberal se presentan múltiples razones para justificar la aberración. El fondo es que el sistema económico no es neutro, está diseñado para funcionar en beneficio de quienes tienen mayor poder económico.
La lección que dejan estos datos es que el funcionamiento de la economía en Nicaragua produce y reproduce ganadores y perdedores; y no a causa de una ley divina, ni a las leyes inexorables del mercado. Obedece a decisiones económicas y a políticas económicas que responden a voluntades e intereses definidos. Son decisiones y políticas que imponen quienes tienen el poder. Es el capitalismo salvaje al que se refirió el pontífice.
El problema es que esas políticas no se ven. Sólo se sufren.
Francisco
Estimado Enrique, muy bueno tu articulo, siempre es bueno que salga a luz en los diarios para que mas gente lea y comprenda las injusticias en este pais, de eso dependera de la toma de desciones a la hora de las piedras pomez.
jesaenz
Gracias, Francisco. Voy a completar el artículo e intentaré publicarlo en algún diario. Saludos,