Política y Realidades nacionales

¡Queremos la paz!

la paz es el camino

En ocasión de la tradicional celebración religiosa del primero de enero, el Cardenal Leopoldo Brenes concentró sus invocaciones en la preservación de la paz. “Hermanos, no esclavos” se leía en la pancarta central del acto religioso. Y debemos poner atención al papel profético de la iglesia. Un papel reafirmado en los últimos tiempos con los lúcidos mensajes de la Conferencia Episcopal a los nicaragüenses.

Corresponde, entonces, preguntarnos ¿Cuáles son las amenazas a la convivencia pacífica en nuestro país que han llevado a la iglesia, por medio de su más elevada voz, a invocar tan fervientemente la paz?

Y podemos respondernos:

La entrega de la soberanía nacional a agentes extranjeros, es una amenaza a la paz.

La pobreza y la falta de oportunidades que agobian a la mayoría de los nicaragüenses, son amenazas a la paz.

El enriquecimiento de unos pocos al amparo del poder, en contraste con el empobrecimiento progresivo de la mayoría de la población, son amenazas a la paz.

La falta de trabajos dignos, el subempleo, los bajos salarios y la carestía de la vida, son amenazas a la paz.

La corrupción flagrante y el despilfarro de los recursos públicos, son amenazas a la paz.

La indefensión y la falta de garantías legales para los ciudadanos, mientras campea la impunidad de los poderosos, es una amenaza a la paz.

El ejercicio arbitrario y absoluto del poder, es una amenaza a la paz.

La imposición del derecho de la fuerza por encima de la fuerza del derecho, es una amenaza a la paz.

El desconocimiento del derecho de propiedad de familias campesinas, es una amenaza a la paz.

La represión y el irrespeto a los derechos humanos, son amenazas a la paz.

Todas estas son lacras que el régimen ha agravado o ha generado.

Pero una de las amenazas más poderosas para la paz es el peligro de un nuevo fraude electoral. Este año 2015 se decidirá si en el 2016 tendremos un circo, o en verdad tendremos elecciones libres.

Si no hay un árbitro independiente que garantice a los nicaragüenses el respeto a su voluntad expresada en el voto, tendremos circo y no elecciones. Y estará amenazada la paz.

Si no hay observación internacional imparcial, que certifique la legitimidad de las elecciones, está amenazada la paz.

Si la cédula de identidad se utiliza como instrumento para habilitar dobles y múltiples, para los simpatizantes del régimen, mientras se cercena el derecho a votar de la población que lo adversa, tendremos circo y no elecciones. Y estará amenazada la paz.

Si no se establecen reglas iguales para todos. Reglas transparentes que se respeten. Tendremos circo y no elecciones.

La historia de Nicaragua, la historia lejana y la historia reciente, muestran palpable y dolorosamente que cuando se cierran los caminos a la libertad; cuando se cierran los caminos a la elección libre y soberana del pueblo; cuando se impone la ilegalidad; cuando se impone la dictadura; el único camino que se deja al pueblo para recuperar la libertad es el camino de la violencia.

Un camino que no debemos recorrer nunca más.

Por esa razón, desde hoy y a lo largo de este año, debemos concentrar las energías y las voluntades para luchar por crear condiciones adecuadas para la realización de elecciones libres. Líderes políticos y líderes sociales, organizaciones políticas y organizaciones sociales, medios de comunicación, intelectuales y religiosos, y la ciudadanía que quiere vivir en paz, todos estamos obligados a sumar esfuerzos para batallar por la democracia.

El orteguismo no llegó hasta aquí, acumulando atropello sobre atropello, como para esperar que a la hora llegada cambie graciosamente las condiciones que ha impuesto. Es la movilización social y política el único camino para restaurar condiciones para unas elecciones libres.

Ese el camino de la paz. La ruta del fraude es la ruta de la violencia. Es hora de esforzarnos por configurar una alianza nacional por la soberanía, la paz y la democracia.

Conviene a todos pues atender la voz profética de la iglesia. Principalmente Ortega y la cúpula del régimen orteguista. Es imperativo que hagamos entender al régimen, pero sobre todo atender, el clamor ciudadano: ¡Queremos la paz! ¡Exigimos elecciones libres!

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