La dinámica de las sociedades anula unas veces, y otras, arrastra y transforma viejos fenómenos y procesos, a la par que da lugar a nuevas formas de organización y expresión de intereses económicos y sociales. La ciencia social intenta explicar estas realidades y para ello se vale de conceptos -a veces neologismos- para intentar denotar un nuevo significado.
En el caso de Nicaragua, al impulso de realidades económicas y políticas –nacionales e internacionales- ha emergido un grupo claramente identificable que en muy poco tiempo acumuló un formidable poder económico, ha concentrado el poder político y, desde esa combinación, controla los principales mecanismos de acumulación y reproducción económica. Ese control se articula con otras modalidades de dominación social e ideológica. ¿Cómo caracterizar y denominar a esta nueva realidad social? Seguidamente fundamento mi propuesta.
Arranquemos con una referencia remota, pero no olvidada. Se atribuye a Carlos Marx la utilización de la palabra “lumpenproletariado”, particularmente en su obra “Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, para caracterizar a un sector social “sin conciencia social y escasa conciencia moral”, integrado por: vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa…”. Son expresiones de Marx.
En Nicaragua, en el lenguaje revolucionario de la década del setenta y especialmente en los ochenta, la palabra lumpen sirvió para descalificar a los sectores pobres adversos a la revolución.
Más recientemente, otros han agregado los siguientes rasgos a los lumpenproletarios de hoy: “Su sentimiento colectivo es menor que cero. No sienten que la sociedad les deba nada ni ellos deben nada a la sociedad. Su individualismo no tiene límites, más allá de los estrictamente familiares o que afecten al clan. Caen en lo antisocial con facilidad…se sentirán cómodos bajo el paraguas neoliberalismo… Históricamente, en cambio, su preferencia ideológica es el fascismo. Por eso también se pueden sentir atraídos por partidos que naden entre ambas aguas: la fascista y el neoliberalismo…”. Este párrafo es extraido de la publicación electrónica chavista denominada “Aporrea”. El concepto pues, está vivo.
En la década del 70, el impulso de la ola generada por la “Teoría de la dependencia”, André Gunder Frank publicó el libro “Lumpen-burguesía: Lumpendesarrollo”. Quienes tienen suficiente edad recordarán que esta escuela de pensamiento inspiró políticas económicas gubernamentales y generó un amplio debate sobre las vías para salir del subdesarrollo. El autor retoma la expresión lumpen y la enlaza con burguesía para calificar a los sectores dominantes latinoamericanos que en lugar del papel progresista que desempeñaron las burguesías de los países desarrollados, se transformaron en reproductores del atraso al adoptar un papel subordinado a los mecanismos de dominación mundial.
En otro momento, un ex-ideólogo del orteguismo escribió el libro “La oligarquía en Nicaragua”. El autor caracteriza a la oligarquía nicaragüense, denominada también “rancia”, como “un régimen político y económico ejercido secularmente por un grupo de familias asumidas como aristócratas y pertenecientes a la clase dominante, se trata de un grupo de ricachones y notables que a través del prestigio social, el poder político, los recursos económicos y la influencia cultural detentan, mantienen y reproducen los privilegios del linaje a lo largo de centurias, hasta lograr perfilar y connotar a la sociedad de una mentalidad jerárquica, donde los complejos de superioridad o inferioridad modulan el comportamiento social…”
La caracterización del ex ideólogo sigue: “La expresión actual del poder oligárquico en Nicaragua está en la oligarquía financiera, aliada del capital transnacional y al gobierno de los estados unidos. Su doctrina es el neoliberalismo, su proyecto es la privatización del Estado nacional…”.
Los nuevos magnates del capital, que compiten ahora de tú a tú con los viejos magnates en materia de riqueza y ostentación, comparten intereses pero cayeron sometidos al dominio ideológico de «los rancios». Y se embelesan cuando reciben una tarjetita de navidad firmada por Carlos Pellas acompañada de un regalito con las presentaciones más caras de Flor de Caña u otros detallitos semejantes.
¿Cómo denominar entonces a esta nueva y fulgurante cúpula oligárquica que comparte las aspiraciones e intereses de la tradicional –o rancia- pero carga en su origen su alma de marginado?
Fácil: “Lumpen-oligarquía”.
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