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Emilio Álvarez Montalván ¿Aficionado o maestro de la política?

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Un retrato fugaz pero nítido en reflejar la personalidad del doctor Álvarez Montalván se dibuja en el siguiente pasaje de una entrevista periodística:

El periodista interroga: “A los políticos y a los pañales deben cambiárselos a menudo, y por las mismas razones”, dice usted, citando a Bernard Shaw, al final de su libro…pero en Nicaragua pareciera que los políticos son longevos…

Con sus ojitos chispeantes, siempre en movimiento, el entrevistado deja caer un rayo en forma de respuesta: “Por eso es que estamos como los chavalos cuando no les cambian los pañales”.

Perspicacia, contundencia y filo.

Solamente conversé una vez con el Doctor Álvarez. Me invitó a almorzar a su casa, allá en la carretera sur. La señal que me dio fue que había una bandera de Nicaragua enarbolada en el portón de la entrada. Me recibió sentado en el porche, con un radio a todo volumen en el que escuchaba las noticias de mediodía de Radio Corporación. De entrada me consultó si deseaba una copa de vino, le respondí afirmativamente y al instante decíamos ¡salud! chocando copa y copa.

Comenzó por preguntarme sobre mis ancestros familiares, buscando tal vez identificar algún ilustre patricio entre mis antepasados. Búsqueda estéril. Le conté sin reservas mis orígenes, pasando por la calle de la amargura, en Corinto, mi tránsito por la universidad, mi desempeño profesional y mi aterrizaje en la política. Si le defraudaron mis orígenes y mi historia, supo disimularlo bien, el hecho es que siguió la plática con más jovialidad, dejó de decirme diputado para llamarme Enrique.

Después de este preámbulo pasamos a almorzar. Un almuerzo frugal, pero completo. Verduras, pollo, arroz…y nueva copa de vino. El almuerzo concluyó con toronjas en miel y una taza de café. Nos trasladamos nuevamente al porche y sin más ni más extendió su brazo para ofrecerme un Marlboro. No fumo, le dije, y él replicó…¿pero no te molesta que fume?…no, le respondí. Acto seguido comenzó a aspirar su cigarrillo. 95 años y con un cigarrillo en la diestra. Y el paquete en la siniestra.

Ya entrado en confianza le comenté: me fregó usted doctor, porque una de las preguntas que tenía pensaba hacerle era sobre su receta para llegar a los 95 años y me encuentro con un hombre que se toma sus vinos, come igual que cualquier cristiano, no evita el azúcar, se toma su café y todavía se lanza sus cigarrillos. ¿Dónde está la fórmula para la longevidad? ¿Cuánto tiempo de ejercicio hace diario? No hay ningún secreto, respondió.

No soy santo y he hecho muchas cosas en mi vida, debidas e indebidas, pero si hay algo que nunca he hecho es ejercicios. En realidad la fórmula está en los genes. Si no tenés un accidente y si llevás una vida normal, tus genes escribirán cuántos años vivirás. Si tus ascendientes son longevos, tenés una alta probabilidad de heredarlo.

Cuando lo visité iba preparado: había leído sus memorias (Médico de vocación y aficionado en política) y su libro emblemático “Cultura Política Nicaragüense”, así que aproveché para hurgar en otras facetas de sus vivencias. Le endosé una pregunta insidiosa: qué pensaba sobre la muerte. Respondió casi con frescura: Es un episodio de la vida. No hay por qué asustarse, la muerte es tan natural como la vida misma. Lo importante es estar en paz con uno mismo y que suceda cuando tenga que suceder. Estoy reconciliado con la muerte. Sólo deseo una cosa: como médico que soy conozco lo que pasa en los hospitales, así que quiero expirar en mi cama, en mi casa. Lo que sí quisiera es no padecer dolores.

¿Y el amor, doctor, qué representa el amor a su edad? Su respuesta me descuadró: Quiero decirte que estuve 63 años casado. Acabo de enviudar, hace un mes. Cuidé a mi esposa por tres años porque sufrió un derrame. Fue cuando más la quise. La besaba todas las mañanas, tomaba sus manos y le decía frases cariñosas. Y jalaba con ella por las tardes. Ella movía sus ojitos, que siempre fueron lindos, y yo sabía que me estaba oyendo y sintiendo. El amor es confianza. Es solidaridad. Es complemento.

Es compañía. A veces me parece que aquí está, conmigo.

Otro amor de mi vida es mi abuela. Mi madre falleció cuando yo era un infante así que me llevaron a vivir con mis abuelos maternos. Mi mama Pilar, mi abuela, nos acogió en su regazo. Recuerdo como un paraíso esa estancia. Ella cada mañana me despertaba dándome un pellizquito en las mejillas y me decía: cananito…cananito. Todavía hoy, a veces por las mañanas siento los pellizquitos de mi mama Pilar y su dulce voz susurrándome…cananito…cananito.

¿Y la vejez? La vejez es una vaina. Se padece mucha soledad y aburrimiento. Es muy difícil lidiar con ellas, así que buscás distintas formas de entretenerte. Pertenezco a varias organizaciones, asisto a reuniones, converso con amigos, también busco ocios, por ejemplo, el cigarrillo. Ahorita estoy comenzando a familiarizarme con internet y trato de incorporarme a las redes sociales pero todavía soy novicio. Me empeño además en tener siempre un proyecto en mente, como ese que te mencioné.

El doctor se refería a su propósito de publicar un libro que partía de la premisa de que en Nicaragua nos estábamos acostumbrando a llorar sobre la leche derramada pero nadie presentaba propuestas serias. Así que había seleccionado, no recuerdo si eran diez o doce nicaragüenses, de distintas formaciones y de distinto signo político para que cada uno, de acuerdo a su especialidad, escribiera las propuestas que a su juicio debían emprenderse para superar los rezagos existentes y modernizar el país. Me leyó la lista y me halagó al consultarme qué me parecía. Le sugerí dos nombres y sorprendentemente me dijo que tenía razón, que no se explicaba cómo los había pasado por alto. Me invitó a ser parte de ese grupo. Siento que esa obra es una deuda pendiente que debemos saldar con don Emilio.

El padre de Álvarez Montalván fue un abogado notable. Lo natural era que su hijo siguiera la misma profesión. Cuando le expresé ese comentario reaccionó diciéndome que su padre le aconsejó: Mirá Emilio, escogé una profesión que te dé independencia y que te permita ganarte tus propios reales. Los funcionarios públicos se enamoran del cheque y terminan prisioneros de él porque el que manda es quien firma el cheque. Así que opté por estudiar medicina. Mi padre también era político. Fue consejero de Emiliano Chamorro. Estuvo en medio del llamado “pacto de los generales”, entre Anastasio Somoza García y Emiliano Chamorro. También varios de mis antepasados figuraron en política. Seguramente de ahí me vino la afición.

A don Emilio también le tocó padecer el calvario de ir de estación de policía en estación de policía y de hospital en hospital buscando a su hijo, Carlos Roberto. Lo encontró cadáver, en el hospital militar, con dos balazos en la cabeza, disparados por soldados de la Guardia Nacional.

Dejemos que don Emilio nos hable un poco de política. En su libro “Cultura política nicaragüense” -un libro raro, porque vivimos en un país donde la demagogia y la diatriba anulan todo intento de análisis político- enumera los rasgos (o antivalores) de esa “cultura”: Personalismo (culto a la personalidad) y sus consecuencias de amiguismo y caciquismo; caudillismo, y su correlato, la dictadura; el “familismo” y sus secuelas: paternalismo, nepotismo; el patrimonialismo (corrupción); cortoplacismo y arreglismo (los pactos); violencia política y física.

La primera edición de su libro se publicó en 1999, así que la semejanza con la realidad actual obedece a que nuestro presente se parece mucho a nuestro pasado. Veamos qué nos dice don Emilio sobre el caudillismo y las dictaduras:

“Resulta entonces que la figura del dictador surge, no por generación espontánea o por genio de una personalidad extraordinaria o por haber sido impuesta por un poder extranjero, sino que somos nosotros los nicaragüenses quienes apoyándonos en el juego de valores de nuestra cultura política, impregnada de autoritarismo, centralismo, cortoplacismo, oportunismo, quienes hacemos viable y simpático la figura del nuevo dictador o gobernante autoritario, sea de izquierda o de derecha, eclesista, feudaloide o populistas.”

El caudillo, por otra parte, debe dedicarse a la política y concretamente a cuidar a su clientela devota a tiempo completo durante toda su carrera política y no se agota sino con la muerte del portador.

Otro aspecto relevante es el pensamiento mágico, que él lo explica de la siguiente manera:
Ese sentido mágico de la vida se evidencia con más claridad en el trato con el caudillo carismático, con su personalidad “poderosa”, llena de “magnetismo animal”. Sus proclamas y discursos encendidos dibujan escenarios atractivos, de inmediata realización, coloreados de imaginación e ingenio que embellecen a su cautivo auditorio, permitiéndoles hacer coincidir sus fugaces sueños con una nueva realidad prometida y ejecutable al instante. Sin embargo, pasados los comicios, todo aquel fuego de luces y giros de espejos queda en cenizas o fracturado aquel castillo de naipes habilidosamente armado que de pronto se desploma. No obstante, el taumaturgo político pudo en el entretanto hacer soñar por un rato, con el olvido a una situación desesperada…Es indudable que esa capacidad de acumular esperanzas resulta indispensable para soportar el rigor de las miserias que padecen nuestras grandes mayorías.
Ese sentido mágico de la vida nos hace creer que de un momento a otro un redentor nos sacará de la pobreza.

Don Emilio nos ofrece una explicación sobre los problemas centrales del país y su solución. En una entrevista publicada en Confidencial, afirma:
El gran problema de este país es la falta de educación y la miseria, eso los vuelve muy frágiles para que un hombre audaz se apodere del poder y los domina fácilmente. Para mí el caudillo y el dictador son un efecto de un medio débil y no una causa. Eso lo comprobé cuando salíamos de Somoza, vino otra dictadura, y ahora la tenemos de nuevo, una edición más refinada, pero eso es una cosa que tenemos que tener claro los nicaragüenses, solo la educación nos puede salvar de este círculo vicioso; mala educación, poca producción, bajos salarios, no tenés dinero para educarte, y el círculo vicioso sigue dando vuelta, solo rompiendo con esas dos limitaciones podemos cambiar aquí...

Pienso que Nicaragua no se va a componer mientras los nicaragüenses no cambiemos, porque somos nosotros los que incubamos a los dictadores, ellos no son ningunos genios, ellos lo que hacen es apoderarse del poder de una sociedad débil, desarticulada, desunida y que es frágil a los sobornos y a los halagos y a las dádivas y al discurso populista. Mientras este país tenga esas características tendrá dictadores.

¿Cuál es el remedio de eso?, no hay más que uno: la educación. Y el aumento del nivel de vida. Mientras haya estos grandes desniveles no habrá una democracia.

Para el doctor Álvarez, los actores sociales son portadores cambio o de estancamiento:
Yo he identificado que los valores democráticos los defiende y los mantiene un sector de la clase media educada e independiente. Porque lo que son los niveles altos de capital, ellos están en su negocio, y la gente humilde no tiene idea de lo que es la política, ni le entiende, además está muy preocupada por conseguir comida. Por eso cuando un país tiene una clase media amplia está más cerca de alcanzar la democracia, aquí ya empezamos a tener una clase media, el primero que inició eso fue Zelaya con su reforma liberal, después Somoza facilitó el crecimiento de la clase media, y fue casualmente la clase media la que bota a Somoza. Entonces de ahí es donde vienen los grandes dirigentes de la política de Nicaragua, de una clase media ilustrada.

Un aspecto notable de su análisis es que, a pesar de que ha sido encasillado como un político de derecha, más inclinado a la oligarquía que a los sectores populares, identifica la alianza de las élites económicas con las élites políticas como ajenas a la democracia:
Te puedo decir que la fórmula tradicional de este país para conseguir una pequeña estabilidad ha sido la del caudillo de turno con el oligopolio, eso fue durante los treinta años, fue cuando Zelaya con los cafetaleros, fue cuando Somoza, y ahora con el orteguismo. Esa unión de oligopolio está por encima de los intereses democráticos.

Don Emilio se autodefinió en sus memorias como “un aficionado en política”. Quienes le conocieron le llamaron maestro.

 

  1. Manuel

    Muy buen análisis y muy buena selección de las citas. Me parece, sin embargo, que esta especie de homenaje póstumo es extemporáneo. Usted mismo lo dice: fue «encasillado como un político de derecha» y por sus escritos lo vemos como un analista claro y preocupado por Nicaragua y su bienestar. Me parece que hay que aprender a valorar, y valorar bien y objetivamente, todos esos vigores dispersos… y casi desconocidos cuando están en vida.

    • Efectivamente, Manuel, es una desgracia que los reconocimientos se hagan hasta que la gente fallece. Admito que el presente artículo puede parecer inscrito en esa línea. El hecho es que mi conocimiento personal se produjo solamente unas semanas antes de fallecer, escribí el artículo porque la idea era publicarlo en vida, pero lamentablemente falleció ante que tuviera una versión con la cual estuviera conforme. En todo caso, comparto el señalamiento y agradezco tu comentario.
      saludos,

  2. Aura Lila

    Y asi fue siempre el Dr, aunque yo siempre lo llame con todo el respeto que merecia: Don Emilio. Cada regreso mio a la patria, le busque y cada vez que le veia, demostro su interes con tantisimas preguntas sobre el andar en tierras lejanas. Con su mirada fija a tus ojos mientras platicaba, queria darle a saber a uno que escuchaba y que tenia todo interes en la charla. Gran Maestro, gran hombre Ilustre de que apenas, nos quedan pocos. Gracias por compartir experiencias tan unicas pero tan necesarias.
    Saludos,

  3. Hugo Rodriguez

    Enrique, muy buena síntesis de lo que fue Don Emilio, conocí su trayectoria y me tocó renunciar a mi cargo en la Cancillería cuando él era Canciller; le había gustado mucho un ensayo que yo había elaborado en ese entonces (1997) sobre las perspectivas del Grupo de Río y cuando le expuse las razones de mi renuncia solo recuerdo que me dijo, «!qué vaina!», tenés razón, yo también estoy casi igual que vos…..su presidente Arnoldo Alemán no le paraba bola….al poco tiempo él también renunció. Me quedé siempre con el grato recuerdo de Don Emilio de ser una persona muy aterrizada y a quien el poder no le nublaba la vista y que en la segunda mitad de su vida prefirió ver el juego político desde las graderías…. parece que esa parte la disfrutó mas, por eso me dio la sensación que él creía que haber aceptado ser Canciller de Arnoldo había sido un error, como dice el dicho «a la vejez, viruela..»

  4. Norberto Herrera

    Enrique: Excelente la semblanza encapsulada de un gran, grande hombre. Como era conservador, le podríamos haber llamado Patricio y creo que le hubiera gustado el adjetivo. Yo lo llamaba como lo que era: Maestro. Maestro en su profesión, Maestro en la política. Maestro de aquellos con una cultura que se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos. Cada vez que nos encontrábamos me preguntaba Y cómo va la UPOLI y luego añadía En la UPOLI se graduó una colaboradora y le va muy bien. Una anécdota que muestra una faceta de humildad y fina cortesía: Teníamos el mismo urólogo (el Dr. Felipe Estrada) y por coincidencia -3 veces- nos daban cita parece que a la misma hora y él me decía Entrá vos primero y yo le respondía Maestro entre usted primero. Y él replicaba sonriendo al ponerse de pie Yo creo que vos crees que yo estoy más grave que vos. Y algo que nunca se me olvidará: Siempre que nos veíamos se despedía con un Me saludás a René.:

  5. Estimado Enrique,

    Quiero agradecerte y felicitarte por este acertado escrito, que expone con una autenticidad conmovedora los rasgos predominantes del pensamiento y personalidad de Don Emilio. Tu artículo me transportó a los momentos, breves pero edificantes, en los cuales pude conversar en privado con Don Emilio. Después de leerte, me siento con la obligación de rescatar esas conversaciones, por lo que también me siento aludido por quien—con toda razón—recordó que ese tipo de reconocimientos se deberían hacer en vida.

    Entrevisté brevemente a Don Emilio por primera vez en el año 2004 cuando me tocó coordinar la redacción del “Libro de la Defensa Nacional de Nicaragua” (Libro Blanco) y escribir varios capítulos de ese libro. Si bien Don Emilio no era necesariamente anti-militarista, sí tenía un pensamiento político de mucho recelo al peso que los nicas le hemos dado a los militares en las decisiones políticas a lo largo de la historia. Me has motivado a rescatar esos apuntes. Después hablé con él en dos ocasiones más: una muy breve donde él me entrevistó a mí sobre el tema de Cohetes Aéreos Portátiles (o mal llamados SAM-7) pues quería escribir sobre este tema. En aquella oportunidad me sorprendió su capacidad de absorber temas técnicos complejos sobre desarme, no-proliferación, balance razonable de fuerzas, etc. Eso fue en Enero de 2007. Nunca supe si él escribió algo de lo que hablamos. La última vez que hablé con él fue también en el 2007 en el marco del diseño del currículo del “Instituto de Liderazgo de la Sociedad Civil”. Sus aportes resultaron en la incorporación de muchos temas y lecturas que por varios años se impartieron en la Universidad America (UAM) y en los cursos a voluntarios del Movimiento por Nicaragua.

    En fin, gracias por recordarnos lo importante que es rescatar el pensamiento de verdaderos patriotas cívicos, que creo que es el nuevo tipo de modelo ciudadano que las nuevas generaciones debemos tratar de emular.

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