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Mi corazón ta´llorando

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Hace algún tiempo fui invitado a visitar un barrio, aquí en Managua, a una reunión con jóvenes. Asistieron unos veinte chavalos, todos menores de veinte años. La hora de la reunión (¡las dos de la tarde!) me llamó la atención porque, de entrada, significaba que no trabajaban. La duda era si estudiaban. Esa duda se disipó rápidamente: ni trabajaban, ni estudiaban. Sostuve un intercambio animado con ellos. Todos habían cursado primaria. La pregunta obligada fue por qué no estaban estudiando. Las respuestas eran diversas. Unos, porque sus padres se habían ido del país y estaban a la espera de que los mandaran a traer. Otros porque estaban en búsqueda de trabajo. Y otros, sencillamente porque no tenían para sostener los estudios. Y hubo uno que preguntó para qué servía estudiar.

El siguiente tema de conversación fue el empleo: ¿por qué no trabajaban? La respuesta fue unánime: …porque para ellos no había trabajo. Y las historias variaban de un caso a otro. El que más llamó mi atención contó que había realizado un curso de cajero, porque no había podido estudiar contabilidad. No pudo colocarse porque en todos lados le decían que necesitaba experiencia. Y él no tenía. Desesperado por las necesidades en su casa resolvió buscar trabajo en un auto lavado. Y ahí también le requirieron experiencia en lavar carros. La historia me pareció exagerada pero no comenté. El anuncio clasificado que adjunto me confirma que el muchacho tenía razón. Para conseguir empleo como lava carros se necesita experiencia.

Poco tiempo después tuve oportunidad de visitar El Almendro, allá…rumbo a Río San Juan. Asistieron a la reunión sólo jóvenes, todos varones. El más despierto acababa de regresar de Costa Rica y relató su experiencia. Se regresó porque no aguantó “los desprecios”. Ahora ni trabaja ni estudia, pero de todos modos estaba pensando en regresarse. El único que tenía empleo repartía su tiempo entre el trabajo como albañil y ayudándole a su papa en una finquita. Dejó los estudios hace varios años ¿Para qué iba a estudiar si su papa había hecho lo mismo, trabajar como albañil y en el campo? Me resultó evidente que la mayoría tenía puesta su mira en Costa Rica. Nicaragua está lejos de El Almendro. Al menos de esos jóvenes. Aunque pensándolo bien es al contrario, Nicaragua no está lejos de esos jóvenes. En realidad, esa es Nicaragua.

En ese mismo viaje visité San Miguelito. También aquí asistieron jóvenes pero, casualmente, al revés que en El Almendro todas eran mujeres menores de 20 años. El factor común: a pesar de su juventud todas tenían hijos, unas los llevaron cargados a la reunión y otras exhibían las señales visibles de embarazo. Su presente y su futuro ya estaba marcado. Solamente una era soltera. Sus padres habían tenido recursos para enviarla a León, a estudiar turismo. No podía encontrar trabajo en San Miguelito. Y en Managua, que es donde ansiaba llegar para obtener empleo, no conocía a nadie. Así que con un título en la mano no hallaba que hacer. Este episodio lo recordé al leer el otro anuncio clasificado que adjunto en la fotografía.

En este relato apenas he resumido tres experiencias que revelan las realidades de una juventud sin oportunidades, ni para estudiar ni para trabajar. Los llamados “ni ni”, una expresión que deberíamos desterrar por su tono peyorativo a quienes son víctimas y no culpables. Vi sus rostros, palpé la desesperanza de unos y la resignación de otros.

El presente de esa juventud es nuestro presente. Y su futuro, es nuestro futuro.

Cuando conducía de regreso casualmente escuché la canción de los Olimareños…ay paisito, mi corazón tá llorando…y el nudo en el estómago ya no me lo pude quitar en todo el camino.

  1. Manuel

    En 2010, había más de 20,000,000 de jóvenes en América Latina entre 15 y 25 años que ni estudiaban ni trabajaban. Estos jóvenes, que sí consumen (comen, se visten, se enferman, etc.), están excluidos del aparato productivo de nuestros países y continuarán como un peso muy significativo de la pobreza y el subdesarrollo. No se puede obviar sus tragedias.

  2. Gracias, Enrique, por este enfoque sociológico y humanístico de la realidad nicaragüense, aunque algunos dicen que estamos ¨pijuditos¨. Saludos. Norberto

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