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Maldiciones de la historia…a propósito de las reformas de Ortega

puños multicolor

Hay quienes repasando la historia de Nicaragua afirman que sobre nuestro país recae una maldición desde que los Contreras, por ambiciones de poder, asesinaron al obispo Valdivieso, en León, en 1550.

Obviamente, esta es una reflexión teñida del pensamiento mágico que campea en nuestra sociedad, pero tiene una base real: la historia de Nicaragua nos enseña que hemos ido de tragedia en tragedia, a causa de las ambiciones de poder de los gobernantes de turno. El magnífico estudio elaborado por Antonio Esgueva “Elecciones, reelecciones y conflictos en Nicaragua”, retrata, documento por documento, episodio por episodio, el doloroso calvario que nuestra sociedad ha debido transitar detrás de cada reelección. Una obra que todo buen nicaragüense debería leer.

Comencemos por 1854. Los constituyentes de la época aprobaron una constitución para favorecer el continuismo en el poder de Fruto Chamorro. Y las marrullerías vienen de lejos. Aquella Constitución establecía el voto directo para elegir presidente, pero al mismo tiempo, otra disposición consignaba que “por esta vez” lo elegiría la asamblea constituyente. Así Chamorro fue reelecto sin correr el riesgo de someterse a una votación directa. Dos años después casi nos quedamos sin país a causa de la catástrofe de la guerra nacional, que tuvo como uno de los protagonistas a William Walker.

La llamada paz de los 30 años, colapsó, a fines del siglo XIX, con las pretensiones de reelección de Roberto Sacasa. La revolución liberal de 1893 dio paso al régimen de José Santos Zelaya que aprobó una constitución liberal y aplicó otra, autocrática. La entronización de la tiranía de Zelaya, en los inicios del siglo XX, y sus reelecciones sucesivas trajeron nuevamente la rebelión, la guerra y la intervención norteamericana.

Las ambiciones reeleccionistas de Emiliano Chamorro desembocaron en el golpe militar conocido como “el Lomazo”, en 1925, desencadenaron la guerra constitucionalista, nuevamente la intervención norteamericana y, con ello, la heroica resistencia de Sandino.

Los constituyentes que en el 1938 le regalaron 10 años de presidencia a Anastasio Somoza García, también aplaudieron al aprobar el continuismo con la consigna Somoza for ever. Votaremos para no votar, argumentaban, justificando su decisión de consagrar un tirano. Los constituyentes que aplaudieron al aprobar el nuevo período de Somoza nos condenaron a 40 años de dinastía, y de tragedias.

La Constitución de 1950 una vez más posibilitaba la reelección, dio paso a la rebelión y a la masacre de abril de 1954. La reforma constitucional de 1955, que autorizó una nueva reelección de Somoza García llevó a la inmolación de Rigoberto López Pérez, Edwin Castro, Ausberto Narváez, Cornelio Silva… (Mañana, hijo mío, todo será distinto…Sin látigo, ni cárcel, ni fusil, que supriman las ideas…)

Y vinieron nuevas rebeliones, pero los mismos dolores.

La constitución de 1974 aprobada para permitir la reelección de Anastasio Somoza Debayle es historia más reciente y hay suficiente memoria colectiva para testimoniar el rosario de tragedias.

Frente a los afanes reeleccionistas se enarboló siempre la bandera de la libertad.

Patria y libertad era la consigna del ejército de Sandino. Y con el grito heroico de patria libre o morir, miles de nicaragüenses ofrendaron su vida.

Ahora se está imponiendo a los nicaragüenses la misma fórmula de los tiranos y aspirantes a tiranos del pasado. Las reformas de Ortega son única y exclusivamente para consagrar dos lacras históricas: el entreguismo, porque eleva a rango constitucional la entrega del proyecto de canal a Huang Jing. Y la perpetuación en el ejercicio del poder. Los demás temas son faramalla para esconder los verdaderos propósitos.

Patria y libertad eran las banderas de Sandino. Las reformas de Ortega descuartizan esas banderas. Pretenden arrebatarnos la patria para entregarla a oscuros intereses. Y condenarnos a la opresión. Esas reformas son una ofensa y una traición a la memoria de Sandino. A la memoria de todos los nicaragüenses que lucharon y se inmolaron defendiendo sus banderas. Y todos los nicaragüenses que sucumbieron luchando por la libertad.  

Los representantes del orteguismo aprobaron las reformas que propuso su caudillo. Y cerraron con aplausos. Al igual que lo hicieron los corifeos de Chamorro, Zelaya, Somoza García, Somoza Debayle. El resto de la historia por venir, ya la sabemos. Ya la hemos vivido y sufrido.

                                                                

  1. Carlos

    Esos eran otros tiempos. En estos tiempos solo los ignorantes creen en maldiciones.
    Así como veo al pueblo, Ortega morirá de viejo antes de que lo derroquen

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