Los medios de comunicación internacionales han informado que Nelson Mandela, ex presidente de Sudáfrica, se encuentra en un estado de salud crítico. A un mes de cumplir 95 años, este legendario líder mundial vive, lamentablemente, sus últimos días.
Sin embargo, Nelson Mandela, Madiba, o Tata, como le llaman sus seguidores, tiene ya un lugar consagrado en la historia de los grandes personajes de la humanidad. Porque si bien Mandela es figura reverenciada en su país, su aureola se extiende al conjunto del continente africano y la proyección de su figura cubre al mundo entero.
Un luchador de toda la vida por la libertad de su pueblo, oprimido por décadas bajo el infame régimen del apartheid. En los tiempos presentes, cuando la mayor potencia mundial, Estados Unidos, tiene un presidente negro, resulta difícil asimilar que hace apuradamente 20 años se imponía en Sudáfrica el régimen racista del apartheid. De igual forma, en la década de los noventa, ni la imaginación más portentosa podía concebir que un presidente estadounidense, negro, estuviera a la vuelta de la esquina.
Para quienes, en término de edad, ya le dimos una vuelta al estadio, el apartheid es un recuerdo borroso. Para muchos jóvenes con seguridad hasta la expresión resulta desconocida. Apartheid. Un régimen que legalmente reconocía la superioridad de la población blanca sobre la población negra. No podían votar. No podían ejercer cargos en el gobierno. No utilizaban el mismo transporte. Sus barrios estaban separados de los blancos. No podían asistir a las mismas escuelas ni a los mismos hospitales. Por supuesto, la miseria, el analfabetismo, la insalubridad, el abandono se ensañaban en la población negra.
Mandela fue el símbolo de la lucha contra el racismo y por la libertad, aunque miles de sus compatriotas sufrieron cárceles, tortura y muerte, abrazando la misma lucha.
Libertad, igualdad, fraternidad -banderas de ayer, banderas de hoy, banderas de siempre- fueron agitadas por Mandela.
Entre los múltiples méritos que se reconocen a este emblema mundial, quisiera destacar tres.
Fuerza moral. Mandela estuvo preso 27 años, sometido una parte de ellos a trabajos forzados en una mina de cal. Recluido por años en una cárcel situada en una isla, permaneció prácticamente incomunicado, pues sólo se le permitía una visita o una carta cada seis meses. Además, ante el recrudecimiento de la lucha en contra del régimen sudafricano, su vida estuvo en peligro en distintos momentos.
Para mantenerse fiel a los propósitos de su lucha durante tanto tiempo de cautiverio y sufrimiento se requiere temple, fe, convicciones profundas. En síntesis, ser un hombre de principios.
Humanismo y generosidad. Después de tantos y tan prolongados padecimientos de la población negra, a causa del apartheid, y los que el propio Mandela personalmente padeció, era fácil sucumbir, una vez en el poder, a las tentaciones de la venganza. Sin embargo, ante un complejísimo y contradictorio proceso, Mandela fue baluarte de reconciliación, madurez y generosidad, impidiendo con su fuerza moral el estallido de venganzas o violencias masivas.
Sensatez política. Dueño de un liderazgo indiscutido y después de tantos años de lucha, era fácil sentirse el mesías iluminado, imprescindible, y sucumbir a las mieles del poder. Sin embargo, Mandela tuvo la sabiduría de retirarse a tiempo. Gobernó por cinco años, de 1994 a 1999. Y después abrió paso a otros liderazgos políticos. Madiba quedó como reserva moral para propios y para extraños.
Cierto es que superado el apartheid, los problemas de una sociedad marcada por las desigualdades y arraigados patrones de exclusión se resisten a ser extirpados. Así, el país y buena parte de la población siguen afrontando acuciantes desafíos económicos y sociales. Esas realidades en manera alguna debilitan la figura de Mandela.
Su herencia de fe, lucidez, lucha, esperanza, generosidad y desprendimiento son lecciones que todos deberíamos esmerarnos en aprender, en particular quienes desempeñamos una función política.
Aprender la lección. Y practicarla.
Aura Lila
Que diga alguien si conoce a algun orteguista que se desprenda aunque sea, de un galon de gasolina de su dadiva mensual para darselo a cualquier taxero de los miles, que no completan a veces ni siquiera el pago del alquiler del vehiculo para poder trabajar. Diputado, lo unico existente es: Garroteo, despojo de bienes personales, compradores de conciencia y abusadores de adolecentes y ninas. Esa es la practica de todos los que desfilan en el rebano del dictador. Muy lejos y remoto esta que alguno de los asaltantes, demuestren aunque fuera un gesto de generosidad. Todos, toditos ellos han aprendido muy bien la leccion de soberbia, desprecio y muchisima avaricia. El empleado publico que actue mejor como despota y enemigo del ciudadano comun y corriente, ese tiene premio, de poder, de posicion y caminito seguro al robo.
Alfonso Antonio Navarrete Centeno
Igual que al gran Mahatma Ghandi, ver otro Nelson Mandela en el presente siglo, será muy difícil. La humanidad agradece el ejemplo de estos dos grandes hombres…lástima que los «dueños» del mundo no quieran imitarlos. ¡¡ Dios bendiga a Mandela y Ghandi !!