En la mente de los nicaragüenses, el somocismo se asocia principalmente con los tiempos más duros de la dinastía, esto es, la represión, las torturas, los encarcelamientos, los asesinatos, los bombardeos a las ciudades y la guerra. Sin embargo, la dinastía somocista, así como tuvo el fin que todos conocemos, también tuvo un principio. Un principio marrullero. Y es preciso recordar esas etapas iniciales de la dictadura porque un pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo.
Somoza “presidente constitucional” de Nicaragua
Era el año 1936, último del período presidencial de Juan Bautista Sacasa. Anastasio Somoza García, el fundador de la dinastía, se encontraba obsesionado con llegar a la presidencia en las elecciones programadas para noviembre de ese mismo año.
Pero dos prohibiciones legales le impedían ser candidato: El artículo 141 de la Constitución de la época establecía: “Los militares en actual servicio no podrán obtener cargo de elección popular”, y Somoza, con el grado de general, ejercía el cargo de jefe director de la Guardia Nacional, herencia de la intervención norteamericana. Tampoco podía ser candidato, conforme el artículo 105 de la misma Constitución, “el que tuviere parentesco de consanguinidad o afinidad, en la línea recta, o hasta el cuarto grado inclusive de la colateral, con el presidente de la república o con el que ejerciere la presidencia en los últimos seis meses anteriores a la elección”. Y Somoza se encontraba emparentado dentro de esos grados con el presidente Sacasa.
¿Qué hizo Somoza para burlar las prohibiciones constitucionales y llegar “legalmente” a la presidencia de Nicaragua? Primero tenía que deshacerse del presidente Sacasa. Con este propósito orquestó un conjunto de maniobras militares y políticas, incluyendo el lanzamiento de turbas somocistas (¿les recuerda algo?) que sembraron el desorden, destruyeron bienes, se tomaron edificios públicos y destituyeron por la fuerza a las autoridades municipales en distintas ciudades del país. En definitiva, un golpe de Estado que culminó con la renuncia de Sacasa el 6 de junio de 1936. Pero Somoza se ocupó de cubrir las apariencias: el Congreso “eligió”, constitucionalmente, a un nuevo presidente, recomendado personal de Somoza, el Dr. Carlos Brenes Jarquín.
Así, Somoza removía un primer obstáculo: ya no era pariente del presidente en ejercicio. Pero faltaban cinco meses para las elecciones y la constitución prohibía ser candidato a los parientes del que ejerciere la presidencia en los últimos seis meses anteriores a la elección. Entonces el Congreso, controlado por Somoza, resolvió posponer las elecciones por un mes, concretamente al mes de diciembre del mismo año, y así cumplía – o más bien- Somoza burlaba con esa marrullería “legal” el precepto constitucional que le impedía ser candidato.
No obstante, todavía quedaba pendiente la prohibición de candidaturas a los militares en servicio activo. Somoza García volvió con una nueva marrullería: presentó al presidente títere su renuncia como jefe director de la Guardia, en noviembre, un mes antes de las elecciones. Se designó para “sustituirlo” al coronel Rigoberto Reyes, abuelo del actual presidente del Consejo Supremo Electoral. Somoza se quitó el uniforme militar y se colocó el traje de civil….pero siguió despachando en su misma oficina de jefe director de la guardia y girando todas las órdenes. Mientras el coronel Reyes firmaba los papeles que Somoza le pasaba para firma.
Llegaron las votaciones, el Consejo Nacional de Elecciones dio a conocer los resultados y declaró ganador a Somoza, pero las cifras electorales no le resultaron satisfactorias, así que una semana después el mismo tribunal electoral daba a conocer unas cifras en las que Somoza mágicamente aparecía con un 30% de votos más que las cifras iniciales. Una receta muy conocida en el presente.
Somoza tomó posesión como “presidente constitucional” de Nicaragua, en enero de 1937. Por supuesto, inmediatamente después reasumió el cargo de jefe director de la Guardia Nacional. Son los tiempos inaugurales de la era somocista.
Transitorios de ayer, transitorios de hoy
Pero el régimen no estaba consolidado. Faltaba un paso más y ese paso fue la convocatoria a una Asamblea Nacional constituyente, en 1938. Antes de siquiera cumplir dos años en la presidencia. Por supuesto, las elecciones fueron ganadas arrasadoramente por el partido liberal de Somoza, quien repartió también representaciones a sus socios del partido conservador nacionalista (partido inventado por Somoza integrado por conservadores somocistas) y a una fracción del Partido Conservador que resolvió participar en la comparsa electoral.
La Asamblea Constituyente aprobó una nueva Constitución pero además adoptó la siguiente disposición: “En ejercicio de la plenitud de la soberanía que corresponde….La Asamblea Constituyente por mayoría absoluta de sus miembros elegirá al ciudadano que ha de ejercer la presidencia de la república en un período que se contará desde el 30 de marzo del corriente año hasta el uno de mayo de 1947… La Asamblea Constituyente continuará en funciones convertida en congreso nacional y ejercerá el poder Legislativo hasta el 15 de abril de 1947”.
En otras palabras, la asamblea constituyente de un solo tajo le recetó a Somoza una extensión “constitucional” de diez años a su período presidencial (desde 1937 hasta 1947) y, si, cómo no, los mismos constituyentes también se auto-recetaron un período de 8 años como representantes en el congreso nacional. Esa disposición que marcó el destino del país por los restantes 40 años fue incluida en un artículo transitorio! Hoy, con un artículo transitorio exhumado marrulleramente el régimen de turno pretende también imponer su voluntad. ¿Casualidades de la historia?
¿Ideario Sandinista o recetario somocista?
Esas marrullerías de ayer en nada se diferencian de las marrullerías de hoy. Porque, ¿cuál es la diferencia con el fraude en las elecciones municipales, la pseudosentencia que pretende anular la prohibición constitucional a la reelección, o el decretazo que pretende extender indefinidamente el período de los funcionarios a los cuales ya se les venció su período? Para interpretar las acciones del régimen actual no hay que rastrear en el ideario o en la gesta de Augusto C. Sandino, sino en el recetario marrullero del somocismo.
De esta manera se establecieron las bases de la dictadura, primero; dinastía después. Un régimen oprobioso que se extendió por 42 años y, como está en la mente de la mayoría de nosotros, terminó en medio del dolor y el luto de la familia nicaragüense.
La interrogante está en si los nicaragüenses estamos dispuestos a permitir que se nos imponga nuevamente cargar la misma cruz y transitar por el mismo calvario.
Juan Alegría Sampson
Execelente artículo Diputado!
jesaenz
Muchas gracias, Doctor
Nica
Muy bueno, Enrique, este articulo es necesario publicarlo en los medios.
Milton Abaunza S
Hay que recordar la triste historia para no repetir el triste final de una dictadura
jesaenz
Así es Milton, lamentablemente parece que es una asignatura bien complicada porque no terminamos de aprender
ALFONSO ANTONIO NAVARRETE CENTENO
Gracias Enrique…cualquier parecido no tiene disimulo. Saludos.
alberto
Zorros del mismo piñar, decía Herty.
pulso
en Nicaragua las personas son usadas por personas que comentan de una y otra manera. tiramos la piedra y escondemos la mano. lo que se lee anteriormente es una completa realidad. en el pasado personas usaron al país para crear riquezas las riquezas quedaron y los aprovechados donde están. la gente sigue igual en el presente. mientras los ricos e «inteligentes» crean las guerras los necesitados y humildes participan en la guerra y mueren
jesaenz
Nada que agregar a tu comentario, pulso…