Olof Palme fue una destacada personalidad mundial en las décadas setenta y ochenta.
Líder de la Internacional Socialista -influyente organización política en otros tiempos-, líder del partido socialdemócrata de Suecia y primer ministro de ese país. Reconocido por sus posturas en favor de la paz, la democracia, la autodeterminación y la justicia internacional, en plena guerra fría, sus posiciones progresistas le llevaron con frecuencia a enfrentar las políticas militaristas y agresivas de Estados Unidos, al igual que las posiciones hegemonistas de la entonces Unión Soviética.
Amigo de la revolución sandinista, promovió fuertes lazos de solidaridad política y cooperación entre Suecia y Nicaragua.
Fue asesinado, al salir del cine con su esposa, sin guardaespaldas, una noche de febrero de 1986. Hasta ahora no se tiene un veredicto definitivo sobre su asesinato. Tuve oportunidad de conocer la tumba de Palme, en Estocolmo. Sencilla, sobria, adornada con unos ramos de flores frescas.
En Nicaragua, uno de los edificios más emblemáticos de la década de los ochenta, y aún en los noventa, fue el Centro de Convenciones que llevaba el nombre del líder sueco: Olof Palme. Un edificio que contaba con todas las facilidades que requiere un centro de convenciones.
Otro edificio, menos emblemático, también llevó el nombre de Olof Palme. La juventud socialdemócrata de Suecia donó a la entonces juventud sandinista, un centro de capacitación, que contaba con oficinas, auditorios, dormitorios, medios audiovisuales. Los jóvenes suecos realizaron actividades y colectas para contribuir con sus pares de Nicaragua. Popularmente se le conocía como “el Olofito”. La esposa de Olof Palme asistió a la inauguración.
Cabe preguntarse qué ocurrió con esos dos edificios.
Las dos fotos adjuntas son elocuentes. El otrora Centro de Convenciones Olof Palme se consume día a día en el abandono y la destrucción. Como si fuéramos un país donde sobran los recursos, las instalaciones se están echando a perder, sin que a nadie parezca importarle el sacrificio que representó construirlo. Falta agregar algo: dicen que pertenece al INSS, institución que -también nos dicen- se encuentra al borde de la crisis financiera.
El Olofito tuvo otra suerte. Ahora alberga a la opulenta Albanisa. Aquellos jóvenes suecos, que ahora no serán tan jóvenes, seguramente se irían de espaldas al saber en qué terminaron sus afanes de colaboración.
Signo de los tiempos. Porque son otros tiempos. De aquellos tiempos, tiempos heroicos, de sueños, empeños y sacrificios no queda nada…nadita de nada. Tal vez sea mejor decir: …casi nada.
Manuel
Los silencios no significan que no queda nada. Más bien indican que, de alguna forma, hay fuerzas que se están acumulando –en silencio– para hacer surgir los valores que siempre han estado en Nicaragua. Lo que cabe, entonces, es trabajar más fuerte, con mayor transparencia, con mayor proyección. Hay que mostrar a todos que no hay que desmayar ni disminuir los esfuerzos. Al final de cuentas, la vida, por donde se le mire, es una lucha continua que sólo reconoce el esfuerzo. No hay tiempo para desánimos.
María de Jesús Tenorio
Ahora lo más importante son los flamantes árboles de la vida, otra cosa no importa
Ebén Díaz
Totalmente de acuerdo con María de Jesús, antes eran los ya tristemente célebres arbolitos de navidad… como si no tuviésemos suficiente con eso de que desde El Carmen inventan cuanta tontería se les ocurre para confundir a la gente, ahora parieron los ´árboles de la vida´, como si de cuentos de hadas viviésemos en este país. Me pregunto… qué seguirá después? Las escobas de brujas??