Con el torbellino de acontecimientos de los últimos días, hay hechos relevantes que se van quedando atrás. Hechos valiosos que es necesario rescatar, por lo que enseñan, por las sensaciones positivas que despiertan, por el ánimo que infunden. Por el ejemplo que representan. Son hechos que encarnan la promesa de lo que podemos ser y lo que debemos ser, como nicaragüenses, de cualquier condición, no importa a qué nos dediquemos o dónde estemos. En lo más humilde o en lo más encumbrado.
El primer ejemplo…
Es Ana Marcelo. La muchacha nicaragüense que quedó entre las mujeres más bellas del mundo en el reciente certamen de miss universo. Quedó en lo que llaman «el top de las 21» más bellas. Definitivamente una brisa de frescor y de ensueño en un país tan sufrido como el nuestro. La emoción que representó para miles que pegados a las pantallas escuchamos la palabra ¡Nicaragua!, cuando la llamaron al estrado de las más bellas. Un corrientazo eléctrico pero que no causó dolor sino regocijo.
Sin embargo, lo más valioso de Ana son sus actitudes y valores como joven y como mujer. No tiene la menor reserva en reconocer que se enorgullece de su disciplina para el estudio y para el trabajo. Y no tiene la menor reserva para resaltar que esa disciplina la ganó echando tortillas con su tía y su abuela, que la forjaron en su infancia y adolescencia. Cuenta que mientras palmeaba las tortillas, por la mañana, tenía los cuadernos enfrente para poder hacer y cumplir con las tareas de la escuela. No tiene reservas para expresar que fue el trabajo duro, vendiendo rosquillas, gelatinas o cuajadas, lo que le enseñó el valor de las cosas materiales y no materiales. Ahora es ingeniera agroindustrial.
Pero, además, la bella exponente de la mujer nicaragüense, cada vez que pudo, posó con la bandera azul y blanco, la bandera de la patria.
El mejor retrato de su autenticidad fue su respuesta a un periodista que le preguntó qué iba a hacer ahora que llegara a su casa en Estelí, después de tanta dieta y trabajo. La bella respondió: comerme un buen plato de fritanga con un vaso de fresco de cacao.
El segundo ejemplo demuestra que la honradez, la transparencia y el compromiso verdadero con el futuro de nuestro país pueden encarnarse en hechos que podemos tocar. La frecuencia con que encontramos mezquindades, discursos vacíos, y muchas veces hipócritas, de voces que pretenden representarnos, nos lleva a perder de vista que sí pueden materializarse esos valores.
Pasemos a Dennis Martínez
Dennis, vamos a decirlo de entrada, sin ninguna necesidad personal, empeñó tiempo, esfuerzos y su propia imagen en el intento de contribuir al anhelo de los nicaragüenses por encontrar una salida del berenjenal en que estamos.
¿Qué movió a Dennis para autoimponerse esa faena? ¿Cargos? ¿Necesidad de congraciarse con algún sector? ¿Fama?
No tiene necesidad de cargos porque los tendría con solo chasquear los dedos.
No tiene necesidad de congraciarse con nadie.
Y no necesita más fama de la que ya tiene, siendo uno de los nicaragüenses más apreciados por moros y cristianos. Y sin embargo puso todo lo que estaba a su alcance para ayudar a construir una salida. No se pudo, porque fueron más fuertes los intereses, las miopías y las mezquindades.
Y cuando llegó el momento de poner los puntos sobre las íes, y llamar pan al pan, y vino al vino, lo hizo con transparencia, con altura, con sencillez y con decoro.
Ana Marcelo y Dennis Martínez son una demostración de que los valores sobre los que debemos construir una nueva Nicaragua podemos verlos y tocarlos en personas que apreciamos.
Vamos a dejar nuestro comentario hasta aquí porque no quiero empañar con otros temas estas sensaciones positivas. Quisiera que ustedes, tanto como yo, nos acariciemos a lo largo del día con una brisa de frescura en el rostro y en nuestro ánimo, con este bálsamo de esperanzas que brota de las actitudes de estos dos nicaragüenses. Nicaragüenses por gracia de Dios.
Muchas gracias Ana. Muchas gracias Dennis.
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