Durante más de una década Ortega forjó una alianza de beneficio mutuo con grandes grupos empresariales
En Radio Corporación, en nuestro programa Vamos al Punto, decíamos que la existencia formal de los partidos políticos en #Nicaragua dependía de la voluntad de Ortega. Y no pasaron 24 horas para que esa aseveración se confirmara con el leñazo despótico de Daniel Ortega. Literalmente, de un día para otro, despojaron al PRD de su personalidad jurídica y, con ello, de la posibilidad de participar en el circo electoral que el dictador pretende imponer en noviembre de este año.
Más allá de las arbitrariedades flagrantes del caso, pues a ese partido ni siquiera le permitieron el derecho a la defensa, lo que nos corresponde es enfocarnos en el fondo del asunto.
En Vamos al Punto hemos repetido hasta la saciedad que para descrifrar las jugadas y artimañas de Daniel Ortega debemos utilizar como única clave de interpretación su aferramiento demencial al poder. Mantenerse en el poder cueste lo que cueste, y a sangre y fuego, es su razón de ser. Lo ha demostrado “por a y por b”, en cada una de sus actuaciones, todos y cada uno de sus días como protagonista político.
¿Le importa a Ortega la legitimidad? Si engatusa a algunos con ese cuento, de afuera o de adentro, pues bien. Y si no, le da igual. Al fin y al cabo, para el tirano la única legitimidad que vale es la que deriva del ejercicio puro y duro del poder. Tenés poder, tenés legitimidad. Esa es la lógica del dictador. Es un dulce veneno que se autoadministran quienes centran sus expectativas en considerar que Ortega está desesperado por obtener legitimidad. Dulce veneno de quienes lo argumentan de buena fe. Porque hay quienes utilizan ese argumento de forma perversa.
¿Cuál es el propósito del dictador con este leñazo?
Hagamos una repasadita
Ortega pretende repetir, ajustado a las nuevas circunstancias, el mismo circo electoral que montó en el 2016. Ese año, con la complicidad de forajidos, disfrazados de opositores, de un manotazo eliminó a la Alianza PLI, que era la fuerza opositora real, e impuso a su esposa como vicepresidenta, para sembrar la semilla de la dinastía, que es otro de sus propósitos.
En el mismo circo seleccionó como su comparsa al PLC, y con anticipación definió cuántos diputados se iba a recetar y cuántos asignaría a las organizaciones colaboracionistas. Hasta gánsteres reconocidos agarraron terminación.
Todavía le alcanzó cuerda para montar otro circo electoral en las municipales del 2017.
En el camino otorgó personalidad jurídica a CxL y al PRD, organizaciones que participaron en esas elecciones municipales. Para recordar un poco, en Managua, el PRD obtuvo 1635 votos y CxL 4345: 1.3% entre los dos. Salvo uno que otro refunfuño, ambas organizaciones aceptaron expresamente esos resultados.
¿Qué no son las mismas condiciones? Cierto. Pero es útil recordar de dónde venimos.
Los designios de Ortega
Para la nueva función del circo, el PLC ya no le sirve como comparsa y necesita inventarse otro acompañante. Y seleccionó a CxL. Si alguien ha visto cómo sacrifican al ganado en un matadero, el dictador aspira a que el pueblo nicaragüense transite mansamente por los carriles de CxL hacia el destazadero.
Por supuesto, la pregunta que se impone es: Si CxL y sus aliados se prestarán a ese juego. Algunos me dirán ¡Qué pregunta más ingenua! Yo digo: esperemos…al fin y al cabo no tendremos que esperar mucho tiempo para salir de dudas.
Ortega anunció sus designios en altas y claras voces en sus más recientes discursos. El que no quiso entender, fue eso, que no quiso entender. Solo demos una repasadita a su discurso de enero de este año.
Dijo que después de noviembre, donde daba por descontado que su circo funcionaría. Procedería a instalar, y aquí voy a citar sus palabras: “un gran acuerdo nacional, un gran diálogo nacional”. “¿Para qué?” se preguntó, y él mismo se respondió: “Para que lo que quedó aprobado en la Constitución vuelva a caminar, tomando en cuenta las nuevas circunstancias lógicamente…para que logremos construir en las nuevas condiciones la Gran Alianza, la Gran Unidad que logramos construir en esa Primera Etapa”.
Pero además agregó “…y que le hagamos un llamado a los Gobernantes norteamericanos, y en este caso particular al nuevo Presidente de los Estados Unidos, el Presidente Biden, a que Estados Unidos pueda trabajar hacia nuestra Región…hacia Nicaragua, con una Política de Respeto y Entendimiento. «
Eso es lo que pretende Ortega: imponer su circo electoral, buscar en CxL a su colaboracionista minoritario, que le ayude a acallar voces críticas en el exterior, restaurar el acuerdo con los grupos económicos prominentes; restaurar su modelo de dominación política y económica; y, como siempre juega a hechos consumados, desde esa plataforma intentar un entendimiento con la administración Biden, al estilo del que logró con la administración Obama.
¿Qué bramó contra el Embajador norteamericano? Esa es señal inequívoca que busca un arreglo con los gringos.
Los pueblos no piden permiso para estallar…
La segunda pregunta es ¿Logrará el dictador sus propósitos? Ya veremos. Lo que no podemos hacer es cruzarnos de brazos. Nuestra obligación es luchar por todos los medios pacíficos a nuestro alcance por impedirlo.
En noviembre del 2017, el dictador pensó que tenía en su puño todos los hilos de la madeja, pero seis meses después estallaban las jornadas libertarias del 2018, desatando una crisis que todavía tiene atrapada a la dictadura.
Nuestra historia sintoniza muy bien con nuestra geografía. El Momotombo, el cerro negro, el San Cristóbal, no piden permiso a nadie para rugir y hacer erupción. De igual modo, a lo largo de nuestra historia el pueblo nicaragüense estalla solo. No pide permiso. Igual que estalló en el 2018.
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