El acto terrorista y satánico perpetrado el pasado 31 de julio en la #CatedralDeManagua quedará grabado en la memoria del pueblo nicaragüense al nivel de los más brutales de nuestra historia. Cierto es que no hubo víctimas humanas, que es lo primero que uno lamenta en las desgracias, pero eso no disminuye su bestialidad y crueldad.
Bestialidad y crueldad porque los autores intelectuales y materiales del acto satánico tenían el objetivo deliberado de golpear a la iglesia católica pero también golpear una de las fibras más sensibles del ser humano, que son sus creencias y convicciones religiosas. Es decir, provocar daño y dolor.
Estemos claros. Esta no fue la acción de una bestia solitaria, ni se trata de un hecho aislado.
Para no retroceder tanto, nos quedamos en el 19 de Julio. En pleno centro histórico de la vieja #Managua, se impuso una cadena nacional para transmitir un acto engalanado con un símbolo satánico, cubriendo a largo y ancho la Plaza de la República. Eso no fue casual.
En días posteriores se conocieron profanaciones y actos sacrílegos en varios templos católicos. Ayer mismo, en Santa Rosa del Peñón, en plena misa un desalmado apedreó la imagen de Cristo yacente. Tampoco se trata de acciones casuales. ¿Quién los alienta? ¿Quién los protege?
Además de colocarnos de nuevo en los medios internacionales, la brutalidad del acto ha concitado repudio, por un lado, y, por otro, solidaridad con la iglesia y el pueblo católico nicaragüense. Hasta el Papa Francisco se pronunció.
El Cardenal Brenes y la Arquidiócesis de Managua no dudaron en calificarlo como un acto terrorista.
Sin embargo, llama la atención que #DanielOrtega apareció en un acto del ejército, un día después, y no dijo una palabra sobre un acontecimiento tan estrujante. Él, que ahora presume de religioso y católico practicante, de misa y comunión, cuando puede exhibirlo. Y de abundantes frases bíblicas. No dijo una palabra.
¿Por qué sería?
Salvo los fanáticos que todavía le quedan al régimen, el pueblo en general no tiene dudas y todos los dedos señalan en una sola dirección. Por si quedaba algo por confirmar, para quienes podían tener algún resquicio de duda, apareció la policía.
Adjuntaron a un comunicado la fotografía de un atomizador plástico que supuestamente contenía alcohol. Sus versiones y acciones a todas luces conducen a encubrir el hecho y configurar la patraña de que se trató de un accidente. Y no tendrán escrúpulos en presentar testigos, amenazados, sobornados o sencillamente inventados.
Sin embargo, cometieron la torpeza de mostrar el supuesto atomizador. Sin ser detective, cualquiera puede constatar lo siguiente: Primero, el atomizador está íntegro, por tanto, no explotó. Segundo, el atomizador no se quemó pese a la magnitud del incendio, por tanto, estaba lejos de las llamas. Todos sabemos que el plástico se derrite con solo el calor.
¿Cómo es posible que no se quemara con lo voraz del incendio?
Solamente hay dos explicaciones posibles: Porque estaba lejos, o porque nunca estuvo en el sitio del siniestro. Queda una para la anécdota popular: O tal vez se trata de un «atomizador embrujado».
Si queda algo por agregar solo recordemos que el jefe de la policía es consuegro de la pareja que encabeza la dictadura satánica.
Finalmente, corresponde preguntarse ¿Cuáles pueden ser los propósitos de los perpetradores de este acto?
Se trata a todas luces de un acto terrorista que tiene al menos dos propósitos. De un lado, la venganza. Porque solo un corazón preñado de odio, con obsesión de castigar, puede descargar semejante golpe. El otro motivo también es terrorismo puro. Intentan amedrentar a la población, sembrar caos, zozobra y turbación. Según ellos, porque así se facilitará su permanencia en el poder.
Se equivocan. Esta vez el tiro les saldrá por la culata. Literalmente, tocaron a Dios con las manos sucias. Y no van a salir bien librados de semejante barbarie.
Para comenzar, la imagen más venerada de la feligresía católica nicaragüense, la imagen de La Sangre de Cristo, que acompañó a los creyentes por más de 300 años de agitada historia, queda, más potente que nunca, como una revelación que, sin lugar a dudas, ahora despertará mayor fervor y devoción.
En segundo lugar, la conmoción popular y la convicción de que este régimen colmó todos los colmos, y ya no tiene nada que ofrecer, amplía y profundiza el rechazo popular. Sus mismos seguidores siguen desgajándose después del acto brutal.
Este mazazo en plena cabeza nos impone colocar las coincidencias por encima de toda diferencia para poder enfrentar, todos, a este régimen satánico. El momento de dirimir las diferencias, democráticamente, ya llegará. Quienes por encima de semejante campanazo sigan empeñados en colocar las diferencias delante de las coincidencias, además de insensatos, en definitiva, se están poniendo del lado de satán.
Francisco J. Calero
Sencillo y rápido:
Cual es el propósito de un acto terrorista?
Infundir terror, amenaza, confusión, alarma, caos!!!
Por lo tanto, fué un acto terrorista, criminal perpetrado por profesionales.