En un país como el nuestro, la democracia es un edificio en construcción. Ni las sociedades amanecen de un día para otro como democráticas; ni las personas amanecen de un día para otro como demócratas. Tampoco las organizaciones.
En nuestro caso particular, solo hemos tenido unos pocos y efímeros atisbos de democracia. Prácticamente, a lo largo de nuestra historia nunca hemos vivido en una democracia plena. Por consiguiente, es natural que carguemos en nuestras espaldas o exhibamos en nuestra frente el sello de esa herencia. De ahí que los valores y las prácticas democráticas debamos ir forjándolos y aprendiéndolos en el camino. Esta es una forja y un aprendizaje individual y, a la vez, colectivo.
Nos equivocamos si pensamos que la construcción democrática comenzará hasta que salgamos de Ortega. Ese proceso debe comenzar aquí y ahora. O, más bien, debió comenzar desde hace rato en las organizaciones que aspiran a la democracia y en todos, absolutamente todos, los que declaramos aspirar a la democracia. Nadie en Nicaragua nace demócrata. Y nadie puede alegar ser más demócrata que otro por tener mayor o menor nivel de escolaridad, o por ser varón o mujer, joven o viejo, pobre o acaudalado. Los valores y las prácticas democráticas son un producto cultural que se va amasando día a día en las personas, en los grupos y en la sociedad.
Uno de los valores y de las prácticas esenciales de la democracia es la transparencia. Si con justa razón exigimos al régimen transparencia, nosotros debemos ser los primeros en esforzarnos por imprimir transparencia a cada uno de nuestros actos.
¿Por qué estamos hablando de esto?
Con ocasión del segundo aniversario del estallido de la insurrección cívica de abril, representantes de la Coalición Nacional comparecieron públicamente y presentaron un posicionamiento frente al régimen y frente a los nicaragüenses.
Ningún representante de la Alianza Cívica participó en esa comparecencia. Por las redes sociales circula un torrente de presuntas razones.
Una de dos. O es cierto que los representantes de la Alianza Cívica no asistieron a la comparecencia porque no estaban de acuerdo con el contenido del posicionamiento; o no es cierto. En cualquiera de los dos casos deben explicarlo de manera creíble. Y quedemos claros. Una cosa es una explicación sería y otra es pretender dar atol con el dedo. Ni se puede, ni se debe subestimar la capacidad de entendimiento de la gente, ni sus sensibilidades.
No nos equivoquemos. Este no es un asunto de menor cuantía. Para enfrentar a Ortega una condición indispensable es la unidad de las fuerzas opositoras. Y esa unidad debe ser, y debe parecer.
¿Que en la pluralidad de visiones y de grupos es complicado alcanzar consensos y tomar decisiones?
Cierto. Es complicado. Pero no tienen de otra: están obligados a alcanzar acuerdos.
En momentos en que el pueblo nicaragüense necesita desesperadamente afianzar su confianza en un proyecto de cambio. Hay que ser confiable.
En momentos en que el pueblo nicaragüense necesita desesperadamente avivar sus esperanzas en un proyecto de cambio. Hay que ser confiable.
En momentos en que el pueblo nicaragüense necesita liderazgos coherentes y consistentes. Hay que ser confiable.
Y la confianza se alimenta con actos.
Si es cierto que algunos no estaban de acuerdo con reclamar, en el pronunciamiento, la salida de Ortega, por la razón que sea, es importante conocer esas razones. Y si es falso que este fue el motivo, hay que despejarlo diáfanamente.
Vamos a suponer que algunos sectores desean preservar un clima propicio para eventuales negociaciones con Ortega y que prefieren no agudizar contradicciones. Que lo digan. Al fin y al cabo, se sabría más tarde o más temprano.
En cualquier caso, es una torpe ingenuidad pretender, a estas alturas del partido, que congraciándose con los cabecillas del régimen estos van a contener sus ímpetus homicidas. Allí está el ejemplo de la represión desatada a lo largo y ancho del país. Hogares allanados sin orden judicial. Heridos, golpeados, ultrajados, encarcelados. De puro milagro en esta embestida no han arrebatado la vida a nadie.
Ortega no va a aplacar la violencia de sus esbirros para corresponder a actitudes condescendientes. Decimos lo anterior, por si hay quienes así lo piensen.
En las presentes circunstancias de apremio, incertidumbre, opresión y amenazas de todo tipo es fácil cometer equivocaciones, por acción o por omisión. Pero siempre queda el recurso de la rectificación.
Un acto de humildad y sabiduría sería que la Alianza Cívica emitiera un comunicado oficial que despeje cualquier duda. Sería una acción de beneficio colectivo.
En su proclama “El momento de la unión es ahora”, la Alianza Cívica presenta un decálogo para la construcción de la democracia y se pronuncia por una nueva forma de hacer política. Pues bien, las nuevas formas de hacer política se declaran y se practican. Con transparencia.
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