Esto que ocurrió en la Catedral de Managua, con ocasión de la misa de cuerpo presente de Ernesto Cardenal, verdaderamente nos deja sin calificativos.
¿Cómo podemos calificar a quienes pisotean una y otra vez los sentimientos religiosos?
¿Cómo podemos calificar a quienes se ufanan de profanar templos?
¿Cómo podemos calificar a quienes se solazan en agredir impunemente a personas indefensas?
¿Cómo podemos calificar a quienes mancillan honras fúnebres y la memoria de los muertos?
Vimos de nuevo los rostros furibundos, rostros fanáticos llenos de odio, vociferando y vapuleando.
Si no respetan la vida. Si no respetan los templos. Y tampoco respetan a los muertos ¿Qué es lo que respetan?
Estos hechos bochornosos fueron recogidos por los grandes medios pues todos sabemos que Ernesto Cardenal era, probablemente, el nicaragüense de mayor reconocimiento internacional por sus aportes a la literatura universal y también por sus posturas políticas. Pero la camarilla en el poder no conoce la vergüenza ni el decoro.
Los rostros que no vimos, pero fácilmente podemos imaginar, son los rostros de los autores intelectuales. Los rostros de quienes les dieron sus pesitos, los montaron en un bus y enviaron a los maleantes a cometer sus fechorías.
Los rostros de quienes por video seguían atentamente el cumplimiento de sus instrucciones, con ojos brillosos y fauces espumosas.
Rostros hipócritas que con una mano emiten un comunicado, para la exportación, lleno de palabras y frases melosas, declarando incluso algunos días de duelo por el fallecimiento del poeta Ernesto Cardenal mientras,con la otra, ordenan a sus turbas que agredan, mancillen y profanen.
Los que emitieron el comunicado son los mismos que dieron la orden.
Seguramente algunos se preguntarán ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué lo hacen? ¿Qué ganan?
Lo hacen porque tienen terror a la gente en las calles. Pensaron que las honras fúnebres del poeta podían ser motivo para que la gente saliera a las calles. Y entonces montan estas operaciones que llaman profilácticas. Porque según ellos así intimidan y sofocan la energía popular y las ansias de protestar que acumula el pueblo.
Seguramente, a estas alturas estarán expresando satisfacción por considerar que su operación fue exitosa. Ciegos y sordos a la realidad no se percatan que siguen sembrando vientos para cosechar nuevas tempestades. Y si la borrasca de abril no los mandó de una vez al basurero de la historia, la tempestad que están alimentando, esta vez sí dejará en pampas caminos de esperanza, libertad y justicia.
¿Y por qué agreden a los periodistas?
Porque le tienen terror a la verdad. No han podido doblegar la voluntad y el compromiso de las mujeres y hombres de prensa. Y eso les mantiene rabiosos. Por eso los patean, les roban, los agreden. Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres, reza la frase bíblica. Y ellos le tienen terror a esa frase.
Expresamos nuestro repudio, no solo a los agresores directos, sino principalmente a los cabecillas que los mandan y los cobijan con el manto de la impunidad.
Lo hacen también por venganza. No está en su alma la posibilidad de perdonar. Y no perdonan al padre Cardenal la vertical oposición a su dictadura.
Evidentemente, Ortega sigue apostando al odio. Sigue con su siembra de odio. Quiere que, igual que ellos, emponzoñemos nuestros corazones. Es una batalla en la que tampoco nos debe derrotar. De esta guerra debemos salir con las manos limpias. Con el corazón limpio. Y la mirada limpia, firmemente enfilada hacia el futuro.
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