Siempre es oportuno recalcar que en el campo político hay tres tipos de encuestas. Primero están las encuestas que hacen los investigadores sociales, con el ánimo de conocer los estados de opinión de la población sobre determinados temas. Son las que tienen más credibilidad porque ordinariamente no encierran propósitos escondidos.
Después están las encuestas que realizan partidos, candidatos o grupos políticos, para consumo interno. Los resultados de estos sondeos son utilizados para tomar decisiones en las campañas electorales, o en el ejercicio del gobierno, o en el desempeño de alguna función pública. Usualmente, esos resultados nunca se dan a conocer al público.
Y están las encuestas que se fabrican con la intención de manipular a la opinión pública, sorprender a los desprevenidos y engatusar a los desinformados. Esto es, las encuestas como instrumentos de propaganda y de engaño.
Sabemos que el régimen de Ortega ha implantado como pilares de su propaganda pregonar los embustes más irracionales, las mentiras más descaradas, las patrañas más infames. El engaño es la política oficial. Parten de la base de que si, por un lado, estrangulan la opinión y la información independiente y, a la par, repiten y repiten sus mentiras, la población terminará por dudar de sus propias opiniones o convicciones, y terminará por creer los embustes.
Durante un tiempo esta estratagema les dio resultado. Lograron engañar a buena parte de la población. Pero la realidad es más poderosa que las patrañas y la chimbomba inflada con mentiras explotó en abril del 2018.
Sin embargo, la propaganda es uno componente inseparable en toda guerra. Y como el oreguismo está en guerra contra el pueblo, siguen con su avalancha de mentiras con la finalidad de desinformar, desconcertar, desanimar, inmovilizar y avasallar a la población.
Es en este contexto que debemos analizar las encuestas que Ortega encomienda a sus sirvientes. En los últimos meses hemos visto como comienza a menudear la fabricación y divulgación de supuestas encuestas. El «encuestador», muy serio, las presenta en un canal televisivo. Seguidamente los medios del régimen machacan y machacan. Más tarde, algunos comentaristas independientes desprevenidos las comentan. La gente comienza a opinar y las redes sociales cumplen su parte haciéndole inconscientemente el trabajo al régimen al divulgar masivamente los datos más dañinos.
Están claros los propósitos de esta estratagema:
El primero es mantener la fidelidad de sus adeptos, alimentándoles la creencia de que el gran líder es sabio, poderoso e infalible, y que «vamos por buen camino».
El segundo es implantar en la mente del pueblo que el Orteguismo es mayoría y que la oposición es minoría. Que la mayoría aprecia y celebra el gobierno de Ortega. Que de realizarse elecciones, en cualquier tiempo, el triunfo lo tienen asegurado Ortega y su camarilla.
Si no fuera porque esas encuestas, literalmente, chorrean sangre, en tanto que su propósito es enmascarar los crímenes del régimen, pues uno tiene la tentación de descartarlas como payasadas. Pero no. Son parte de la comparsa criminal del régimen y por consiguiente hay que salirles al paso y desnudar sus intenciones.
Creer en esas patrañas significaría admitir que la inmensa mayoría de los nicaragüenses son sinvergüenzas pues aplauden a una banda de corruptos.
Creer en esas patrañas significaría admitir que la mayoría de los nicaragüenses son psicópatas, enfermos mentales que aplauden el crimen y la represión.
Creer en esas patrañas significaría admitir que la mayoría de los nicaragüenses son masoquistas, que disfrutan con la zozobra de no tener empleo, gozan con la angustia de no saber cómo van a dar de comer a sus chavalos, se deleitan con la incertidumbre y las aflicciones.
Creer en esas patrañas significaría admitir que la mayoría de los nicaragüenses tienen alma de esclavos que aplauden a quienes los oprimen, los engañan y aplastan sus sueños y sus esperanzas.
Quienes tienen acceso a las redes sociales seguramente ya han visto un video que destapa las maniobras con estas encuestas prefabricadas. No solo las preguntas son amañadas. O el procesamiento. Los entrevistadores son parte de la trama. El video muestra una entrevista en la que el entrevistador le pregunta a una ciudadana qué calificación del 6 al 10 le concede a Ortega. Donde 6 es el mínimo y 10 es el máximo. El encuestar oculta la escala del 1 al 5. Obviamente, con esta marrulla Ortega siempre saldrá por encima del 60% de aprobación.
La finalidad es instalar en los nicaragüenses lo que en comunicación política se conoce como espirales de silencio. Esto es, hacer creer a la gente que si tiene problemas, angustias o inconformidades, esos problemas solamente son de una minoría pues, la mayoría disfruta de bienestar, seguridad y oportunidades. De esta forma el ciudadano calla o se encierra.
¡Pues no señores!
Si usted sufre cada día las zozobras del desempleo, sepa que hay centenares de miles de nicaragüenses en igual condición. Y el responsable es Daniel Ortega.
Si usted se angustia porque su salario o sus ingresos no son suficientes para los gastos del hogar, la leche o la comida de los chavalos, sepa que hay centenares de miles de familias nicaragüenses, la mayoría de la población, en la misma condición que usted. Y que el responsable es Daniel Ortega.
Si usted se aflige por la incertidumbre, el panorama turbio y la desesperanza. Sepa que centenares de miles de familias nicaragüenses. La mayoría. Padece las mismas zozobras. Y el responsable es Daniel Ortega.
La encuesta que vale es la que usted responde cada día, en su casa, con su familia, con sus penurias, sus aflicciones y pesadumbres. Millones de nicaragüenses responden del mismo modo que usted esa encuesta de cada día.
Pero este mal no durará. Vamos a salir de este pantano y construiremos una nueva Nicaragua con libertad, prosperidad, derechos y oportunidades.
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