Hace menos de una semana, por primera vez en la historia, fue electa en un cargo de elección popular en Estados Unidos una mujer nicaragüense. Se trata de Sofía Lacayo, quien se impuso a dos candidatos de origen cubano en la disputa por un escaño en el consejo municipal de Sweetwater, uno de los distritos del condado Miami Dade.
Algunos tal vez consideren el hecho de poca relevancia. Por encima de que se trata de una pequeña ciudad, es un hecho que merece destacarse pues tiene implicaciones que van más allá de la persona y del cargo.
En primer lugar, porque abre una doble brecha. De un lado, por primera vez se hace sentir de manera directa el peso político de la comunidad nicaragüense en el sur de la Florida. Los nicaragüenses son una comunidad numerosa pero su caudal electoral hasta ahora no se había expresado en términos de influencia política real. Ella compitió en una campaña bastante áspera. Sus dos contendientes eran cubanos. Uno pretendía reelegirse en el cargo y la otra ya lo había ejercido y pretendía volver. El candidato varón declaró públicamente “ningún indio va a venir a ocupar mi silla”, en una referencia racista hacia la candidata de origen nicaragüense.
La elección rompió la tradicional hegemonía de los cubanos en cargos públicos.
En segundo lugar, la elección expresa el despertar político de la comunidad nicaragüense en el exterior. Sofía logró que los nicaragüenses salieran a votar en su respaldo. Y esta es la segunda brecha que se abre. Como sabemos, se estima que hay más de un millón de nicaragüenses que, por distintas razones y en distintos momentos, abandonaron el terruño para buscar oportunidades en otros horizontes. En distintos lugares se registran historias de éxito. Nicaragüenses que se abrieron paso a nivel profesional, empresarial, deportivo, cultural. Y son personas de influencia en sus comunidades. El triunfo de Sofía debe alentar entusiasmos y elevar las miras de los nicaragüenses en el exterior. Así que debemos prepararnos para ver candidatos nicaragüenses en otras ciudades norteamericanas, y por qué no, en algún momento tener a un nicaragüense como aspirante al congreso norteamericano. Lo mismo cabe decir en relación a los nicaragüenses residentes en Costa Rica.
Y eso es algo que debemos apreciarlo más allá de las filiaciones políticas, y concentrarnos más bien en los méritos de las personas.
El hecho también nos muestra otra perspectiva. Uno de los compromisos de la democracia que construiremos al salir de Ortega es garantizar el voto de los nicaragüenses en el exterior. Esta ventana abierta nos permite vislumbrar el potencial político de ese voto.
Lo único que conozco de Sofía es su perseverancia. Pasó meses en campaña y no tuvo reservas en rodearse de personas sin discriminación por razones de filiación política. Y este es un mérito. Los nicaragüenses que la apoyaron lo hicieron inspirados en la bandera azul y blanco. Madre de dos hijos, profesional graduada en la Universidad Centroamericana, emigró a Estados Unidos hace 14 años y logró abrirse paso hasta establecerse como una empresaria exitosa. Hasta allí llega mi conocimiento de ella.
Evidentemente Sofía tiene un gran desafío por delante. En primer lugar, corresponder a la confianza de sus electores y ejercer su cargo de manera ejemplar. Pero igual, los electores nicaragüenses tendrán que apoyarla en su desempeño.
Pero además, aunque fue electa por su comunidad, de alguna manera también nos representa a los nicaragüenses todos, independientemente de donde residamos. Es un tremendo desafío corresponder al hecho histórico de ser la primera mujer nicaragüense que alcanza un cargo de elección popular en Estados Unidos. Nuestro deseo es que tenga una gestión pública exitosa.
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