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Perdón y olvido

 

Sin duda, la justicia es uno de los temas más espinosos que los nicaragüenses deberemos dilucidar en el futuro. “Sin justicia no hay paz”, es una de las frases que se escucha. Aunque la frase que más concita polémicas es “Ni perdón ni olvido”.

Se trata de un asunto de fondo al que corresponde, por tanto, entrarle a fondo.

Comencemos por el principio.

La palabra amnistía etimológicamente viene del griego amnestía, que significa olvido, pérdida de la memoria. De ahí deriva la palabra amnesia. De ahí deriva también la expresión “perdón y olvido”, asociada al acto jurídico y político conocido como “amnistía”.

¿Y qué es una amnistía?

Usualmente es una ley en virtud de la cual se concede el perdón a los culpables de delitos, o que pudieran ser culpables de haberlos cometido. Implica la cancelación de la condena, la extinción de la pena y la anulación del delito, es decir, como que si nunca se cometió delito alguno. Es perdón y olvido.

La amnistía puede ser un acto de justicia o un acto infame. Lo determinante es la causa que lo motiva y el contexto histórico en que se produce. Hay pues, en toda amnistía, en todo perdón y olvido, un elemento político, un elemento ético y un elemento histórico.

Las dictaduras, por lo general, y allí está el ejemplo de las dictaduras militares latinoamericanas, se recetan amnistías cuando sienten que están de salida, con el propósito de asegurarse impunidad por los crímenes cometidos. Pero también hay amnistías legítimas, cuando se conceden como base para restablecer la democracia o para promover procesos de reconciliación auténticos. O bien, para hacer justicia a condenados inicuamente por luchar por la libertad o por una causa justa.

¿Qué nos dicen las enseñanzas de la historia?

Los ciclos de violencia y las tragedias que hemos sufrido a lo largo de nuestra historia, tienen como uno de sus orígenes la falta de verdad y de justicia. Desde el poder, una y otra vez, se ha acudido a la venganza frente al adversario vencido. O al olvido, desde las élites victoriosas. Pero no a la justicia. Ni a la verdad.

No vayamos muy largo. Cierto es que miembros de la guardia nacional cometieron delitos de lesa humanidad. Pero los tribunales que los juzgaron fueron tribunales de venganza, no tribunales de justicia. Ni todos los que pagaron eran pecadores, ni pagaron todos los pecadores. Cualquiera sabe que, a la par de los llamados Tribunales Especiales, el finado Tomás Borge ejercía de tribunal y al arbitrio de su poder recetaba castigos e indulgencias. Por cierto, en la Ley Creadora de los Tribunales no figura la palabra justicia.

Sigamos con la década del ochenta. Se cometieron atrocidades, de parte y parte. Seamos claros. Tampoco vengamos con indulgencias para unos, e inquisiciones para otros, encubriéndonos con justificaciones ideológicas o políticas. Pero hay que reconocer que uno de los delitos de proporciones históricas fue mandar a morir y a matar, con el servicio militar, a miles de jóvenes nicaragüenses, por una causa, que en buena parte de los casos no era su causa. Conozco desgarradoras historias de jóvenes de aquel momento, que desertaron, otros que lo cumplieron, y otros que escaparon antes de ser reclutados. En algunos casos esas vidas fracturadas pudieron reconstruirse. En otros no. Quedan todavía muchas heridas abiertas.

Después vinieron las varias amnistías de los noventa -parches de impunidad- algunas concedidas con una pistola en la cabeza. No hubo bases sólidas de reconciliación porque no hubo ni verdad ni justicia. Y aquí estamos de nuevo repitiendo la tragedia.

Si en realidad queremos erradicar esos ciclos funestos y construir una Nueva Nicaragua, en paz y libertad, las bases están en la verdad y la justicia. La impunidad, la amnesia y la venganza son las mejores recetas para alimentar el ciclo de tragedias.

En el trágico episodio que enfrentamos, tenemos bastante en materia de verdad. Un informe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Derechos Humanos. Varios informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Dos informes de Amnistía Internacional. Y el demoledor informe de la Comisión Interdisciplinaria de expertos internacionales. Esos informes señalan a los principales responsables y señalan los principales delitos, incluyendo delitos de lesa humanidad. Lo demás corresponde a los tribunales de justicia, cuando tengamos tribunales verdaderamente imparciales. O a tribunales internacionales. Y dejemos también aquí claro: justicia. No venganza.

En “la presente coyuntura” perdón y olvido significa, tal cual, pérdida de la memoria.

Ni política, ni ética, ni históricamente se justifica allanar camino a la impunidad abriendo cauces al perdón y olvido.

Ni impunidad. Ni amnesia. Ni venganza.

  1. Max

    Justicia para los mas de 325 asesinados.Ya que los culpables son los mismos de los años 80 que en esta segunda oportunidad que el pueblo les brindo,Fueron decepcionados con semejante salvajismo de represión a no tener la mínima decencia de poder darle al pueblo nicaragüense la oportunidad de vivir dignamente.Con los principios y valores que se necesitan para poder crear una sociedad mas justa,Fuerte y Digna.

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