Política y Realidades nacionales

El único camino que nos queda

Se agotaron las palabras para calificar las actuaciones del régimen de Ortega.

¿Cómo se puede calificar a quienes disparan a mansalva y sobre seguro a una manifestación pacífica? Llamarles criminales no es suficiente.

¿Cómo se puede calificar a quienes ordenan disparar y a quienes disparan sin importar ujeres, ancianos, niños, niñas, adolescentes? Llamarles cobardes no es suficiente.

¿Cómo se puede calificar a quien ordena que se dispare a población desarmada mientras habla de paz y de cristianismo? Llamarle cínico y mentiroso no es suficiente.

¿Cómo se puede calificar a quien, exactamente en un día sagrado para los nicaragüenses, como es el día de las madres, masacra al pueblo inerme? Decirle que es un tal por cual, que no tiene madre, no es suficiente.

¿Cómo se puede calificar a quien, y a quienes, provocan una masacre precisamente en el acto en que se rendía homenaje a las madres cuyos hijos habían perdido la vida por órdenes del mismo criminal? Simplemente, no hay palabras para llamarle. Tal vez diabólico, demoníaco. Pero ni eso.

En el mundo de hoy existe una palabra para calificar a quienes siembran el terror entre población civil e inocente, provocando muerte y sufrimiento. El mundo les llama terroristas.

Ortega y sus secuaces cumplen con todos los requisitos para ganarse el título de terroristas. Son terroristas. Son una banda de terrorista que se ensañó primero en jóvenes desarmados, y ahora en mujeres, niños, niñas, ancianos que marchaban pacíficamente, llenos de esperanza y clamando libertad y justicia.

Pero los terroristas que realizan acciones en otras latitudes, si bien son asesinos, no pueden ser acusados de cobardes, porque en muchas de sus acciones arriesgan su vida y frecuentemente la pierden.

Pero los terroristas de aquí, además de terroristas son COBARDES, porque atacan a mansalva, sobre seguros, y después corren a esconderse. La guarida de los cabecillas de los terroristas ahora está protegida por barricadas reforzadas, con murallas de piedra cantera.

Llamarlos locos, es hacerles un favor.

SON TERRORISTAS. Y SON COBARDES.

Ortega seguramente no pudo contener su furia al ver, porque seguro es que lo vio, los centenares de miles de nicaragüenses que marcharon en repudio a su régimen.

Y seguramente comparó con la patética reunión que realizó en la avenida Bolívar. A pesar de las presiones y amenazas a empleados públicos, a pesar de las cervezas, a pesar de las prebendas, a pesar de la furiosa campaña por sus medios de comunicación, su otrora capacidad para llenar plazas está en escombros. Todos pudimos y podemos ver el patético acto que organizaron.

Allí quedó reflejado que la sociedad nicaragüense no se encuentra partida. El pueblo nicaragüense quiere un cambio y lucha para lograrlo, y al otro lado, un grupo de terroristas, aferrados al poder, con el respaldo de una minoría que cada vez se achica más. Sin base social, aislado internacionalmente, rotas sus alianzas económicas, sin recursos de la cooperación petrolera venezolana, lo único que le queda es el recurso de la fuerza y la estrategia del terror.

Frente a la masacre del Día de las Madres, los obispos, con sensibilidad y sensatez, resolvieron suspender el diálogo. Y es que no tiene ningún sentido un diálogo con Ortega cuando no tiene voluntad de cumplir ningún compromiso.

Mientras más tiempo pase, más destrucción, más daño económico, más penuria para las familias, más limitaciones para las empresas. cada día que pasa con esta banda terrorista en el poder, el pueblo nicaragüense lo paga con sangre, muerte y dolor.

Debemos apurar cuanto antes este trago amargo. Tiene razón la gente al decir que no basta ya con las manifestaciones pacíficas. Debemos seguir movilizándonos pacíficamente pero necesitamos intensificar la presión social. ¿Por qué vamos a pagar impuestos a los terroristas? ¿Para que nos sigan matando? ¿Para que pagar a alcaldes que encabezan las turbas diabólicas que matan y destrozan?

La gente cada día habla más de que no queda más camino que un paro nacional, hasta que los terroristas abandonen el poder. Y en verdad, es el único que queda. Y cuanto antes, mejor.

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