Temas Sociales

El Teletón, Fundación Los Pipitos…¡Qué vaina!


Es doloroso admitirlo pero, en términos generales, somos una sociedad fracturada.

Las fracturas son de distinta índole. Unas son de carácter geográfico, pues se carece de las suficientes vías de comunicación y conexión para articular poblaciones, departamentos y regiones. Solo pensemos en la Costa Caribe. Hay poblados en Nicaragua que requieren más tiempo para llegar a ellos que para trasladarnos a Europa.

Vivimos también fracturas de carácter social. Aunque no lo parezca, en Managua hay pequeñas ciudadelas con verdaderos palacios que nada tienen que ver con las realidades de nuestro país. Estas ciudadelas ni siquiera pueden ser vistas por el común de la gente pues se encuentran aisladas y fortificadas. Para ingresar deben franquearse hasta dos y tres retenes. Allí reina la opulencia y la ostentación de poder y riqueza. Hasta el agua que toman la traen del exterior.

También se padecen las desigualdades de género, que van desde la inequidad con el empleo y los salarios, hasta la violencia hacia las mujeres.

Están las desigualdades en el ingreso. Crecen la pobreza y el subempleo y crece también la riqueza de los nuevos multimillonarios.

Las fracturas obvias son de carácter político. Una minoría que concentra poder económico y político, que impone su voluntad y excluye a quienes le adversan.

Y hay otras fracturas más.

Por esta razón, un proyecto de afianzamiento de nuestra nación debe proponerse primordialmente la superación gradual de estas fracturas, muchas de las cuales son, a la larga y a la corta, fuentes de violencia y atraso. A nuestro entender, solamente si caminamos en dirección a superar estas fracturas podremos construir país.

En consecuencia, aquellos emprendimientos que unen a los nicaragüenses alrededor de valores constructivos, deben alentarse y cuidarse, a como se decía en otros tiempos, como la niña de los ojos.

Probablemente una de las iniciativas que lograba este propósito eran las jornadas de recaudación de fondos en favor de la niñez discapacitada bajo la enternecedora expresión “Los Pipitos”.

Estas jornadas ponían a flor de piel dos valores fundamentales en nuestra sociedad: generosidad y confianza. Miles y miles de voluntades, corazones y emociones se movían alrededor de los llamados Teletón.

Conmovía que ver la sonrisa, el esfuerzo y las miradas de aquellos niños, niñas y adolescentes, en competencias, bailes y expresiones artísticas, alzarse por encima de sus limitaciones, y escuchar a padres y madres de familia hablar sobre sus sacrificios, sus alegrías y sus esperanzas. Y así, el país entero, dentro de sus propias adversidades, se volcaba para dar lo que estuviera a su alcance. Una de las pocas iniciativas colectivas que podíamos exhibir como exitosa.

De repente estalló el conflicto, difícil de entender para cualquier cristiano. Primero resultó que eran tres actores y no uno: el club 20.30, la Fundación los Pipitos y la Fundación Teletón. Después se supo que rompieron el convenio existente y no pudieron entenderse. De inmediato salieron a luz las acusaciones y descalificaciones. Llegaron a un punto tal que prefirieron encomendar al gobierno que actuara como árbitro.

Finalmente el Ministerio de Gobernación resolvió, primero en favor de la Fundación Los Pipitos, después el mismo Ministerio se retractó, anuló su resolución previa y envió a ambas fundaciones, Teletón y los Pipitos, a resolver la controversia en los tribunales de justicia.

No disponemos de  suficientes elementos de juicio para inclinar nuestra opinión en uno y otro sentido, ni es nuestra función culpar o absolver, pero como ciudadanos sí podemos expresar es lo siguiente:

Que en este litigio resultó evidente la falta de capacidad para fijar reglas de juego claras y después respetarlas.

Resultó también evidente la falta de capacidad o de voluntad para dialogar, abrir mentes y llegar a acuerdos de beneficio colectivo, sobre la base de la generosidad y de la solidaridad, en bien de esa niñez que tanto lo necesita. Y del país, que también necesita mensajes, actitudes y prácticas sanas y reconfortantes.

Uno se pregunta: si tenían 17 años trabajando juntos ¿Por qué echar por la borda una imagen, una causa? ¿Creen que será posible recuperar la confianza de la gente?

¿Tenían derecho a despilfarrar dos valores que nuestra sociedad necesita cultivar: la generosidad y la confianza?

El resultado está a la vista. Cada quien por su lado, por lo que se ve, cuesta abajo.

El hecho da lugar a una reflexión que nos corresponde a todos, como personas, como familias y como sociedad. No podemos exigir a otros lo que nosotros no podemos dar: generosidad, confianza, concordia. Si no logramos avivar esas llamas en nuestros corazones y en nuestras mentes, en todo espacio donde nos encontremos, jamás podremos edificar un porvenir decoroso para todos.

  1. Heliodoro Montes

    Implementar una reforestación integral y verdadera; no con la del Somocismo y Bolaños iba a hacerlo, para estar listo en 2012, nunca!!!!

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